Razones geoestratégicas, comerciales y políticas ponen de acuerdo a los partidos tradicionales en aplaudir un triunfo demócrata
05 nov 2020 . Actualizado a las 14:39 h.En la memoria colectiva han quedado las imágenes de José María Aznar hablando con acento texano y campando a sus anchas en el rancho de Crawford, invitado por George W. Bush en el 2003, unas semanas antes de la invasión de Irak. Eran los tiempos de la foto de las Azores, los tiempos en los que el entonces presidente se jactaba de tener en Moncloa un teléfono con línea directa a la Casa Blanca. Pero desde entonces ha llovido mucho y, aunque de cara a la galería se intente mantener una aparente neutralidad -«tengo que trabajar con quien presida EE.UU. los próximos cuatro años, sea quien sea», ha dicho la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, que sin embargo sí ha puesto en valor que se cuenten todos los votos y triunfen «las instituciones» frente al «populismo»-, de puertas hacia dentro las grandes familias políticas españolas (y europeas) cruzan los dedos para que Joe Biden confirme su victoria.
Los socialistas, por descontado, pero también los populares, que admiten en privado que la derrota de Trump ayuda al progresivo aislamiento de Vox. Una estrategia de distanciamiento de la extrema derecha que ya se puso de manifiesto en el «hasta aquí hemos llegado» de Pablo Casado a un Santiago Abascal que defendió su fallida moción de censura contra Pedro Sánchez con un argumentario antieuropeo, antiglobalista, conspiracionista y propio de un alumno aventajado de Steve Bannon, al estilo de Salvini, Orbán o Bolsonaro. Y, cómo no, al más puro estilo del magnate a punto de ser descabalgado del despacho oval.
«Se trata más de una elección por descarte. Tradicionalmente, el PSOE prefiere vincularse con los demócratas y el PP con los republicanos, como quedó claro con Aznar. Sin embargo, en esta ocasión, en España y en Europa, ningún partido tradicional y/o de gobierno quiere ver su marca asociada a la de Trump. Su perfil está tan vinculado al populismo, el machismo, el racismo, las mentiras y la mala gestión que ningún partido serio le apoya públicamente», disecciona el politólogo Ignacio Martín Granados, que contrapone esa carga negativa con «la previsibilidad del establishment, del hombre de orden» que representa Biden. Esa es, seguramente, la principal razón de que Vox se haya quedado solo en su alineamiento con Trump, al que copian sin empacho con eslóganes como el de «hacer a España grande otra vez».
Precisamente, el «combate por una democracia más sana» es una de las razones que cita el exministro, exeuroparlamentario y exvicelendakari Ramón Jáuregui. «A las familias políticas europeas en general, a los cristianodemócratas y al socialismo, nos ponen de acuerdo las convicciones democráticas en pro de un sistema menos populista y menos dependiente de las redes sociales. Es una coincidencia básica, que ha hecho que también en EE.UU. muchos republicanos se hayan distanciado de las acusaciones que lanza Trump, o que hasta Murdoch le haya plantado cara desde Fox News».
Hay, por supuesto, otras razones que animan a los partidos tradicionales a aplaudir el previsible final de la era Trump, especialmente su ruptura con el orden mundial clásico con la salida, por ejemplo, del Acuerdo de París contra el cambio climático o la quiebra de incipientes tratados comerciales con Europa. «En la ONU están suplicando que no continúe para revitalizar el multilateralismo», opina el catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad del País Vasco (UPV) Juanjo Álvarez, que, aunque ve a Biden sin demasiado margen para protagonizar un giro copernicano, sí cree que es la única vía para que no languidezca del todo «el sueño americano». «Estados Unidos es hoy el Reino Unido del 56. Está en un momento en el que puede perder su tradicional auctoritas a nivel mundial», reflexiona.
Aranceles a la aceituna
Acabar con ese «neoproteccionismo» es otra de las razones para aplaudir el ascenso de Biden: basta recordar el ‘siete' que Trump hizo a Andalucía con los aranceles a la aceituna. El «antieuropeísmo dañino» de Trump, que se alineó con el brexit, recuerda Jáuregui, ha contribuido también a que los partidos clásicos hagan causa común, en la que se mezclan cuestiones geoestratégicas como la posición respecto a China, el gasto militar o la política sobre América Latina.
La pregunta, aunque parezca de Perogrullo, es si la salida de Trump acabará con el trumpismo. Es decir, con el auge de movimientos que juegan con el malestar social para medrar a su costa. Martín Granados es pesimista. «Me preocupa seriamente que haya obtenido 69 millones de votos a estas alturas del recuento, cuando hace cuatro años le votaron 63». Álvarez cree que el trumpismo perdurará si encuentra hueco para crecer en «sociedades poco cohesionadas». «Vox se fija en su habilidad para sacudir a las masas indignadas. A más equidad y solidaridad, menos caldo de cultivo», abunda.