El Ejecutivo galo no oculta sus fisuras en plena ofensiva de la izquierda sindical y estudiantil para abortar la reforma laboral
30 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Manuel Valls ya no aguanta más. Objetivo de una ofensiva de la izquierda sindical y estudiantil de largo recorrido, que tiene por meta abortar su reforma laboral, el primer ministro francés agitó las ya revueltas aguas de su partido con un aviso que suena a amenaza. El destinatario es el titular de Economía, Emmanuel Macron.
Valls no lo mencionó por su nombre, pero tampoco hacía falta: su advertencia es que, a un año de las presidenciales, algunos miembros del Gobierno están más pendientes de su propia agenda personal que de la colectiva. «Que haya talentos, expresiones diferentes y complementarias no supone un problema. Sin embargo, estoy convencido de que es necesario el juego colectivo. No se puede ser ministro y preparar otra agenda que la del presidente de la República», declaró en una entrevista en la revista Society que cita Efe.
Macron no ha declarado abiertamente que piense en presentarse a las presidenciales del año próximo, pero el lanzamiento a principios de abril de su movimiento En Marche [En Marcha], del que cuenta que no será «ni de izquierdas ni de derechas», ha desatado las furias en el entorno del Elíseo. «No vamos a pedir a alguien que no pertenece a un partido que no intente hacer política, ampliar la mayoría, ir a la conquista de nuevos electores», preparó el golpe Valls. Luego lo descerrajó: «en un equipo gubernamental no pueden estar aquellos que se movilizan por el éxito del quinquenio y aquellos que tienen otra agenda», porque cuando eso sucede, «crea tensiones».
En el ejercicio del poder se requiere «responsabilidad, coherencia, a veces disciplina y una suerte de abnegación», apuntó Valls, que se preguntó cómo se puede pretender tener la confianza de los franceses si se ofrece una imagen «de división, de cacofonía, de falta de respeto a las reglas». El primer ministro admitió que «a veces» siente «una falta de exigencia», no solo en su Gobierno sino también en la izquierda, que «se preparó mal para el poder» en los diez años en la oposición. Entre los errores que los socialistas han cometido, citó el momento y la forma de presentar la reforma laboral, ampliamente contestada, y haber subestimado la degradación de las finanzas públicas y la fractura de la sociedad tras la victoria electoral del 2012.
La situación no es fácil para el socialismo galo. Los disturbios del jueves, con estampas de guerrilla urbana, se debieron a «puñado de perturbadores», según el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, pero para los analistas independientes son solo el reflejo de la tensión subterránea que agrieta el país. Uno de los síntomas es el movimiento Nuit Debout [Noche en Pie] que disemina acampadas nocturnas en la capital París y otras ciudades intentando reproducir el modelo de los indignados españoles. Su convergencia con la izquierda sindical aterroriza al Elíseo.