Fiscales federales ultiman cargos contra altos funcionarios venezolanos
20 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.A Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, le crecen los enanos. A la grave crisis política y económica que cada día va a más, se le ha sumado en las últimas semanas el problema derivado de las gravísimas acusaciones que afloran cada día sobre las supuestas vinculaciones de altos cargos de su Gobierno, especialmente de la esfera militar, con el gran tráfico de cocaína y el consiguiente blanqueo de dinero derivado de este suculento negocio ilícito.
El epicentro de este nuevo terremoto sigue siendo Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, la persona con más poder económico, político e incluso militar del país desde la muerte de Chávez. Según distintos medios estadounidenses, este personaje, cuya presunta vinculación con el narcotráfico y otras actividades delictivas no es nueva, sería la pieza más relevante de una trama que investigan fiscales federales de Nueva York y Miami en base al meticuloso trabajo que desde hace años realizan agentes de élite de la agencia antidroga DEA con la valiosa colaboración de otros ex altos funcionarios venezolanos que gozan del estatus de testigos protegidos en Estados Unidos.
El último en cambiar de bando, a comienzos de este año, fue Leamsy Salazar, un militar que ejerció de jefe de seguridad de Diosdado Cabello, puesto que ya había ocupado con Chávez hasta su fallecimiento. Salazar, entre otras cosas, relató con todo lujo de detalles un transporte de varias toneladas de cocaína vía Aruba, en el que también implica a Hugo Carvajal, el Pollo, exjefe de los servicios de inteligencia venezolanos, que llegó a ser detenido en la citada isla caribeña a instancias de Estados Unidos y luego quedó en libertad en extrañas circunstancias.
Este testimonio no hizo más que corroborar y ampliar, incluso con pruebas documentales, el prestado con anterioridad -hace tres años - por Eladio Aponte Aponte, exmagistrado del Tribunal Supremo de Venezuela, y Rafael Isea, exgobernador chavista del estado de Aragua.
Desde que estalló la penúltima crisis, el Consejero del Departamento de Estado, Thomas Shannon, ya estuvo dos veces con Maduro en el palacio presidencial de Miraflores y, según distintos analistas, Diosdado ha sido el tema central de ambos encuentros. El propósito de la Administración Obama parece que no es otro que el del sentarlo ante un gran jurado en Nueva York, sin tener que recurrir a métodos tan expeditivos como en el caso Noriega. Si Maduro no colabora, podría perder la oportunidad de conservar su presidencia hasta que la pierda en las urnas.
La «estrategia trifásica» del número dos de Maduro
Cuando hace menos de un año las autoridades holandesas dejaron que volase el Pollo Carvajal, desoyendo las reclamaciones formales de la DEA, Diosdado Cabello respiró un poco más tranquilo que después de enterarse de su detención en el aeropuerto de Aruba, la isla de la cual era cónsul in pectore.
Pero la tranquilidad no le duró mucho, porque a los pocos meses le traicionaría su propio jefe de seguridad, otorgándole el título de jefe del cartel de los Soles, y eso eran palabras mayores.
Según el prestigioso analista venezolano Manuel Malaver, a partir de ese momento adoptó una «estrategia trifásica». Lo primero sería impedir, con el respaldo del Ejército, que su futuro sea objeto de una negociación entre el Gobierno de Maduro y las autoridades del imperio. La ascendencia que pudiera tener entre los militares tienen más que ver con su carrera civil que con la militar, ya que pasó a la reserva como teniente tras el fracasado golpe del Estado de 1992.
La segunda fase sería presionar y convencer a Maduro de que habla en serio y la tercera, pedir una reunión en Washington al secretario de Estado, John Kerry, o al propio Obama para aclarar su situación y dejar sentado que una acción contra él generaría un caos y un tsunami, no solo en Venezuela, sino en toda América Latina. De no conseguir nada, intentaría un golpe de Estado.
Si se sale con la suya, en Venezuela seguirá habiendo dos gobiernos -uno civil y uno militar-, uno democrático y otro dictatorial, uno constitucional y otro inconstitucional.
El malo de la película bolivariana
militar, ingeniero, político, multimillonario, antipático, Diosdado Cabello Rondón es uno de los personajes con más poder, más odiados de la convulsa Venezuela poschavista y una de las mentalidades más perversas.
Un fiel retrato de su personalidad es el programa semanal Con el mazo dando, con el que envía mensajes no precisamente conciliadores a sus enemigos y adversarios. Creció a la sombra del Comandante Eterno, lo secundó en las intentonas golpistas, permaneció escondido hasta que no se clarificó el panorama tras los confusos sucesos del 11 de abril del 2002 y nunca fue hombre de plena confianza del líder carismático.
Presidente en funciones durante unas horas en los sucesos de abril del 2002, aspiraba a serlo de nuevo cuando surgió la enfermedad de Chávez y así posicionarse en la carrera sucesoria, pero no lo logró porque nunca gozó de la confianza de los hermanos Castro, que eran quienes tomaban las decisiones importantes en Venezuela durante la crisis y optaron por apostar por Nicolás Maduro, un personaje más dócil y maleable que se había formado en La Habana.
Su principal respaldo es el Ejército o al menos un sector del mismo. ¿Hasta cuando?