La farsa montada el pasado jueves en Caracas por Maduro Moros y su séquito de cleptócratas no pilló a nadie por sorpresa pero sirvió para decantar el perfil de los apoyos que sostienen a este siniestro personaje en su empeño por amargarle la existencia a la ciudadanía del país
13 ene 2019 . Actualizado a las 17:12 h.La asistencia de no más de cuatro de una treintena de presidentes de las Américas puso de manifiesto los estómagos agradecidos con los que cuenta: Cuba, otra dictadura que sobrevive gracias a la explotación colonial de la patria de Bolívar; Nicaragua, en manos de otro robolucionario que también llegó al poder por las urnas y se resiste a soltarlo para seguir disfrutando él y los suyos del ingente patrimonio acumulado a costa de la generosidad bolivariana; Bolivia, el reino del pragmático exlíder cocalero que también se resiste a soltar la poltrona presidencial oficia gustoso de florero del mandatario de turno en el palacio presidencial de Miraflores y el de El Salvador, un país que compite con Venezuela en las tasas de violencia y que también recibe petróleo a precio de amigo.
Otros aliados de conveniencia de las islas del Caribe, como San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves, enviaron representantes de rango inferior. Así, la inmensa mayoría de los paises americanos secundaron el claro posicionamiento de la Organización de Estados Americanos (OEA) y del denominado Grupo de Lima que no le reconocen como presidente porque consideran ilegítima su reelección el pasado 20 de mayo. El único que se desmarcó de esta iniciativa fue México. El nuevo presidente ordenó la abstención. No viajó a Caracas pero cubrió el expediente enviando a un encargado de negocios de la embajada, al igual que Uruguay, que nunca formó parte del Grupo de Lima. Del resto de la comunidad internacional solo acudieron a Caracas los amigos oficiales: Rusia, China, Irán y Turquía que tenían bastante que perder si no lo hacían. También hicieron turismo diplomático por el Caribe otras representaciones de tanto peso en la comunidad internacional como las de Osetia del sur y Abjasia.
Como se esperaba, no acudió ningún representante de la Unión Europea ni, ¡oh sorpresa!, José Luis Rodríguez Zapatero, el gran valedor de Maduro ante la comunidad internacional, que debe estar de vacaciones en su nueva mansión de Lanzarote, diseñando la estrategia para vender el producto en la próxima campaña.
Tras el delirante espectáculo del pasado jueves y con un país del que huyen cada día más de 5.000 personas son muchos los que se preguntan cuánto tiempo va a seguir este denostado personaje como okupa en el palacio presidencial de Miraflores.
Nadie tiene un pronóstico claro. A nivel internacional sigue contando con el apoyo de China y Rusia, aunque por diferentes motivos. Los primeros quieren seguir recibiendo el petróleo y otras materias primas para cobrar la cuantiosa deuda que Venezuela tiene contraída con el gigante asiático.
La Rusa de Putin no quiere perder uno de sus principales mercados de armas ni una plataforma tan estratégica para incordiar al Nerón de la Casa Blanca. Venezuela, en los últimos 17 años se gastó 205.000 millones de dólares en material bélico, adquirió el 80 % de las armas vendidas por Rusia en América Latina desde el año 2010, según datos del Instituto Internacional de Estudios para La Paz de Estocolmo. Un documento publicado por Reuters ya en 1917 decía que Venezuela poseía 5.000 misiles tierra-aire de fabricación rusa. A los clientes hay que cuidarlos.
A nivel interno, la piedra angular que sostiene a Maduro en el poder se llama Vladimir Padrino López y está labrada por canteros rusos. Este general en jefe y ministro de Defensa desde el año 2014 fue el artífice de la segunda parte del espectáculo del pasado jueves que tuvo como escenario el complejo militar de Fuerte Tiuna. Allí juró lealtad inquebrantable al que pretende seguir otros seis años más en el poder cuando el respaldo popular con el que cuenta no llega ni al 20 % de la población. El tono de su discurso, más servil de lo habitual, pareciera querer desmentir la noticia publicada dos días antes en medios habitualmente solventes sobre la petición a Maduro de que renunciase, al tiempo que le ofrecía su dimisión.
Todo apunta a que este vanidoso personaje, que no da un paso en público sin llevar un fotógrafo detrás, tiene en sus manos la llave de la puerta de salida de Maduro y que en cualquier momento se puede ver forzado a usarla, porque la mayor parte de los 365.000 uniformados sobre los que ejerce el mando, cada día se ven más afectados por la miseria general que padece el país y también pasan hambre.
Padrino, que de tonto no tiene un pelo, es consciente del creciente malestar de la tropa y de los mandos intermedios, de que el diablo ronda los cuarteles. Los datos cantan: entre los 25 detenidos por un presunto atentado contra Maduro el pasado cuatro de agosto hay dos generales. Según datos de la ONG Control Ciudadano, unos 10.000 miembros de las Fuerzas Armadas pidieron la baja desde el año 2015.
Distintos analistas coinciden en que los privilegios concedidos a una élite del aparato militar que colocó al frente de 9 de los 32 ministerios, el control que ejercen sobre la petrolera estatal, los servicios de la inteligencia y la distribución y venta de alimentos, todo ello debidamente supervisado por el G-2 cubano, es el endeble andamiaje que sostiene al régimen. ¿Hasta cuándo? Tiempo al tiempo.
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