Nace Vira, una asociación de ayuda a los refugiados ucranianos en A Coruña: «Una chica embarazada salió del país en pijama»
INTERNACIONAL
Natalia Kondroshkina constituyó la entidad el pasado 10 de marzo para recoger productos para los que huyen del horror. En Ucrania sigue parte de su familia: «Mis padres y mi hermana con mis sobrinas siguen en Jersón. ¿Cuánto más vamos a soportar esto? Nadie sabe cuál va a ser la siguiente Bucha»
10 abr 2022 . Actualizado a las 09:51 h.Natalia Kondrashkina vive en A Coruña desde el 2010 junto a su marido, que es gallego, y su hija, Anastasyia, de 27 años, que se trasladó desde Ucrania con su madre. Además, desde hace cinco años también residen en la ciudad su tía Zoia con una de sus hijas. «Ahora, con el inicio de la invasión rusa a Ucrania, queríamos ayudar a nuestro país. Vimos que casi toda la ayuda se centralizaba en enviar productos para Ucrania, pero cuando llegan los refugiados lo hacen sin nada. Por eso el día 10 de marzo empezamos con la asociación, que se llama Vira». La palabra significa fe en ucraniano. Ahora, gracias a la colaboración de diferentes voluntarios le están dando un toque de color: «Una de las chicas que acaba de llegar es pintora y está decorando la pared con unas flores». Porque los recién llegados quieren colaborar «y de alguna forma devolver lo que se les da. Los ucranianos somos así».
Tras conseguir un bajo, situado en la carretera del Santuario de Santa Gema número 3 de A Coruña, las tres mujeres empezaron poco a poco a recopilar productos para donar a los que llegan del horror de la guerra. «Nos lo cedió el dueño de la farmacia de al lado, que es amigo de mi marido. Yo le dije a él que quería hacer algo, pero que necesitaba un local, y nos lo dejaron. Son muy buenos con nosotros. De hecho, estamos de 11 a 14.00 horas y de 17.00 a 20.00 horas, pero él está pendiente y si viene alguien le abre». Una vez conseguido el sitio se pusieron manos a la obra y, «gracias a la ayuda de la gente ya tenemos muchas cosas. Este jueves nos trajeron cosas de Cáritas». Así, los que acaban de salir de Ucrania pueden encontrarse ropa, calzado, juguetes, sillas para los niños, muñecos, libros, mantas.... «Necesitamos productos de higiene. Cremas de manos e hidratantes, desodorantes, compresas, tampones, toallitas, pasta de dientes, cepillos, también para los niños. Les hace ilusión tener su propio cepillo. Muchos no entienden porque de repente tienen que ponerse ropa de otros», explica Natalia.
Sobre los artículos, Anastasyia aclara que «aunque a la vista se vean muchos, luego el problema es que le sirvan a la gente. Cada uno tiene un número de pie, una talla de ropa, entonces no siempre encuentran». Precisamente ese es uno de los motivos que complica la organización del almacén: «La gente tiene que revolver para encontrar. Nosotras organizamos como podemos, porque como todo el rato viene gente con cosas, tenemos que ir ordenando. Muchos nos dicen si nos ayudan a colocar». Fue el caso de dos chicas que este viernes por la mañana se acercaron al bajo para dejar cosas para niños: «Venimos de una guardería de cerca, si tenéis bolsas nos las llevamos y volvemos con más», dijeron. A su vez, otra mujer llegó con bolsas con productos, también para los pequeños. «Así estamos todo el día», apuntan las mujeres, que, aunque recalcan que la mayoría de la gente lleva enseres útiles, siempre hay quien aporta artículos en mal estado. «De todo, sandalias de tacón que ahora mismo los que llegan no van a usar; ropa con agujeros o sucia; y ahí atrás, cuando se pidiera desde AGA-Ucraína material para enviar al ejército ucraniano, nos dieran bañadores y bikinis». Sobre las prendas sin lavar, indican que «al principio las llevábamos para limpiar, pero claro, no podemos asumir eso con todo lo que llega. Entonces, lo donamos a otras entidades. Hay que donar con dignidad».
En cualquier caso, a punto de cumplir un mes de actividad, la asociación ya funciona como un centro social. «Vienen muchos refugiados y a la vez que les enseñamos lo que hay hablamos con ellos. Nos ayudan y se sienten bien hablando con otros ucranianos». Muchos de ellos salieron del país en guerra literalmente con lo puesto. «Vino una chica, Tamara, que está embarazada. Llegó a Oleiros con su hijo de 13 años. Los dos huyeron de su casa en Járkov en pijama porque su marido, que allí pertenece a Protección Civil, se entero de que iban a entrar en la ciudad militares chechenos. Ante la alerta, la gente empezó a huir en buses para llegar a la frontera. Una vez allí le dieron un sujetador, porque salió de casa como estaba, lista para dormir». Con ese mismo pijama sigue su hijo, «me preguntó si teníamos calzoncillos. Por eso también pedimos que nos donen ropa interior, en este caso nueva. Para que por lo menos puedan tener bragas, calzoncillos, sujetadores y de estos tipo top, que usan también las niñas».
Por desgracia, la historia de Tamara es ya común entre los ucranianos. «Ahora todos tenemos a familiares o amigos que han tenido que escapar. ¿Cuánto más vamos a soportar todo esto? Nadie sabe cuál va a ser la siguiente Bucha», dice Natalia, que no puede evitar emocionarse. En su caso, tiene en Jersón a sus padres y a una de sus hermanas con sus sobrinas. «Tiene dos de 15 años, dice que con nadie van a estar mejor que con ella y que ella no se va a ir dejando allí sola a mi madre». Sobre su progenitora, al preguntarle si está bien, Natalia responde: «¿Qué estar bien? Si es estar viva, sí». Pero tristemente Natalia admite que «ya no sé si es mejor que esté viva o muerta. Está deprimida y sufre muchísimo con todo esto». Además, la mujer, de 74 años padece varias enfermedades: «Tiene artritis, artrosis, una enfermedad autoinmune, una prótesis en la rodilla que salió mal y casi no puede caminar». Junto a ella, está su padre que, «afortunadamente está muy bien de salud y es él le que tira de ella». En el caso de su tía Zoia, la más pequeña de sus hijas se mudó con ella hace cinco años a A Coruña, mientras que las otras dos huyeron ahora de Ucrania: «Vienen con mis nietos, tengo tres y una en camino. Ahora están en Italia».
Sin confianza en las negociaciones
Sobre las negociaciones, señalan que «no nos creemos nada. Ni siquiera las seguimos. De hecho antes mucha gente nos preguntaba por las noticias, creo que ahora se han dado cuenta de que no nos hace bien. Al verlo por la tele parece que es una película, pero es un drama real. Ya hemos visto mucho horror. ¿Qué vas a negociar ahora? ¿Vas a resucitar a los muertos?», dice Natalia, mientras que su hija Anastasyia añade: «Quién crea todavía que los rusos quieren negociar es un iluso. Si él solo quisiera el Dombás no habría atacado todo el país. ¿Quieres Galicia y entras en Madrid?». Asimismo, su madre añade que «en cualquier caso, también tendrá algo que decir la gente del Dombás». Ante el panorama actual y tras las matanzas civiles en diversas localidades no creen que la guerra acabe pronto. «Hay gente que nos pregunta que hasta cuándo vamos a estar aquí. No lo sabemos. Ojalá no hiciéramos falta y pudieramos cerrar mañana».