Los líderes europeos se conjuran para salvar a Cameron y evitar la salida británica de la Unión
19 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.«Vivir y dejar vivir». Con ese ánimo acudió ayer el primer ministro británico, David Cameron, a Bruselas. En el Consejo le esperaban los otros 27 líderes europeos. Cada uno con una hoja de ruta, con sus puntos verdes y rojos, con lo admisible y lo inasumible para cada capital. Nadie quería tensar la cuerda tanto como para romper las negociaciones. La permanencia del Reino Unido en el club de los 28 sigue en juego.
Las primeras sensaciones fueron buenas. Los primeros ministros hicieron sus entradas con palabras de mesura, sin órdagos y con llamadas a la calma: «Tendremos acuerdo tarde o temprano. Todo el mundo va a tener su drama y luego llegará el acuerdo», aseguró con sarcasmo la lituana Dalia Grybauskaite. «Estamos cerca de una solución», corroboró el estonio Taavi Roivas. El propio presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, lo daba por hecho: «Estoy convencido de que habrá acuerdo». A sabiendas de que los focos estaban puestos en él, Cameron trató de añadir un poco de incertidumbre al encuentro de cuyo resultado depende su credibilidad: «Será una negociación dura, así que dejadme ser claro. No aceptaré un acuerdo que no responda a lo que el Reino Unido necesita».
Durante el encuentro se trataron las demandas menos espinosas. Londres y el resto de capitales bajaron las armas para tratar de articular un acuerdo lo menos lesivo para todas las partes. «En la letra está el diablo», recordó el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz. Y es que el acuerdo toma forma pero sigue habiendo cabos sueltos y «grandes diferencias», según fuentes cercanas a la negociación. Los 28 se dejaron en el tintero la cuestión que más polémica levanta entre los países del Este: el freno de emergencia a la inmigración. Londres quiere suspender las prestaciones sociales a los trabajadores europeos desplazados al Reino Unido. Al menos durante un tiempo mínimo de dos años. La medida se aplicaría a los recién llegados. Sin embargo, la indexación de las ayudas por niño al nivel de vida del país donde residen afectaría a los que ya están en la isla. Polonia se resiste. No aceptará ningún acuerdo que restrinja los derechos de sus ciudadanos ya asentados en el Reino Unido: «No pagaremos ningún precio por la ventaja estratégica de tenerlos en la UE», advirtió el ministro polaco para Europa, Konrad Szymanski. La primera ministra, Beata Szydlo, reiteró la negativa a firmar cualquier acuerdo que afecte con «retroactividad» a sus ciudadanos. Algunos países como Dinamarca y Luxemburgo exigían disponer de este mecanismo y aplicarlo también a las pensiones, pero la demanda fue rechazada.
El escollo sigue siendo cómo contentar al Este y a otro socio especialmente beligerante: Francia. Hollande llegó a Bruselas con la misión de defender los intereses de sus bancos. No quiere que la autoexclusión de Londres de una Unión más integrada suponga que la City puede dar esquinazo a sus obligaciones y quiere garantías de que el Reino Unido no obstaculizará la integración de la eurozona. El líder belga, Charles Michel, se sumó a las voces más recelosas forzando a Cameron a «rendirse en algunas cosas».
Las conversaciones para cerrar el acuerdo seguirán esta mañana. El reto para Bruselas es acallar ahora el apetito de algunos países de emular a Londres y alzar sus propias exigencias.
España olvida a sus jóvenes emigrantes
¿Qué ha sido de las exigencias españolas? ¿Dónde figuran sus líneas rojas? El Gobierno en funciones no plantó batalla durante el largo proceso de negociación y tampoco lo hizo ayer en la cumbre. Se dio la contienda por perdida ante el escaso apetito de sus socios europeos de endurecer la posición frente al Reino Unido. Eso tendrá consecuencias para los jóvenes que emigran cada año a la isla en busca de empleo. Londres propone aplicar de inmediato un freno de emergencia a la inmigración a través de la supresión de las prestaciones sociales a los trabajadores europeos que residan en su territorio. Aunque todavía se sigue negociando hasta cuándo podrá Cameron prorrogar este mecanismo, no bajará de los dos años. «A España le parece mal», reconocía esta semana una fuente diplomática española. Sin embargo, el Gobierno ha preferido mantenerse en la sombra y no provocar un enfrentamiento que pusiese al Reino Unido en una posición incómoda. Mucho menos sin el respaldo de otros socios europeos. Fuentes del Ejecutivo reconocen que «se le está haciendo un traje a medida al Reino Unido» y alertan: «No se puede descartar que traiga consecuencias imprevistas. Se trata de un punto susceptible, con un carácter intrínsecamente discriminatorio». La única esperanza para los españoles que estén pensando en emigrar a territorio británico es que el Tribunal de Justicia de la UE acabe echando por tierra el acuerdo.
Austria desobedece a Bruselas y mantiene el cupo de asilos
La UE se resquebraja por todos sus flancos. Los externos y los internos. Austria ha sido el último socio europeo en lanzar otro dardo al ya frágil y tambaleante acuerdo Schengen de libre circulación como consecuencia de la crisis migratoria en el continente. Además del refuerzo y la multiplicación de los controles en todas sus fronteras, Viena está dispuesta a seguir adelante con una de las medidas que enfrenta a su Gobierno con Bruselas: La imposición de restricciones al derecho al asilo a través de la imposición de una cuota máxima de 80 solicitudes al día.
Las chispas saltaron ayer después de que el comisario europeo de Migración, Dimitris Avramopoulos, advirtiese por carta al país centroeuropeo de que sus planes para imponer límites al asilo no comulgan ni con los principios europeos, ni con sus leyes, ni con los convenios internacionales: «Los austriacos están obligados a aceptar las demandas de asilo sin poner cuotas», indicó en la misiva en la que reconocía que el país está «desbordado» tras recibir en el último año 90.000 solicitudes de protección internacional.
Pero el canciller austríaco, Werner Faymann, ha decidido hacer oídos sordos a la advertencia de Avramopoulos. El socialdemócrata se declaró ayer en rebeldía: «Seguiremos adelante. No podemos decirle a la gente que esto va a seguir como hasta ahora. Es impensable que Austria, Alemania y Suecia tengan que cargar con todo el peso de los refugiados de toda Europa», se quejó. Esta restricción se suma al límite de 3.200 desplazados diarios que el país alpino está dispuesto a absorber.
Culpa a los países del este
¿A qué se debe este acto de desobediencia? Faymann trató ayer de justificarse asegurando que el bloque comunitario ha fracasado en su intento de controlar las fronteras y gestionar los flujos de refugiados y culpó a los países del este de no colaborar con el programa de reubicación de asilados.
Mientras Austria da por perdida cualquier solución europea a la crisis migratoria, Viena invierte todos sus esfuerzos en redoblar la presión de sus socios sobre Turquía, país clave para frenar las salidas desde ese territorio. A pesar del malestar con la canciller alemana, Angela Merkel, Faymann se sumó ayer a la demanda de Berlín de acelerar los trabajos con el socio turco. «Que Turquía no esté hoy presente no significa que no podamos trabajar. Necesitamos controlar de forma urgente las fronteras externas, luchar contra los traficantes y crear canales legales para la llegada de refugiados», recordó Merkel en un intento de mantener vivo Schengen.