Alvin Bragg, el fiscal de Harlem que ha hecho historia al condenar a Trump

María Rego MADRID / COLPISA

INTERNACIONAL

Alvin Bragg, fiscal del caso contra Trump.
Alvin Bragg, fiscal del caso contra Trump. Brendan McDermid | REUTERS

Este afroamericano, el primero en liderar la Fiscalía de Manhattan, metódico y conocido por no tirar adelante con un proceso si no lo tiene bien armado

01 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Alvin Bragg está acostumbrado a hacer historia. En el 2021, a punto de acabar el año, se convirtió en el primer afroamericano en ponerse al frente de la Fiscalía de Manhattan -un asiento donde solo ha tenido tres predecesores- pero lo que consiguió el pasado jueves supera para muchos ese hito. Los medios estadounidenses lo califican de «trascendental» para el devenir del país. Él sostiene que simplemente cumplió con su deber: «Hice mi trabajo, hicimos nuestro trabajo».

Nunca antes un fiscal había logrado que un expresidente de EE.UU. resultara condenado y, además, no uno cualquiera, sino Donald Trump, que entre sus habilidades se encuentra la de presentarse como una víctima y que le crean. Esta vez no le funcionó y el magnate fue declarado culpable de todos y cada uno de los 34 cargos que le había imputado Bragg en el caso por el supuesto soborno a la actriz porno Stormy Daniels.

Dicen de este abogado de 50 años que es, sobre todo, un experto en leyes. Metódico, atento al más pequeño de los detalles y, en las seis semanas que se alargó el juicio contra Trump, un hombre impasible, inquietantemente tranquilo, según el retrato realizado por su personal al periódico The New York Times. Y eso que ante él tenía al político que le ha atacado una y otra vez desde que asumió la investigación por el pago de 150.000 dólares a Daniels, a menudo con el color de su piel como arma. Es un «racista al revés», le llegó a espetar el magnate en su particular delirio. Tampoco el jueves, con el veredicto en la mano, quiso Bragg responder al reguero de descalificaciones y críticas que han dejado el líder republicano y su entorno contra su persona en los últimos meses. «Hay muchas voces por ahí, pero la única voz que importa es la del jurado, y el jurado ha hablado», sentenció.

El fiscal del distrito de Manhattan, uno de los cinco que conforman el Ministerio Público en representación de cada barrio de Nueva York, ya avisó de sus intenciones cuando se postuló para el cargo. Su objetivo era tratar por igual a ricos y poderosos y al resto de ciudadanos ante la Justicia. «Si bien este acusado puede ser diferente a cualquier otro en la historia de Estados Unidos, llegamos a este juicio, y finalmente hoy a este veredicto, de la misma manera que cualquier otro caso que llega a la sala del tribunal: siguiendo los hechos y la ley, y haciéndolo sin miedo ni favoritismo», reiteró el jueves Bragg, conocido por no tirar adelante con un proceso si no lo tiene bien armado.

Marcado por sus orígenes

Nacido en Harlem y con estudios en la elitista Trinity School de Manhattan y la Universidad de Harvard, donde se graduó en Derecho, el fiscal del caso Trump cuenta que antes de cumplir los 21 años la policía ya le había apuntado con una pistola en media docena de ocasiones.

Su respuesta fue labrarse una carrera en la defensa de los derechos civiles. Ejerció, por ejemplo, como abogado de la familia de Eric Garner, un hombre negro asfixiado por los agentes en el 2014. También participó en las investigaciones sobre el productor de cine y depredador sexual Harvey Weinstein. Hoy cuenta en su oficina con medio millar de letrados a su cargo.

Su trayectoria le ha impedido mantener un perfil bajo, alejado de enredos políticos, muy a su pesar. Con Trump por medio era consciente de que iba a ser imposible, lo sabía por experiencia propia. Bragg y el expresidente eran viejos conocidos porque, antes de sentarle en el banquillo por los pagos a la actriz porno, el fiscal examinó la acusación de uno de los antiguos hombres de confianza del político (Steve Bannon) por lavado de dinero y fraude y supervisó también el caso contra la Fundación Trump, que acabó echando el cierre.