La Eurocámara no garantiza el apoyo al futuro estatus del Reino Unido en la UE
INTERNACIONAL
Jean Claude Juncker niega tener un plan B si los británicos optan por el «brexit»
17 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.¿Dónde termina el teatrillo político y dónde empiezan los avisos serios? La cuestión es difícil de despejar cuando nos referimos a la campaña de alertas tempranas con las que las principales instituciones de la UE han asediado al Reino Unido en las últimas semanas. Todas las voces tratan de ceñir la correa alrededor del cuello del primer ministro británico, David Cameron, para evitar sustos de última hora en las negociaciones que mantendrá desde mañana con sus colegas europeos en Bruselas. Sobre la mesa, el nuevo estatus del país en el club de los 28.
Dentro de la tríada de autoridades de la UE, el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, ha sido el último en hacer su contribución al amplio decálogo de advertencias. El alemán recibió ayer al premier en la Eurocámara. Tras un encuentro de 50 minutos y ya liberado de la presencia del británico, Schulz anunciaba que el Parlamento Europeo «no puede garantizar el resultado» de la votación de un eventual acuerdo entre el Reino Unido y sus socios para que Cameron pueda hacer campaña por el sí de cara al referendo de permanencia. No quiso hablar de vetos pero sí de la incertidumbre que se cierne en el hemiciclo en torno a las cuestiones más «delicadas»: la suspensión de prestaciones sociales a trabajadores europeos y su influencia sobre la zona euro.
Puede que la advertencia sea fundada pero la presión también ayuda a recrear el escenario de melodrama que Cameron necesita para convencer a los británicos de que luchó ferozmente por mejorar la posición del Reino Unido en la UE, por mantenerlo al margen de futuras cesiones de soberanía a Bruselas.
En esta campaña también destaca el rol de mediador del presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker. El luxemburgués volvió a reunirse ayer con Cameron. No quiere que el juego de tensiones se pase de revoluciones y trata de calmar la inquietud de los más agoreros al asegurar que su equipo no concibe otro futuro para los británicos que no sea dentro de la UE: «No tenemos plan B. Tenemos un plan A para que el Reino Unido siga siendo un miembro activo y constructivo», indicó antes de explicar que el diseño de un plan de emergencia sería una señal de que Bruselas prevé «seriamente» las salida definitiva.
El presidente del Consejo, Donald Tusk, se muestra cauto pero firme a la hora de advertir sobre una salida accidental. Aunque parece que en la forma hay acuerdo generalizado entre los socios, el polaco cree que todavía quedan cabos sueltos y que el acuerdo puede estrellarse de forma involuntaria si la cuerda se tensa en exceso: «No tengo dudas. Aun debemos negociar mucho para llegar a un acuerdo», aseguró.
Las diferencias que separan a Cameron del resto de líderes son mínimas. La mayor parte de sus exigencias son fáciles de asimilar. El británico quiere vender como éxitos demandas que ya han sido satisfechas, como la de no participar en rescates en la eurozona o la de mejorar la competitividad. La dificultad se encuentra en los detalles y, sobre todo, en las reticencias de Francia. París cree que el acuerdo podría dar una ventaja competitiva a los bancos británicos sobre el resto. Pese a ello, los empresarios del Reino Unido se preparan para el peor de los escenarios. La Confederación de la Industria Británica asegura que muchos de ellos han elaborado planes para amortiguar el impacto de un posible brexit.
Tusk rechaza que Grecia se marche del tratado Schengen
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, gastó ayer uno de sus últimos cartuchos para defender la libre circulación en el espacio Schengen. Durante su visita a Atenas, y junto al primer ministro griego, Alexis Tsipras, el polaco advirtió al resto de socios europeos de que las amenazas y las presiones al país heleno no servirán para frenar una crisis migratoria, que «está poniendo a prueba los límites de la UE».
Tusk tendió su mano a Tsipras y lanzó una advertencia contra los deseos de algunos países del centro y el este de Europa, que pretenden dejar a Grecia en la estacada: «Excluirla de Schengen no resolverá nuestros problemas. No acabará con la guerra de Siria ni hará que Europa deje de ser atractiva para los migrantes», indicó antes de invitar al resto de países de la UE a «mirar con detalle» si Turquía está cumpliendo su parte del trato.
Ankara se comprometió a frenar las salidas de refugiados desde su territorio a Grecia a cambio de un sobre de 3.000 millones de euros y la aceleración de su proceso de adhesión. El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, también rechazó la posibilidad «aberrante» de aislar al país.
Tsipras acudirá a la cumbre de líderes europeos de mañana en Bruselas con algunos de los deberes hechos. De los cinco «hotspots» que debía poner en marcha, cuatro ya funcionan. Solo en el de Kos continúan los trabajos: «El juego de remitir responsabilidades a Grecia se terminó», advirtió ayer el ministro heleno de Defensa, Panos Kammenos.
Berlín, sin embargo, sigue en sus trece. No confía en que Atenas logre controlar los flujos de llegada y salida de refugiados. La canciller alemana, Angela Merkel, lanzó ayer un órdago. O se afianza la cooperación con Turquía o se «abandonan» y se cierran las fronteras con Grecia, «con todas sus consecuencias». Esa cooperación pasa por aliviar la presión al país vecino a través de canales legales para la llegada ordenada de refugiados, una iniciativa casi utópica a estas alturas si se tiene en cuenta que la UE ni siquiera es capaz de reubicar a 160.000 asilados entre sus miembros.
Mientras la UE toca a ciegas todas las teclas tratando de encontrar una solución común, los países afectados por los flujos migratorios en la ruta de los Balcanes se siguen blindando. Austria anunció ayer que levantará 12 puestos de control fronterizos junto a Hungría e Italia, además de reforzar la vigilancia en el flanco esloveno: «Si son necesarias más vallas, construiremos más vallas», advirtió la ministra del Interior, Mikl-Leitner. El repliegue acrecienta el temor a que Grecia quede aislada tras el cierre hermético en cadena de fronteras. La UE teme que así sea, por eso los líderes de los 28 acordarán en la cumbre prestar más atención al desarrollo de rutas alternativas en las que se podrían adentrar los refugiados como la peligrosa travesía por mar hacia Italia.