El conflicto en Ucrania amenaza la recuperación: «Tenemos que prepararnos para una guerra económica a largo plazo»
INTERNACIONAL
Los expertos auguran subidas críticas en la factura de la luz y problemas de suministro para el motor, la alimentación y la tecnología
25 feb 2022 . Actualizado a las 19:00 h.Es difícil de imaginar cómo los bombardeos rusos en Odesa o Kiev pueden acabar engordando la factura mensual de la luz de una empresa o familia gallega, pero lo cierto es que la invasión en Ucrania precipitará un aluvión de problemas que acabarán afectando hasta el último eslabón de la cadena: desde las tiendas de firmas españolas, que deberán cerrar sus puertas en el país, hasta las familias, que verán en los próximos meses cómo engordan sus recibos eléctricos y tiques de compra. Así es como una guerra, que nadie se tomó en serio en la Unión Europea (UE), podría cambiar el rumbo de la recuperación económica y la historia.
Pinchazo al crecimiento
Es imposible poner una cifra a la factura que tendrán que pagar la UE, España o Galicia por un enfrentamiento bélico de este calibre. No obstante, los expertos aseguran de forma unánime que cortará definitivamente las alas al crecimiento, ya sea por las sanciones económicas y comerciales impuestas a Moscú, y que algunos gobiernos quieren que «muerdan», no que «ladren», o por las restricciones a la actividad por culpa de las hostilidades en el territorio.
Desde Funcas apuntan que «el conflicto desatado en el este de Europa complica el escenario de recuperación que se planteaba a inicios de año». Según Bruselas, la economía española iba a crecer un 5,6 % este 2022, pero esas previsiones han saltado por los aires. No solo por los problemas que puede acarrear esta guerra para el suministro de hidrocarburos y materias primas, que se encarecerán para toda Europa, también porque obligará al Banco Central Europeo (BCE) a replantear toda su estrategia monetaria y, quizá, aparcar la esperada subida de tipos de interés para no cercenar todavía más la recuperación, como ha sugerido alguno de sus miembros ejecutivos en las últimas horas.
«De mantenerse las actuales tensiones, la economía española crecería a una tasa significativamente inferior al 5,6 % anticipado», calculan desde el centro de análisis. El experto de OBS Business School, Carlos Balado, coincide en el diagnóstico: «La recuperación está amenazada». El mayor de los temores es que el conflicto se alargue. «El peor escenario con el que nos encontraríamos si la guerra se alarga es una reducción de la demanda en todas las economías, y decrecimiento», sostiene. ¿Qué tiene de terrorífica esta situación? Que, a pesar de la pérdida de dinamismo y la posible pérdida de apetito entre los consumidores, justificada por la incertidumbre económica, los precios seguirán desatados. Eso es una certeza.
Todo costará más
La primera señal de que se avecinan problemas para nuestro bolsillo es que el gas llegó a dispararse ayer un 60 % y los precios del petróleo ya están un 35 % por encima de lo que habían estimado los expertos del BCE en el mes de diciembre, superando la barrera de los 100 dólares el barril Brent. La escalada no ha hecho más que empezar y eso solo significa una cosa: que pagar la luz, repostar o hacer la compra será más caro para las familias. Funcas estima que el índice de precios al consumo (IPC) podría repuntar un punto más de lo previsto, hasta el 5,6 %. Un 6,5 % si se incrementa el riesgo y los precios al alza se perpetúan en el tiempo. «Una inflación más elevada erosionaría la capacidad de compra de los hogares y, por tanto, restaría fuelle a la recuperación del consumo privado, con una incidencia muy importante en el crecimiento», advierten.
También tendrán problemas los negocios, especialmente los que acumulen un gran volumen de deuda a causa de la pandemia. Si no la digieren antes, se atragantarán. «Lo que puede afectar a la recuperación es que los precios se mantengan altos en el 2023, porque hablamos de una subida de costes y tensiones en muchas empresas. No todas podrán resistir y hacer frente a las deudas», desliza Balado.
¿Cómo es posible que la inflación se dispare en España si la guerra es en Ucrania? La clave está en los precios exteriores. Rusia es el segundo mayor exportador de petróleo del mundo (el 30 % del que importa la UE tiene etiqueta rusa) y suministra un tercio del gas que consume Europa. Con el gasoducto Nord Stream II en suspensión y ante un potencial corte del suministro en la red de Gazprom que atraviesa Ucrania, está claro que los países centroeuropeos y del este tendrán que buscar fuentes de suministro alternativas, como el gas licuado (GNL) de Estados Unidos, concentrando la demanda en unos pocos proveedores e impulsando los precios al alza.
Aunque todas las fuentes coinciden en que el suministro a España está asegurado, gracias al bombeo del gasoducto Medgaz desde Argelia, esa necesidad acuciante de buscar alternativas para otros países vecinos, está inflando las tarifas en los mercados, donde ya se habla de subidas del gas hasta cinco veces superiores a las actuales. «Existe un riesgo agudo de que Rusia corte las entregas de gas a Europa ahora. Tenemos que prepararnos para una guerra económica a largo plazo en Europa», señala el analista del European Council of Foreing Affairs, Jonathan Hackenbroich.
Y no le falta razón echando la vista atrás. Rusia ya lo hizo en el pasado. Estuvo cebando el mercado chino en otoño e invierno, mientras cerraba el grifo europeo, obligando a las compañías a recurrir a otros proveedores. Esa escasez obligó a pagar tarifas desorbitadas que, poco a poco, están asfixiando a empresas de todos los sectores, no solo las electrointensivas. Los costes de suministro (facturas a proveedores), el transporte, y las presiones salariales al alza, están horadando las cuentas de resultados, así que los expertos no descartan que se sumen nuevas firmas y negocios a la lista de las que han tenido que paralizar la producción de forma parcial o temporal para ahorrar dinero.
Problemas en las cadenas de suministro
Los problemas energéticos no son los únicos que se agravarán con la guerra. La inflación también está impulsando al alza el precio de las materias primas y los metales, cruciales para el despegue de las economías en esta década. El profesor experto en cadenas de suministro de la UPF-BSM, Oriol Montanyà, señala cuatro sectores como los más expuestos a las restricciones comerciales. Además de la energía, también incluye la automoción, la tecnología y la alimentación.
«Rusia tiene hoy aproximadamente el 10 % de las reservas de cobre a nivel mundial y es un importante proveedor de otros metales como el aluminio, el platino o el níquel, que están muy presentes en cadenas de suministro de la automoción, la tecnología o la fabricación de electrodomésticos», recuerda. Si Moscú limita las entregas, los proveedores de los principales fabricantes de automóviles en Europa podrían tener serios problemas para cumplir con los pedidos, y se podrían comprometer los esfuerzos de la UE por ser la gran potencia del mercado de vehículos eléctricos. Más si se tiene en cuenta que Ucrania, ahora asediada, es un gran proveedor de neón, materia prima con la que se elaboran los chips electrónicos. «En una fábrica de automóviles, el proveedor de la carrocería, los motores o la tecnología no son los rusos ni los ucranianos, pero los que sirven esos productos en el proceso sí compran esos metales así que se pueden ver afectados si el conflicto se alarga en el tiempo o las sanciones se agudizan», sostiene Montanyà.
De hecho, el conflicto ya ha obligado al primer fabricante europeo, Volkswagen, a suspender la producción la próxima semana en sus plantas de Zwickau y Dresde porque se han quedado sin entregas de cables eléctricos que se fabrican en Ucrania, según apunta Der Spiegel.
¿Qué hay del sector alimentario? Como siempre se ha dicho, Ucrania es «el granero de Europa». El maíz, la cebada o el trigo de sus campos acaba en las despensas y los establos de media Europa, igual que el trigo ruso. «Si dejan de producir y exportar cereales al ritmo actual podemos tener problemas en la cadena de suministro global, tanto en abastecimiento de producto como en precios», alerta. Por no hablar de cómo esa subida permeará hacia los productos elaborados como la pasta, que en España ya subió hasta un 20 % en el último año.
Alternativas
¿Qué se puede hacer si se desata una guerra económica a largo plazo, como la que anticipan los analistas? «Hay alternativas, pero son más caras, tanto para Europa como para Rusia», resalta Balado. No solo por la concentración de la demanda europea en una oferta más limitada, también por las distancias geográficas. Importar de América del Sur o de África también tiene un mayor coste logístico. Las tarifas de los fletes en el transporte marítimo siguen muy por encima de los precios de hace un año. Hoy el coste de fletar un contenedor desde Asia al Norte de Europa cuesta 12.776 euros, unas seis veces más, por ejemplo. Las tarifas para América del Sur también han subido.
Un problema añadido que se puede encontrar la UE tiene que ver con la falta de inversión en petróleo en los últimos años, empeñada, como está, en acelerar la transición ecológica: «Nadie ha invertido y la demanda seguirá creciendo. Habrá tensiones con el petróleo y precios más altos», augura Balado. La carrera hacia el cielo no ha hecho más que empezar, porque no hay visos de que los países productores aumenten el ritmo de bombeo, a pesar del estallido de la guerra en Ucrania.
Rusia también tendrá que mover ficha si las sanciones estrangulan aún más su economía. «Podrían ir hacia un sistema parecido a la autarquía. Aunque seguirán exportando a China, que es un mercado que puede sustituir con creces a Europa, perfectamente», sostiene el experto.
Consecuencias para empresas y trabajadores
Desde el panadero que se levanta de madrugada para tener listo el producto a primera hora hasta los vigilantes de seguridad de cualquier polígono industrial de Galicia van a perder poder adquisitivo por una guerra a 4.000 kilómetros de distancia. Y esa pérdida, que todavía está por cuantificar, se sumará a los 155 euros que se volatilizaron de media en cada hogar gallego el año pasado por culpa de la inflación.
Tampoco lo tienen mejor las empresas, que además tendrán que sentarse a negociar subidas salariales muy delicadas. Si se quedan cortas, la demanda caerá, precipitando un frío invierno para la economía y problemas para el empleo. Si suben más de la cuenta, podrían desencadenar lo que todos los economistas quieren evitar: los famosos efectos de segunda vuelta. En otras palabras: entrar en una espiral alcista de salarios y precios, que en los años 70 del pasado siglo provocó un cierre masivo de fábricas.
La subida de tipos puede esperar
Ante esta tesitura, al BCE también le tocará rediseñar estrategias. Antes del estallido de la guerra tenía previsto avanzar hacia un progresivo endurecimiento de su política monetaria, es decir, ir retirando poco a poco del mercado el dinero barato que estuvo insuflando para hacer llegar el crédito a la economía real y, una vez terminado el proceso, subir los tipos de interés. Pero, ¿es razonable encarecer los préstamos en un escenario de amenaza a la recuperación?
«Evaluaremos con cuidado las consecuencias de nuestras políticas», se limitó a señalar ayer Isabel Schnabel, miembro del comité ejecutivo del BCE. El organismo ya da por perdidas sus previsiones de conseguir enfriar la inflación al entorno del 2 % a medio plazo en el 2022.