Lo hizo por sorpresa, en el transcurso de un discurso retransmitido por radio y televisión, con los ojos anegados por las lágrimas y la voz entrecortada
01 abr 2018 . Actualizado a las 14:27 h.Lyndon B. Johnson (Stonewall, Texas, 1908-1973) anunció el 1 de abril de 1968 que no aspiraría a la reelección como candidato demócrata. Lo hizo por sorpresa, en el transcurso de un discurso retransmitido por radio y televisión. Con los ojos anegados por las lágrimas, y la voz entrecortada, LBJ, como era conocido, lanzó un inesperado mensaje: «El objetivo final de todo esto es conseguir la paz en Vietnam y por ello voy a trabajar en los días que me queden en la Casa Blanca», soltó ante la mirada atónita de sus colaboradores, ajenos a su plan de retirada.
Johnson está considerado uno de los presidentes más progresistas del país. Nadie podía confiar en ello viendo sus orígenes texanos y su forma de expresarse. Pero su mujer, Lady Bird, con la que tuvo dos hijos, y un año como maestro en Houston, le sirvieron para conocer de cerca las miserias de EE. UU.
Trabajó como asesor en la Casa Blanca en 1935, justo antes de regresar a Texas para ser elegido congresista. Fue el líder demócrata del Senado en la década de los 50, tras conseguir su escaño por apenas 87 votos. Allí, este fumador empedernido sobrevivió a su primer infarto al corazón. Y peleó hasta en dos ocasiones por ser nombrado candidato demócrata a la presidencia tras ser elegido líder del grupo de representantes de su partido. En 1960, derrotado por John F. Kennedy en las primarias, fue elegido por este genuino representante de la costa Este para formar el ticket demócrata y recibió el encargo de poner en marcha una ponencia sobre los derechos civiles y la mejora de los servicios sociales que le sirvió para acercarse a amplios grupos de las distintas minorías.
Asumió la presidencia en otro episodio inédito hasta entonces. Fue el 22 de noviembre de 1963 cuando juró el cargo a bordo del Air Force One, apenas unas horas después de que Kennedy fuera asesinado en Dallas. Una vez en la Casa Blanca aprobó en 1964 una gran ley de los derechos civiles -el principal legado de su mandato- que acababa con la segregación racial y daba derecho a voto a los negros en siete estados de la antigua Confederación. Le declaró la guerra a la pobreza dedicando importantes cantidades de dinero a garantizar la comida a los más desfavorecidos. Impulsó la sanidad pública con programas de apoyo a ancianos y pobres. Y también dotó de más recursos a la educación pública.
Fue reelegido en 1964 con un arrollador 61 %, uno de los mejores resultados de la historia, lo que le permitió profundizar en su programa renovador. Introdujo la primera ley de control de armas (1968) tras los asesinatos de Luther King y Kennedy. También estrenó el teléfono rojo con Moscú para pactar con la URSS no intervenir en la llamada guerra de los Seis Días y presenció el primer alunizaje de la misión Apolo.
Pero encalló en la política exterior. Tras varios fiascos, como la intervención militar en la República Dominicana para frenar la llegada al poder de un grupo izquierdista, se embarcó en la que sería su principal debilidad: el intento de ganar como fuera la guerra de Vietnam. Suya fue la decisión en 1965 de enviar los primeros marines a Hanói. Nunca pudo sobreponerse a las críticas por su papel en ese conflicto. «Le perseguía la frase de a cuántos niños había matado cada día, que oía cada vez que salía a la calle», explicaban sus allegados para justificar el inesperado adiós. Deprimido por todo ello, se negó a volver a presentarse a las elecciones. Regresó a su rancho de Stonewall y allí vivió hasta que en 1973 le hallaron muerto en su cama, víctima de su tercer infarto, agarrado a un teléfono.