Juan Redondo, de Cruz Roja Galicia: «Debería de plantearse algún tipo de valoración de los hogares de acogida»

Fina Ulloa
Fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

INTERNACIONAL

Juan Redondo, responsable de Asilo y Migraciones de Cruz Roja Galicia
Juan Redondo, responsable de Asilo y Migraciones de Cruz Roja Galicia cedida

El responsable de Asilo y Migraciones de la oenegé advierte de que la ayuda que van a necesitar los refugiados ucranianos va más allá de proporcionarles comida y techo

12 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La solidaridad ciudadana con los que escapan de la invasión rusa en Ucrania ha puesto en marcha varias expediciones para rescatar a los refugiados que escapan de la guerra cruzando la frontera polaca y traerlos a Galicia, pero ¿qué les espera en esta tierra de acogida? Cruz Roja es una de las entidades colaboradoras del programa del Ministerio de Inclusión, Trabajo y Seguridad Social, que trabaja con las personas que, bien por guerras como esta, o bien por otros conflictos políticos, deben huir de su país. Juan Redondo, responsable de Asilo y Migraciones en Cruz Roja Galicia explica que, además del cariño y la buena voluntad, el proceso de acogida requiere de un trabajo especializado y largo en el tiempo.

—¿Cuál es el primer trámite que se les ayuda a resolver?

—En cualquier asamblea local con la que contacten van a darles información sobre el procedimiento para pedir la protección internacional temporal según marca la directriz de la Unión Europea, que es una figura diferente a la de protección internacional recogida en la legislación española de asilo, aunque en la práctica, en derechos y funcionalmente, es lo mismo. Les dirán en qué consiste el programa de acogida a personas solicitantes y beneficiarias de protección internacional y les derivarán a ACCEM, que en Galicia es quién lleva la primera acogida para quienes solicitan entrar en ese programa. Ellos hacen una primera evaluación de vulnerabilidad y dependiendo de ella se decide si entran en nuestro itinerario o se derivan a otro recurso.

—¿Cómo es su plan de acogida?

—Hacemos una nueva evaluación para conocer en profundidad las circunstancias. Hablamos con ellos, con una abogada, una psicóloga y una trabajadora social para calibrar sus necesidades y decidir el itinerario para lograr el objetivo final: que se integren y sean autónomos. Por supuesto les damos alojamiento en pisos que tenemos alquilados, alimentación y lo necesario para vivir, también clases de español y talleres que les sirven para ir conociendo como es la sociedad a la que llegan y a qué recursos pueden acceder. Hay varias fases en las que van siendo cada vez más autónomos y aunque el máximo del programa son 18 meses, algunos salen antes.

—¿Qué es lo que más demandan?

—Al margen de lo material básico como la comida y el techo, lo que más valora una persona que viene de un conflicto de este tipo es la tranquilidad y la perspectiva de estabilidad. Superar la situación traumática depende mucho de que se estabilice confiando en que está siendo atendido. Sentirse acompañado con gente que le apoya de forma sincera, que vea que no hay detrás intereses y, en caso de que sea necesario, que pueda tener la atención especializada que necesite.

—¿Qué deberían de saber las familias que se ofrecen a acoger?

—Que la gente viene de una situación muy estresante y es justo cuando se tranquiliza, cuando cae y desbordan las emociones retenidas. El ambiente de escucha y la atención psicológica es imprescindible. Que alguien les abra su casa es una muestra de solidaridad enorme que a mí me parece admirable, pero creo que se debe reflexionar, analizar si estamos preparados para asumir esa responsabilidad, la situación real y anímica con la que llegan y durante un tiempo que, posiblemente, va a ser prolongado. Tengo que ver no solo si yo y mi familia estamos disponibles sino si somos idóneos para crear una convivencia adecuada con quien trae mucho a la espalda.

—¿Cómo se puede encajar esa solidaridad vecinal con las necesidades de los refugiados?

—Nosotros hemos pedido que, si es posible, alguien se plantee algún tipo de valoración de idoneidad. Que se busque a las familias más adecuadas para hacer este trabajo en cada caso. Nosotros no podemos servir de intermediarios para introducir a personas en casas de familias a las que no conocemos. Es, salvando las distancias, lo que se hace con la acogida de menores. Hay técnicos de la administración especializados en estas valoraciones.

—¿Y de qué otras formas se puede ayudar?

—Nuestra recomendación es que si se quiere ayudar a esas personas que están ahora en Ucrania o en las fronteras, se haga a través de las organizaciones que trabajan sobre el terreno; hay varias, desde Unicef a Médicos sin Fronteras, nosotros y varias más. La gente intenta ayudar mandando cosas que muchas veces no es lo que allí se necesita y genera problemas de traslado y almacenaje. Por eso la recomendación de las oenegés es que en lugar de captar materiales se capten fondos. Un ejemplo: Si yo envío 25 sartenes de modelos diferentes y otras tantas ollas y platos distintos... ¿cómo distribuyo eso entre las 500 personas que tengo en un campo? No es posible hacerlo de forma equitativa. Todas las Cruz Roja de Europa, por ejemplo, tenemos unos kits estandarizados con material para cocinar y comer. Así que si tienes una familia de cinco miembros le vas a dar todo lo que necesita en un paquete con un tamaño concreto y un peso manejable tanto para que ellos lo trasladen como para el almacenaje. Y en cada operación internacional se estudia qué kit de cocina o de abrigo es el adecuado para la zona del conflicto. Los que están trabajando sobre el terreno siempre nos piden que no enviemos nada que no nos hayan pedido, porque ellos tienen los almacenes limitados y necesitan usarlos para lo que de verdad les hace falta, y no pueden llenarlos con cosas que no les van a ser de utilidad y además van a robarles un montón de tiempo y espacio, tanto para organizarlas como para poder distribuirlas. Que no digo yo que esas cosas no sean buenas, pero igual para dentro de tres meses, no ahora.