La sociedad gala se ve inmersa en constantes polémicas sobre el hiyab y vive una interpretación del laicismo cada vez más restrictiva
10 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.La vergonzosa escena tenía lugar el mes pasado: una madre y su hijo abandonaban llorando una sesión del consejo regional de Dijon después de que un representante de la ultraderecha exigiera que la mujer, que acompañaba una excursión del colegio del niño, se quitara el hiyab o saliera de la sala. El momento, capturado en vídeo, se hizo viral, y volvió a arrastrar a Francia a la enésima polémica sobre el velo islámico, un debate tradicional de los manuales de la extrema derecha, pero que cada vez es abrazado por sectores más amplios de la sociedad, como pone de manifiesto hoy una marcha contra la islamofobia organizada en París que, lejos de unir a los franceses, ha sembrado una profunda división.
Al caso de Dijon se sumaba pocos días después el de Creil, en la periferia parisina, donde una excursión escolar a una estación de bomberos tuvo que ser suspendida porque los oficiales le negaron la entrada a una madre que llevaba hiyab. Esta semana, en un colegio de Clamart, también a las afueras de París, la representante educativa de la región, que visitaba unos talleres contra el acoso escolar, se dio la media vuelta al ver que había tres madres con velo ayudando en la organización. En pleno clímax de esta eterna discusión francesa que mete en la misma coctelera islam, radicalización e inmigración, se produce el ataque a la mezquita de Bayona, perpetrado el pasado 28 de octubre por un ultraderechista convencido de que vengaba así el incendio de Notre Dame, originado, en su imaginación, por musulmanes. Claude Sinké, de 84 años, un antiguo candidato local del Frente Nacional, intentó prender fuego al templo y disparó a dos fieles, probando así que el discurso del odio no está exento de consecuencias.
La obsesión francesa con el velo islámico y la incómoda relación que la cada vez más restrictiva interpretación del laicismo -uno de los pilares de la República- mantiene con el islam vuelve a materializarse hoy en la marcha organizada en París contra la islamofobia, que ha generado una profunda división social. ¿El motivo? Las diferentes interpretaciones del término mismo de islamofobia, que unos definen como discriminación, miedo u odio a los musulmanes, y en el que otros ven un intento de impedir cualquier crítica a la religión. El hecho de que vayan a participar en la manifestación colectivos islamistas ha hecho que algunos de los que llamaron a la movilización en un primer momento se hayan echado atrás.
«Desde hace años, la dignidad de las musulmanas y musulmanes ha sido servida en bandeja a la venganza de los grupos más racistas que ocupan hoy el espacio político y mediático francés», afirma la tribuna publicada en Libération a principios de mes que llama a la movilización para frenar la «islamofobia», y que han firmado figuras de la izquierda como el líder de la Francia Insumisa Jean-Luc Mélenchon.
Racismo y estigmatización
La discusión no es nueva. Desde hace décadas, las diferentes interpretaciones de la ley francesa sobre el laicismo de 1905 y la del 2004 sobre los símbolos religiosos en las escuelas públicas, ha tenido como centro, y prácticamente como único objeto, el velo islámico. La agria discusión, política e intelectual, se ha llevado a la universidad (se debate sobre si debería prohibirse en la educación superior pública), a las playas (el burkini es objeto de polémica cada verano), e incluso hasta los centros comerciales (Decathlon tuvo que retirar recientemente una capucha para hacer deporte por las críticas).
Sus detractores consideran que el hiyab no es solo una prenda sino una marca de sumisión de la mujer y una bandera del islam político. Quienes creen que se debe respetar, denuncian que estas polémicas esconden a menudo un componente racista y de estigmatización de la mujer musulmana. Este bucle sin fin del velo, constante en las tertulias televisivas y en los debates parlamentarios -el Senado, con mayoría de derecha, acaba de aprobar una ley para que las madres que acompañan las excursiones escolares no puedan portar el hiyab, ley que por otra parte será rechazada por la Asamblea Nacional- acentúa el sentimiento de discriminación entre los musulmanes franceses. Un 42 % de ellos sienten haber sido estigmatizados en alguna ocasión a causa de su religión, según un reciente sondeo realizado para el Gobierno y la fundación Jean Jaurès. La sensación es mayor entre las mujeres que llevan hiyab -un 60 % dice haber sufrido discriminación al menos una vez en su vida-, pero también entre las que no se cubren la cabeza (un 44 % también lo ha sentido).
La encuesta confirma, según señaló a Le Monde Ismail Ferhat, de la fundación Jean Jaurès, que «las musulmanas acumulan discriminaciones de género y religiosas, una lógica que probablemente tiene su origen, al menos parcialmente, en las polémicas incesantes sobre el velo».