¿Por qué a un perro le calculan la dosis de antibiótico respecto a su peso y a mí no?
EL BOTIQUÍN
Mientras que en pediatría y en veterinaria es práctica habitual ajustar las dosis del principio activo al peso del paciente, a los adultos se les unifica su prescripción en dosis estandarizadas
22 abr 2024 . Actualizado a las 13:47 h.¿Se han preguntado alguna vez por qué a los niños —y, en medicina veterinaria, también a los perros— se les ajusta a su peso la dosis de medicación que van a recibir y, sin embargo, cuando nos convertimos en adultos se deja de hacer?, ¿por qué cuando cumplimos una edad se deja de ser tan preciso en las prescripciones y se receta amoxicilina de 500 mg independientemente de si el paciente pesa 50 kilogramos o 140?, ¿un hombre con sobrepeso y una mujer sin sobrepeso necesitan la misma dosis de paracetamol para su dolor?
Se hayan planteado previamente o no estas cuestiones, la pregunta que surge es la misma: ¿estamos sobremedicando o inframedicando a grupos poblacionales?, ¿las dosis estándar que existen en el mercado son más apropiadas para Pau Gasol o para Leo Messi? «Es una buena pregunta y un planteamiento muy razonable. Básicamente, se hace por practicidad de la industria farmacéutica», adelanta Octavio Pérez Luzardo, catedrático de toxicología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y miembro del grupo de Instituto Universitario del Investigaciones Biomédicas y Sanitarias (IUIBS). Como verán, sobre este tema hay mucha tela que cortar.
Dosis ajustadas, ¿pero es suficiente?
Es cierto que el abanico de dosis y alternativas terapéuticas que nos podemos encontrar en cualquier farmacia ante casi cualquier patología es amplio. «En los antisépticos de uso más común como la amoxicilina, la amoxicilina con ácido clavulánico, la azitromicina o la claritromicina hay diferentes dosis. Están disponible en concentraciones de 250, 500, 750 u 875 miligramos y algunos llegan incluso a ser de un gramo. El fármaco suele ajustarse a la naturaleza de la infección, por ejemplo. Existen diferentes dosis para ajustarse un poco a la patología y el peso del paciente, aunque es verdad que en determinados escenarios, como ante infecciones respiratorias más agudas o de orina, no se hace. Pero suelen ser ya fármacos que se utilizan exclusivamente en adultos», enumera Ramón Sáez, vicepresidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de la provincia de A Coruña (COFC). Por tanto sí, la oferta es amplia, pero es lógico pensar que, al igual que el alcohol no afecta por igual a todas las personas, con los antibacterianos (o cualquier otro fármaco) suceda lo mismo.
El farmacéutico explica que una de las razones fundamentales de que en la población pediátrica se sea mucho más preciso se debe a la falta de maduración orgánica de los niños y niñas pequeñas. «Los adultos no metabolizan igual los medicamentos que los niños, eso por un lado. Y por otro, por mucho que ajustes la dosis, siempre hay una cantidad que no debes sobrepasar por kilogramo y kilo de peso. Entre 60 y 70 kilos la diferencia puede ser muy pequeña, pero, entre 5 y 9 kilos, el margen proporcional acarrea más complicaciones», detalla. Esas «complicaciones» son, fundamentalmente, la mayor dificultad de revertir la situación en caso de que algo en el tratamiento no vaya como se espera, especialmente en determinados órganos como el hígado, el riñón o el sistema inmunitario.
Cuando el organismo madura y toleramos mejor los fármacos, somos menos estrictos. ¿Pero es la situación ideal? «La pregunta es, ¿con un mismo tratamiento —pongamos por ejemplo una pauta de tres tomas diarias de amoxicilina con ácido clavulánico de 500 mg.— una mujer de 50 kilogramos estaría sobredosificada si la comparamos con un varón de 120 kg? En el caso de antibióticos, y con infecciones comunes, en pacientes que no tengan ninguna otra complicación, se ha visto que la dosis para un 'adulto medio' no es necesario ajustarla al peso. Se han hecho algunos estudios sobre las ventajas y desventajas de ajustar las dosis al peso, y no parece que las ventajas justifiquen este ajuste. En cualquier caso, en determinadas situaciones clínicas o demográficas sí se hace», expone María Teresa Tejedor, catedrática de microbiología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que también argumenta que el sistema actual se basa en ser prácticos. Se trata de asegurarnos de que el paciente, por encima de todo, se tome la medicación, sea ligeramente superior o inferior a la que le podría corresponder estrictamente en base a su peso. «Si te vas a los extremos, el médico puedo decidir ajustar un poco, pero no se debe complicar mucho la dosificación ya que el paciente puede dejar el tratamiento. Si complicas el manejo, aparece la falta de adherencia al tratamiento. Básicamente, las dosis que tienen en la farmacia son las adecuadas para adultos o para población pediátrica, en infecciones "normales". Otra cosa es un adulto con obesidad importante, o una persona muy, muy delgada. Pero es muy difícil fabricar y comercializar un medicamento que se pueda fraccionar para ajustar las dosis a cada persona individual, de forma sencilla y eficaz. Hay que tener en cuenta que en cada pastilla, además del principio activo, hay excipientes y otras sustancias, y no se distribuye de forma uniforme, por lo que, al partir la pastilla, puedes no estar tomando la mitad del principio activo», profundiza Tejedor. ¿Pero cuáles son las consecuencias de esta practicidad?
Más medicados y más contaminantes
Una cosa es que la situación sea lo que es. Otra cosa muy distinta es que sea lo óptimo. «En un mundo ideal deberíamos conocer cuál es nuestro perfil metabólico, tenerlo incorporado en nuestro perfil de salud y ajustar las medicaciones en consecuencia, pero eso está muy lejos», se lamenta Octavio Pérez Luzardo que confirma que, por regla general, estamos 'prácticamente' sobremedicados. «De entrada solemos dar de más para no quedarnos cortos. Los gorditos están más seguros que la gente más delgada», bromea. Pero entre broma y broma...
El catedrático canario se muestra crítico con el sistema actual y por las implicaciones que este tiene en su área de conocimiento: la toxicología. El docente va desenmarañando algunas de las consecuencias de no ajustar las dosis al peso de los pacientes, una práctica que, por muy pragmática que sea, tiene consecuencias. «Si no se prescribe con precisión es por practicidad, por asegurarse de que la gente, la población general, entienda su medicación, especialmente aquellas personas mayores y polimedicadas a las que ya les cuesta trabajo acordarse de para qué es cada pastilla. Pero también por conveniencia del tejido farmacéutico. No deja de ser todo una mezcla de márketing, intereses económicos y de practicidad, no sé en qué porcentajes. Lo deseable serían unas dosis más personalizadas. ¿Es normal que si mujer pesa cincuenta kilos, yo cerca de noventa y otro 140, ¿todos nos tomemos la misma aspirina? Es obvio que, o a alguien se le está quedando corta o a alguien le está sobrando un montón de dosis? Para que nadie se quede corto, generalmente los márgenes de seguridad de los medicamentos son amplios, pero es verdad que la persona que consume más dosis de la que le corresponde también está generando más residuos, y como toxicólogo es algo que a mis alumnos siempre les traslado: en la medicina humana se debería prescribir como se prescribe en veterinaria; ajustando las dosis al paciente. No tanto ya por una cuestión de salud del propio paciente y de eficacia de la medicación, sino de generación de residuos químicos que pasan al medio. Como ambientalista, es lo que más me preocupa», expone Pérez Luzardo.
¿Pero de qué manera la sobredosificación de un paciente que no precisa de tanta cantidad de principio activo pasa al medio? Imaginemos que se nos prescribe un medicamento de 500 mg a un paciente al que le sería suficiente con una prescripción de 400 mg para inhibir la formación de colonias bacterianas y frenar la infección. ¿Qué va a suceder con esos 100 mg que 'sobran'? Pues que el organismo, tal cual entraron, los va a desechar a través de, por ejemplo, la orina. «Va a parar al medio ambiente produciendo efectos sobre la microbiota del suelo y del agua, va a generar cepas de patógenos resistentes. La carga química que nosotros mandamos al medio se podría reducir bastante ajustando las dosis. Esto se ve muy bien cuando se analiza cualquier fluente de una urbe grande —pongamos Vigo o A Coruña—. Ese fluente que está a dos kilómetros adentro de la línea de costa va a ir a parar al mar. Pues ve y coge los peces que están por allí y alucinarás: tienen cocaína, estrógenos, píldora anticonceptiva, antibióticos de todos los tipos. Son residuos que secretamos a través de la orina. Y cuanto más dosis consumes, más hay. Es algo que evitaríamos si pudiésemos ajustar las dosis. Porque siempre estamos con el tamaño de los envases, de las cajas. Los americanos en este sentido lo hacen bastante mejor que nosotros, ajustando la prescripción a la duración del tratamiento y entregándolo en envases no comerciales, sino personalizados», reclama el toxicólogo que recuerda lo sistematizado que está en España dar más fármacos de los necesarios. Medicamentos que no se utilizan y que, en el mejor de los casos, acaban en un punto Sigre; en el peor, en la basura convencional cuando todavía son farmacológicamente activos.
A todo esto, súmenle además de la ingente cantidad de blísters —fabricados a base de plásticos rígidos como PVC y de aluminio— que son, en la práctica, irreciclables. «Ya me gustaría a mí que en medicina humana se hiciese algo parecido a lo que se hace en veterinaria ajustando las dosis. Creo que sinceramente se hace porque siempre se ha hecho así y porque cuesta cambiarlo», intuye el catedrático de la universidad insular. Parecería un cambio lógico cuando el enfoque de la salud del siglo XXI es el llamado one health (salud única, en inglés). Esto es, que la salud de animales y plantas y de nuestro medio en general influirá en la salud humana.