«Un proyectil impactó contra la casa de mi mejor amigo en Járkov y ofrecí mi hogar en Santiago a su hija y a sus dos nietos»
INTERNACIONAL
El músico ucraniano Grigori Nedobora, que siente rabia al ver la masacre de su país a manos del ejército ruso, está satisfecho de acogerlos en su casa
08 abr 2022 . Actualizado a las 21:15 h.Grigori y Vladimir estaban predestinados a ser amigos en su Járkov natal: «Mi padre y el suyo habían nacido el mismo día, en 1933, en el mismo hospital, y juntos fueron a la guardería y a la escuela. Tuvieron vidas paralelas», señala Grigori, íntimo de Vladimir desde siempre. Porque su amistad continuó cuando Grigori Nedobora se fue a los 16 años, en 1980, a ampliar sus estudios de violín a Moscú, y Vladimir se quedó para formarse como ingeniero. Afincado en Santiago hace 25 años junto a su esposa Vera Ivanova, violinista rusa a la que conoció durante su etapa de formación en Moscú, había invitado a Vladimir a conocer Galicia, y juntos recorrieron distintas ciudades de España y viajaron a países como Escocia.
Tras iniciarse la guerra de Rusia contra Ucrania, Grigori supo que el edificio de Vladimir en Járkov había recibido el impacto de un proyectil, por lo que su familia tuvo que refugiarse en un sótano con treinta personas: «Pasaron allí diez días sin luz, sin calefacción, sin nada. Con unas velas, y saliendo solo para coger comida en sus casas». Pasado ese tiempo, escaparon en coche hacia el oeste del país, a Jmelnitski. Nedobora llamó a su amigo: «Le ofrecí mi casa. Le dije que entendía que él no podría salir, porque tiene 59 años y debe cuidar a su padre, de 89, pero que me enviase a su hija y a sus dos nietos». Así lo hicieron. Hanna (37 años) salió con su coche del país por Polonia y condujo hasta Santiago con Misha (9) y Yasha (4). «Llegaron tristes y cansados, pero son niños muy buenos y muy alegres. Estoy encantado con ellos, me ha cambiado un poco la vida, pero está bien. El jueves empezaron al colegio en Vite. La madre lo lleva peor, pero creo que va mejorando. Le gusta lo que la rodea, ya empieza a cocinar en casa ... está bien». A ella la conoce desde que era bebé: «Es como mi propia familia, y ahora, más».
De su familia, siguen en Járkov un tío de 81 años y su hija, prima de Grigori. Su tío vivía en un noveno piso, pero la guerra le privó del ascensor porque en cualquier momento podría quedarse atrapado si faltaba la electricidad. Grigori contactó con voluntarios en Járkov para que les llevasen comida, hasta que el octogenario pudo irse a la casa de su hija a las afueras de la ciudad. Recién operado de cadera, no tiene fuerza física ni moral para cruzar el país y salir hacia un territorio más seguro. Además, su yerno está integrado en la defensa territorial de la ciudad, y no es una opción dejarlo solo en la lucha.
Vera Ivanova y Grigori Nedobora se mostraban al inicio de la invasión completamente contrarios a una guerra incomprensible. Más de 40 días después, el músico ucraniano señala que «es todo muy deprimente, muy triste. Confío en la victoria de mi país, creo que luchamos mejor que los rusos, con menos medios y menos soldados pero más motivados». ¿Y qué siente al ver la destrucción de Járkov? No duda en la respuesta: «Rabia, mucha rabia, mucha tristeza y mucha preocupación, por todos los amigos y la familia que sigue allí». Sobre imágenes como las de Bucha y Mariúpol señala: «No hay palabras. No se entiende. Así acaban al final todas las guerras, sacan lo peor del ser humano. Y más si la propaganda rusa ha hecho una programación para esto durante muchos años: es como la Alemania nazi, la gente [en Rusia] se ha creído todo lo que se dice en televisión». Nedobora considera que la guerra ha disparado el sentimiento de Ucrania como país: «Si querían tener más cerca a Ucrania, ahora no la pueden tener más lejos». Y entiende que además de la independencia de Ucrania, lo que está en juego es que continúe siendo un país libre y democrático, a diferencia de una Rusia que «se está convirtiendo en un país totalitario, como Corea del Norte: no queda nada de libertades allí».