Rubén Merchán, paciente de linfoma: «Los tratamientos son muy duros, pero hay que aguantar para volver a vivir»
ENFERMEDADES
En su juventud, pasó de ser uno de los 500 mejores tenistas del mundo a someterse a un trasplante de médula para curar el cáncer
15 sep 2022 . Actualizado a las 13:34 h.De la noche a la mañana. Así comienza el relato de Rubén Merchán, otrora estrella en ascenso en el mundo del tenis profesional; hoy, entrenador de tenis y pádel. A sus 17 años, el joven se enfrentó por primera vez a una enfermedad que cambiaría el curso de su vida, el linfoma de Hodgkin. Un cáncer que afecta de manera predominante a personas jóvenes, atacando su sistema linfático, parte fundamental del sistema inmunitario.
Cuando una persona desarrolla un linfoma, se produce un fallo en el funcionamiento de los linfocitos, unas células que defienden al organismo frente a las infecciones y forman parte de la sangre. En particular, según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), se diagnostican unos 1.400 casos de linfoma de Hodgkin al año. En el Día Mundial del Linfoma, Rubén, que a sus 39 años está en remisión total, cuenta su historia.
«Me fui a dormir y me salió un bulto muy grande en el cuello de la noche a la mañana. Enorme, una cosa muy extraña», recuerda Rubén. Aunque no sentía dolor, el problema se estaba manifestando. «Fui al médico. Empezaron los exámenes, y al final me operaron, me biopsiaron el bulto y salió que era linfoma de Hodgkin», cuenta.
Tratamiento
El linfoma de Hodgkin tiene distintas líneas de tratamiento. El camino a seguir se establece, entre otras cosas, según el estadio en el que se encuentre el cáncer en el momento del diagnóstico. Esto permite también evaluar el pronóstico del paciente. En el caso de Rubén, el pronóstico era, afortunadamente, alentador. Pero tuvo que renunciar a ciertas cosas en el camino a la remisión.
«Tenía buen pronóstico para salvar mi vida, pero tenía que parar lo que estaba haciendo. En esa época, yo estaba jugando al tenis profesional. Estaba intentando ser un buen jugador y tuve que parar mi carrera. Era imposible compaginarlo con el tratamiento, porque te deja totalmente debilitado, fuera de combate durante esos meses. Estás casi muerto», explica Rubén.
Así comenzó el tratamiento. «Empecé con quimioterapia durante seis meses y luego un mes de radioterapia sin parar. Fue un tratamiento muy duro. La quimioterapia en estos casos es muy agresiva. Estuve yendo a una sesión cada 15 días. Tuve muchos vómitos, cansancio, fiebre. Te pasan muchas cosas, te baja la energía. Físicamente es mucho sufrimiento», dice Rubén.
Esos meses duros tuvieron, finalmente, su recompensa. Había llegado el alta. «Me hicieron un escáner y vieron que ya no tenía restos visibles de la enfermedad, entonces podía hacer vida normal. Volver a entrenar y al circuito profesional. Cuando me recuperé, tenía 19 años y pude jugar a buen nivel, entre los primeros 500 del mundo después de la primera enfermedad», cuenta.
Recaídas
Joven, enérgico y en forma, Rubén ascendía a lo más alto de su profesión como deportista de alto nivel. El tenis era su vida entera. Y entonces, llegó lo peor. «Me habían dicho que ya no tenía restos de la enfermedad, estaba totalmente olvidado y yo ni siquiera sabía que se podía recaer. Pero la vida es así. Llegué de un viaje a un torneo en Turquía y me noté un ganglio en el cuello muy pequeñito. Se lo dije al médico y me dijo que otra vez había que examinarlo. Y por desgracia, se vio que era otra vez linfoma», recuerda.
«Físicamente estaba muy bien, estaba entrenando a nivel profesional, con la juventud que tenía en esa época y el entrenamiento, estaba perfecto, hasta que me salió esto y otra vez volví a empezar con los tratamientos. Volví a ser casi un cadáver, con varios ingresos en el hospital, un malestar físico fatal, horrible. Y un cambio de vida radical, por desgracia», dice Rubén.
Con la recaída, el cuadro era distinto al del primer diagnóstico, y el tratamiento también. «La segunda vez que pasó, los tratamientos fueron más agresivos aún. Lo pasé bastante mal durante un año. Me hicieron un autotrasplante de médula, que es un tratamiento en el que te matan con quimioterapia todas tus células, las buenas, las malas y las defensas, y luego te sacan las células para poder infundírtelas. Es una cosa compleja. Te tienes que volver a vacunar como si hubieras vuelto a nacer», explica.
«Cuando el camino se hace duro, el duro camina» es una frase que Rubén repite frecuentemente y la tiene apuntada, incluso, en su perfil de WhatsApp. Este se ha convertido en el lema de su vida. Resistir y persistir hasta llegar a una recompensa. Algo que un deportista de alto nivel sabe hacer mejor que nadie. Y algo que un paciente de linfoma necesita repetirse para no venirse abajo. Con su segundo linfoma de Hodgkin, Rubén tuvo que grabársela a fuego. «La recuperación fue más larga, porque es más duro y más agresivo todavía. Pero después de esto volví a remisión completa y volví a tener vida normal, aunque ya dejé de jugar al tenis y empecé a ser entrenador», cuenta.
Esta vez, la tregua del cáncer duró poco. «Al cabo de un par de años, volví a recaer con otro pequeño ganglio inflamado en el cuello», recuerda Rubén. En aquel momento, tenía 22 años. «Ahí ya pienso que se me va a acabar la vida, porque no hay más soluciones, la única solución que había era un trasplante de médula de donante», dice.
Pero el trasplante tardaba en llegar. Además, se trataba de un procedimiento complejo y con altas probabilidades de complicaciones. «Me mantuve en espera de donante durante unos ocho meses y al final encontraron una mujer en Alemania que era compatible. Iniciamos el proceso, que era bastante complicado. Durante unos diez días te ponen mucha quimioterapia, te matan las defensas, pero te infunden las células del donante y las complicaciones son muchas porque no son tus células. Suele haber mucho rechazo», explica Rubén.
«Tuve muchísimas complicaciones. Tuve fiebre, me atacó al pulmón, tuve muchos ingresos. Fue bastante complicado. Las defensas me bajaron, a día de hoy, después de 15 años del trasplante, sigo inmunodeprimido», recuerda Rubén. Esto significó, entre otras cosas, extremar precauciones durante la pandemia. «Al final he cogido el covid-19 y lo he pasado. Pero soy paciente de riesgo, porque estoy inmunodeprimido y tengo que tener más cuidado con esas cosas», cuenta.
A partir de este tratamiento, ha quedado con algunas secuelas. «Sigo controlándome de por vida, no solo control de la enfermedad, sino del trasplante. Sufrí muchos efectos secundarios por el trasplante, me afectó a la piel, me afectó a los ojos y al pulmón. Tengo sequedad ocular, tuve rechazo de la médula de la donante en los pulmones y los tengo un poquito debilitados», dice.
La vida en remisión
A pesar de las complicaciones y las dificultades, Rubén alcanzó nuevamente una recuperación total y siguió persiguiendo su carrera en el tenis. El sitio web de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) indica el estado del jugador como «Inactivo». Una palabra que no refleja en absoluto la realidad de Rubén. «Hace 15 años que estoy en remisión completa. Hoy por hoy me dedico al tenis como entrenador, soy profe de tenis y de pádel», dice.
Una incógnita que permanece constante en el camino de su salud es el origen de su linfoma. «Nunca me dijeron el porqué, porque mi caso no era hereditario. Hay muchas causas que pueden llevar a ello pero no se sabe por qué exactamente se desarrolla», señala. Esta pregunta, que sigue sin responderse a día de hoy, es uno de los temas que motivan las investigaciones presentes acerca de estos cánceres. Según la SEOM, la causa de los linfomas es desconocida, aunque hay muchos datos que indican la posibilidad de la participación del virus de Epstein-Barr (VEB) en el tumor. Entender el origen de los linfomas será un gran paso para llegar a obtener tratamientos más eficaces y menos agresivos.
Hoy, a sus 39 años, Rubén se considera afortunado. No le gusta mirar demasiado adelante en el futuro; sabe que en la vida no hay nada dado. Pero aprovecha los buenos momentos y quiere dar un mensaje de esperanza. «Vivo bastante al día porque la vida me ha hecho ser así. Intento disfrutar del día a día. Al final hay que disfrutar el momento que vives porque no sabes lo que puede pasar mañana. Entonces solo quiero seguir con el deporte, que es lo que me gusta, viajar, conocer el mundo, disfrutar. Merece la pena luchar por vivir. Los tratamientos son duros, pero hay que aguantar lo que te pongan para volver a disfrutar la vida, porque luego la vas a disfrutar por tres y por cuatro. Vas a disfrutar cada minuto de cada día. Así que no hay que abandonar nunca», insiste.