Las declaraciones del comandante del mando sur Yaron Finkelman y las visitas de Netanyahu y su ministro de Defensa a distintos batallones estacionados en la frontera de la Franja hacen presagiar la inminencia de la invasión. «Todo el pueblo de Israel está con vosotros y daremos un duro golpe a nuestros enemigos para lograr la victoria», arengó Netanyahu. «Pronto veréis a Gaza desde dentro», apuntó por su parte el ministro Gallant. En medio de los preparativos de la incursión terrestre, la preocupación ayer se centraban en la frontera norte con el Líbano con el Ejército israelí respondiendo a la escalada de ataques de Hezbolá, la milicia chií que tiene línea directa con Irán, y de Hamás. Mientras, en Siria las tropas estadounidenses repelían un ataque con drones. La pesadilla de la expansión de la guerra por la región está servida.
Y en medio de todo, el infierno de los civiles de Gaza, atrapados entre los combatientes islamistas y las represalias de Tel Aviv. En una guerra urbana en que milicianos y civiles se entremezclarán, y que además pondrá en peligro la vida de los más de 200 israelíes rehenes de Hamás.
La ofensiva terrestre solo traerá más muertos, más hambre, y también más odio entre los habitantes de Gaza, ya alimentado por los incesantes bombardeos que dejan las terribles imágenes de niños muertos o malheridos. Todo entre escombros y más escombros, entre la penuria de no tener ni agua ni pan, y en espera de la ínfima ayuda que entre por Rafah. Y en el lado israelí, más odio tras la masacre de más de un millar de israelíes a manos de Hamás y más lágrimas por sus soldados caídos. La tragedia de Oriente Medio se retroalimenta sin cesar.