Un año para dinamitar las políticas de Correa

Héctor Estepa
HÉCTOR ESTEPA BOGOTÁ / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

José Jácome | efe

Lenin Moreno ha desmontado las leyes del Gobierno anterior en sus doce meses en la presidencia ecuatoriana

03 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Rafael Correa entregó la banda presidencial a quien él mismo designó como su sucesor, pocos creían en Ecuador que el país estaba a punto de dar un cambio radical. Lenín Moreno llegó al poder hace ahora un año con la intención de desligarse del tono y algunas de las formas del correísmo manteniendo la mayoría de las políticas. No lo consiguió. La ruptura ha sido total y ha marcado sus primeros doce meses de mandato.

Las diferencias entre quienes fueron binomio presidencial entre el 2007 y el 2013, además de miembros del mismo partido, se hicieron ver muy pronto. Moreno llamó, nada más llegar al poder, a un entendimiento nacional con sectores muy críticos con Correa y su revolución ciudadana. Ese fue el primer punto de desencuentro. Semanas más tarde hacía pública la delicada situación financiera -en cuestión de deuda- que aqueja al país. La ruptura ya era más que palpable. Moreno dijo que el Gobierno anterior había ocultado información. Correa comenzó a tacharle de traidor.

Cuando el vicepresidente y aliado de Correa, Jorge Glas, entró en prisión tras ser condenado por aceptar más de 11 millones de euros en sobornos de Odebrecht, la relación se rompió totalmente.

Presidente y expresidente llegaron a enfrentarse en las urnas el pasado febrero. Moreno convocó un referendo popular con varias preguntas cuyo objetivo era desmontar parte de la estructura correísta. Ganó la batalla. Los ciudadanos decidieron reestructurar el organismo que designa las autoridades en el país -Correa lo consideró un golpe de Estado- y además prohibieron la reelección indefinida, impidiendo que el líder de la revolución ciudadana pudiera volver al poder. Semanas antes se había escindido Alianza País, el partido que compartían ambos, dejando a Moreno en minoría parlamentaria. Se alió con la oposición para sobrevivir. La tarea no es sencilla: el presidente ha sido acusado de querer contentar a todos, algo complicado en política.

Muchos creen, a pesar de todo, que ahora es cuando a Moreno le toca gobernar. Con la reforma de la ley de Comunicación -señalada como censora por los opositores al correísmo- en proceso, al presidente ha terminado prácticamente de desmontar las leyes del Gobierno anterior que eran impopulares.

Ahora tendrá que crear su propio estilo en el contexto de un Congreso muy dividido y con una economía que, si bien se desempeñó con soltura en el 2017 -creció un 3 %- pasa por dificultades. La deuda pública asciende a 58.979 millones de dólares, lo que supone el 57 % del PIB, y el déficit fiscal alcanza el 5,64 %. No ayudan los bajos precios del petróleo. Moreno ha sido señalado por haber contribuido este año al endeudamiento a pesar de haber prometido frenarlo.

No solo preocupa la situación económica. También la seguridad ha pasado a ser un asunto de gran importancia en el panorama sociopolítico ecuatoriano. Grupos de narcotraficantes podrían estar infiltrándose en el territorio del país, un problema antes reservado para los vecinos Colombia y Perú.