Los riñones, los grandes desconocidos de nuestro cuerpo: ¿qué causa una insuficiencia renal?, ¿qué es y cómo funciona la diálisis?
ENFERMEDADES
El riñón es uno de los órganos más desconocidos y enigmáticos del cuerpo humano y, a la vez, uno de los más interesantes
07 jun 2022 . Actualizado a las 13:06 h.Imagínense que en plena calle abordásemos sorpresivamente con un test sobre conocimientos médicos a los transeúntes de cualquier ciudad. Pocos serían los que no sabrían situar los riñones al preguntarles por su localización, llevándose instintivamente ambas manos a cada lado de la región posterior del abdomen. Incluso si fuésemos un paso más allá y les cuestionásemos sobre cuál es su cometido, la mayoría respondería correctamente, refiriéndose de una forma coloquial, a la producción de orina. Ahora bien, si profundizásemos un poco más en su papel dentro de nuestro organismo y las consecuencias en caso de su mal funcionamiento, las reservas serían más que patentes. El riñón es uno de los órganos más desconocidos y enigmáticos del cuerpo humano y, a la vez, uno de los más interesantes. Ya desde la antigüedad existen numerosas referencias a ellos, por ejemplo en el Antiguo Testamento, dónde aparecen múltiples menciones en sentido figurado; se habla de ellos como el espejo del alma o el lugar donde se alojan la personalidad y las emociones. Si bien hoy en día se conoce que su función es mucho más prosaica, no es menos cierto que tienen un papel fundamental a la hora de mantener la armonía y equilibrio del medio interno, o dicho de forma científica, de mantener la homeostasis de nuestro organismo.
No solo suponen una materia complicada para la población general, incluso dentro del ámbito sanitario, la fisiología renal es un tema abstracto y complejo. Su especialidad clínica, la nefrología, es vista como una de las más complejas, teniendo que enfrentarse a algunos de los rompecabezas médicos más enrevesados del ámbito hospitalario. Es revelador como al personaje principal de la serie de televisión House, ese médico tan detestable como capaz de resolver cualquier caso clínico, le asignasen el rol de especialista en nefrología. En los siguientes párrafos trataremos de responder las preguntas más básicas en torno a este órgano tan importante como desconocido.
¿Para qué sirven los riñones?
Los riñones son un par de órganos gemelos esenciales para el cuerpo humano. Tienen forma de habichuela, miden en torno a los 12 centímetros y son el órgano principal del sistema urinario. Son los encargados de la formación de orina con el objetivo principal de aclarar las toxinas y mantener un balance adecuado de líquidos en nuestro organismo. Para ello, se encargan de filtrar y reabsorber una y otra vez la sangre de nuestro; funcionan como una depuradora, haciendo que, de los alrededor de 180 litros que filtramos diariamente, terminen por desecharse en torno a uno y tres litros diarios en forma de orina. Pero tienen, además, otras funciones muy relevantes, como la regulación de presión arterial, el control del Ph corporal, la síntesis de vitamina D o la producción natural de la hormona eritropoyetina, conocida como EPO y famosa por ser utilizada ilegal y artificialmente por numerosos deportistas para aumentar su rendimiento, ya que estimula la producción de glóbulos rojos.
¿Qué ocurre cuando los riñones no funcionan adecuadamente?
Cuando a un paciente se le transmite que tiene una problema en su función renal, es frecuente y totalmente compresible recibir como respuesta frases como: «Pero, ¿fallan los dos riñones?» o «pues a mí no me duele nada». Lo cierto es que la mayoría de las enfermedades renales afectan simultáneamente a ambos riñones por igual, ya que los mecanismos por los que se produce ese daño condicionan de la misma manera tanto a uno como a otro riñón. Por tanto, cuando hablamos científicamente de insuficiencia renal, nos referimos a que la función global de ambos riñones está alterada. Aunque hay enfermedades que pueden afectar a un solo riñón, como los cálculos renales (piedras alojadas en su interior) o los tumores renales, estas no suelen alterar significativamente la función global, precisamente porque se cuenta con otro riñón sano, además de que el propio riñón afectado mantendrá parte de su funcionamiento intacto.
Con respecto a los síntomas, estos aparecen generalmente cuándo la función renal está muy disminuida, especialmente por debajo del 20-30 % del total o incluso del 10 % si ese deterioro se ha producido muy lentamente. Hasta ese momento, los riñones consiguen adaptarse a esa situación y lo habitual es que el paciente permanezca asintomático, o que presente síntomas leves como acudir más a menudo a orinar, especialmente durante la noche. En ocasiones, hay alteraciones en la orina que nos pueden alertar sobre que algo está pasando, como la presencia de sangre o que sea muy espumosa, que sugiere una pérdida excesiva de proteínas. Sin embargo, cuando la función renal está severamente afectada, los síntomas comienzan a multiplicarse. Malestar general, cansancio, insomnio, náuseas y vómitos, déficit de atención o retención de líquidos en forma de hinchazón de las piernas o dificultad para respirar, síntomas que irán apareciendo progresivamente a medida que desciende la función renal. Ya cuando esta es crítica o nula, comienza a disminuir progresivamente la cantidad de orina que producimos, favoreciendo todavía más el acúmulo de líquido y sustancias tóxicas en nuestro organismo, lo cual, si no se resuelve, derivará en alteraciones cardíacas, neurológicas y respiratorias severas hasta la muerte.
¿Qué causas provocan insuficiencia renal?
Los riñones son órganos bastante sensibles, susceptibles de dañarse por múltiples motivos muy diferentes entre sí. Sin embargo, lo primero que debemos diferenciar es la velocidad de instauración de ese deterioro, diferenciando entre insuficiencia renal aguda y crónica. La insuficiencia renal aguda es aquella en la que la disminución de la capacidad renal ocurre de forma muy rápida, es decir, de horas a días. Los motivos más frecuentes por los que esto ocurre son por episodios marcados de deshidratación o disminución del volumen de sangre, como diarreas profusas, vómitos, quemaduras, infecciones severas o hemorragias, entre muchas otras posibilidades. Otra razón importante son las toxicidades, sobre todo por fármacos, motivadas principalmente por antiinflamatorios no esteroideos (AINES) como por ejemplo el ibuprofeno o el dexketoprofeno. Generalmente, en estos casos, si se logra resolver la causa, el daño renal es reversible y se puede recuperar su función por completo, aunque según la severidad del evento pueden quedar daños crónicos o incluso no recuperarse.
Por otra parte, la insuficiencia renal crónica es aquella que se produce cuando el deterioro es prolongado en el tiempo, persistiendo al menos durante tres meses desde su detección, habiendo una o varias causas que irán disminuyendo lenta, pero progresivamente, la función del riñón. En España, las causas más frecuentes de esto son la hipertensión arterial y la diabetes mellitus, aunque existe una serie de factores de riesgo que pueden favorecerla, como la obesidad, algunos fármacos o el tabaco, así como una larga lista de enfermedades menos habituales como el lupus, vasculitis o diversos tipos de cáncer. Cuando se ha instaurado una insuficiencia renal crónica, el daño es generalmente irreversible, por lo que el objetivo principal no será recuperar la función renal, sino ralentizar su deterioro.
¿Cómo sabemos el grado de funcionamiento de nuestros riñones?
Los métodos para cuantificar la función renal se basan en analíticas tanto de sangre como de orina. El parámetro más conocido y el que nos suele poner en alerta en un análisis rutinario es la elevación de la creatinina, si bien hay que tener en cuenta que sus valores no estiman con exactitud la función renal y pueden verse afectados por diferentes motivos. Por ejemplo, un índice de masa muscular muy alto puede elevar sus valores sin haber realmente una enfermedad renal; por el contrario, un índice muy bajo puede dar valores normales enmascarándola. Por tanto, hay que tener en cuenta otros parámetros tanto de sangre como de orina para tener una evaluación más completa, siendo preciso en ocasiones recoger esta última durante 24 horas para cuantificarla y analizarla adecuadamente. El resultado de estos análisis estimará el grado de insuficiencia renal en caso de que exista. También deben realizarse pruebas de imagen como la ecografía, que si bien no nos precisará el grado de función renal, puede darnos datos útiles para conocer el tiempo de evolución de la enfermedad y, en alguna rara ocasión, la causa de la misma.
¿Podemos vivir con un sólo riñon?
La respuesta es rotundamente sí. Cuando por cualquier razón, ya sea desde el nacimiento o por algún motivo médico, un paciente se queda con un solo riñón sano, podrá realizar una vida normal, puesto que ese único riñón crecerá en tamaño y función para compensar la ausencia del otro. El mejor ejemplo son los donantes renales, que de forma voluntaria ceden uno de sus riñones sanos viviendo el resto de su vida con uno solo. Si bien exponerse a vivir con un único riñón les obliga a ser más precavidos y llevar un control más estricto de los factores de riesgo como la hipertensión arterial y evitar posibles tóxicos, no se ha demostrado que el donante tenga un riesgo claramente mayor que la población general de evolucionar hacia una insuficiencia renal crónica terminal.
¿Y sin que funcione ninguno de los dos riñones?
¿Se puede vivir sin los dos riñones? Aquí la respuesta también es clara, no sin ayuda externa. Los riñones son órganos esenciales para la vida. Ahora bien, pongámonos en el hipotético caso de que cada órgano tuviese un botón de «off» para desactivarlo en cualquier momento. Al «apagar» los riñones, a diferencia de lo que ocurriría con el corazón, el cerebro o los pulmones (donde el fallecimiento sería casi instantáneo), no moriríamos de inmediato. Podrían pasar una gran cantidad de horas o incluso días hasta que el acúmulo de sustancias tóxicas o el exceso de líquido en nuestro cuerpo nos ocasionase la muerte. Esta ventana de tiempo ha permitido que los avances de la medicina hayan podido desarrollar terapias que sustituyan, al menos parcialmente, las funciones del riñón. Y es aquí donde entra el concepto de la diálisis.
¿Qué es y cómo funciona la diálisis?
Como decíamos, la diálisis es un proceso artificial mediante el cual sustituimos algunas de las funciones esenciales del riñón, principalmente eliminar las toxinas y el exceso de agua de nuestro cuerpo. Puede realizarse de forma temporal, en procesos agudos hasta que recuperemos nuestra propia función renal, o de forma crónica en aquellas situaciones en las que la insuficiencia renal es terminal e irreversible. Es evidente que no es un proceso equiparable al que realizan los riñones de una persona sana, que trabajan las 24 horas del día de los siete días de la semana. Tampoco otras de las funciones del riñón se pueden sustituirse con esta terapia y los pacientes precisarán de otro tipo de soporte médico. Además la ausencia de unos riñones sanos genera una serie de efectos deletéreos a otros niveles, especialmente cardiovasculares, que tampoco se puede evitar con la diálisis. Por tanto, a pesar de que es una técnica que se ha sofisticado enormemente y es capaz de mantener vivos con una aceptable calidad de vida a más de 60.000 pacientes en la actualidad en España, en aquellos que sea posible y cumplan una serie de requisitos, la diálisis será una terapia puente hasta el trasplante renal.
¿Que tipos de diálisis hay?
Existen dos modalidades de diálisis, la hemodiálisis y la diálisis peritoneal, equiparables en su eficacia a la hora de sustituir la función renal y cuya elección, salvo condiciones médicas que lo impidan, corresponderá a la decisión del paciente. La hemodiálisis es una técnica en la que una máquina suple las tareas principales del riñón conectándose a un acceso venoso del paciente. Es decir, se crea un circuito externo en el que la sangre sale del paciente, se depura en una máquina y vuelve al cuerpo de la persona. Es un proceso que por lo general suele hacerse tres veces a la semana durante unas cuatro horas en un centro hospitalario. Menos habitual, aunque cobrando cada vez más importancia, es la opción domiciliaria. El paciente tiene la máquina en su propia casa y, tras un entrenamiento adecuado, es él mismo el que realiza el procedimiento, proporcionándole una mayor flexibilidad y capacidad para la conciliación laboral y familiar. La diálisis peritoneal es una técnica que consiste en que el paciente porte un catéter conectado al interior de su cavidad abdominal mediante una pequeña cirugía. A través de ese orificio se rellena el abdomen de un líquido que, gracias al peritoneo (una membrana que recubre nuestro abdomen), absorberá las sustancias de desecho y el exceso de líquido de nuestro organismo. Ese líquido tendremos que recambiarlo entre unas tres y cinco veces al día. A pesar de lo complejo que pueda sonar, es un tratamiento que los pacientes aprenden con cierta facilidad y, una vez dominado, les otorga una gran independencia en su vida diaria.
En definitiva, si bien los riñones no parecen ser el lugar donde se aloja el alma como se pensaba en la antigüedad, son órganos vitales del cuerpo humano. Una máquina perfecta y natural, con función purificadora en el sentido literal y capaces de mantener en orden gran parte de lo que sucede en nuestro un interior. A pesar de los avances científicos y el desarrollo de técnicas que sustituyan su función como la diálisis, nuestra vida sin ellos se hace mucho más complicada.