Le Pen tensa el pulso con Barnier con más exigencias para salvar al Gobierno francés
INTERNACIONAL
No considera suficiente la renuncia del Gobierno a rescatar un impuesto sobre la electricidad o el recorte de la ayuda médica a los inmigrantes, y quiere sacar más rédito
29 nov 2024 . Actualizado a las 20:19 h.La cuenta atrás para salvar al Gobierno francés se aceleró este viernes, cuando la líder de la extrema derecha, de cuyos votos parlamentarios depende su supervivencia, envió un ultimátum para urgirle a dar una respuesta positiva a sus exigencias. «Ha dado pasos, pero es insuficiente. Tiene hasta el lunes», publicó Marine Le Pen, convertida en la jueza de la política francesa gracias a sus 140 diputados que tienen la llave para la supervivencia del Ejecutivo.
Fue la respuesta a los movimientos del primer ministro, Michel Barnier, que respondió positivamente a algunas de las líneas rojas que había marcado la extrema derecha, como la renuncia a rescatar un impuesto sobre la electricidad o el recorte de la ayuda médica a los inmigrantes clandestinos.
Con esta última decisión, el jefe del Ejecutivo se echó en brazos de Le Pen, cortando casi por completo cualquier otro cálculo parlamentario. En concreto, el de convencer a los socialistas de romper con el bloque de izquierdas, al que había apelado ante la difícil situación financiera que vive el país. Barnier busca la ecuación que le permita sacar adelante las cuentas del país sin tener mayoría y aunque por su despacho han desfilado todos los líderes parlamentarios, solo parece estar escuchando a los de derechas.
El primer ministro ha sido sensible a sus exigencias sobre no agravar la fiscalidad de las empresas y reducir al máximo las subidas de impuestos. Pero todavía no tiene el sí de Le Pen, que ahora aparece como la única garantía de continuidad de un Ejecutivo elegido en septiembre en una Asamblea Nacional dividida en tres bloques irreconciliables.
La líder de la extrema derecha ha visto un filón en la debilidad del Ejecutivo y quiere sacar más rédito. Vende como triunfos las concesiones arrancadas que encandilan a su electorado, tanto a las clases populares, que verán su factura de la luz bajar más de lo previsto, como a las bases más tradicionales, encantadas con el recorte de la ayuda a inmigrantes.
Sus nuevos caballos de batalla pasan por que el primer ministro renuncie a congelar la subida de las pensiones del 2025 durante medio año y a dejar de subvencionar una batería de medicamentos.
Le Pen sabe que todas esas líneas rojas tienen un coste y, envuelta en el papel de convertirse en una fuerza de gobierno algún día, asegura que para financiarlos serán necesarios otros recortes.
Como principio general apunta dos fuentes, la reducción de las ayudas a los inmigrantes y el recorte de la aportación de Francia a la Unión Europea.
Pero en una entrevista a Le Monde deja otras pistas, como el aumento de la tasa sobre las transacciones financieras o la de la compra de acciones. «Ellos solo quieren subir los impuestos o bajar las prestaciones», afirma la líder ultraderechista, que sigue considerando malo el presupuesto del Gobierno.
Presupuestos sin censura
La esperanza para Barnier es que, aunque no lo apoyen, renuncien a derribar al Gobierno. El primer ministro podría así sacarlo adelante sin voto parlamentario a través de un mecanismo constitucional que le permite hacerlo, pero que le expone a una moción de censura.
En paralelo, el jefe del Gobierno y la líder de la extrema derecha han entrado en una confrontación más simbólica. Barnier se niega a asegurar que sus últimas modificaciones presupuestarias sean una concesión a Le Pen, lo cual enerva a la finalista de las dos últimas presidenciales.
«Quieren nuestros votos, pero no nuestras caras, lo llevo viendo desde hace 40 años», asegura a Le Monde, al tiempo que recuerda que el suyo, con 11 millones de votos, fue el partido más votado de las legislativas de julio.
Barnier, que prosiguió con su agenda oficial que marcaba una visita a Limoges, prefirió no entrar en confrontación directa y, fiel a su talante de paciente negociador, atemperó los ánimos y aseguró no sentirse atenazado por un ultimátum.
«Estamos en un planteamiento de respeto y diálogo», se limitó a decir el jefe del Ejecutivo, mientras sus equipos multiplican los contactos para desatascar la situación y alargar su supervivencia.
De quien sabe que no puede esperar gran cosa es de la izquierda, cuyo líder, Jean-Luc Mélenchon, le acusó de pactar con la extrema derecha, auguró que su Ejecutivo tiene los días contados y apuntó más alto pidiendo la dimisión del presidente, Emmanuel Macron.