Ana Fernández, neuróloga: «El Síndrome de Piernas Inquietas en niños puede llegar a confundirse con hiperactividad»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Ana Fernández Arcos es coordinadora del Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y Sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
La Voz de la Salud

Se calcula que hasta un 90 % de las personas que lo padecen en nuestro país podrían estar sin diagnosticar

25 sep 2022 . Actualizado a las 09:07 h.

Con motivo del Día Mundial del Síndrome de Piernas Inquietas (SPI), la doctora Ana Fernández Arcos, coordinadora del Grupo de Estudio de Trastornos de Vigilia y Sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN) y neuróloga en NeuroSpinal Institute de Barcelona, nos da las claves sobre este trastorno neurológico que afecta a dos millones de personas en nuestro país. También conocido como síndrome de Willis-Ekbom, es una patología bastante frecuente, y en contraposición, muy infradiagnosticada. 

—El síndrome de las piernas inquietas sigue siendo uno de los grandes desconocidos. ¿Cómo lo describiría?

—Es una molestia que se da en las piernas con más frecuencia, pero también podría ocurrir en los brazos. Se puede describir de forma muy variable, en forma de dolor, calambres, incluso hormigueo o sensación de quemazón. Empieza o empeora durante el atardecer o por la noche. Lo característico de este síndrome es que mejora al mover las piernas y al caminar, y empeora con el reposo.

La SEN lo define como un trastorno neurológico caracterizado por la necesidad imperiosa de mover las piernas, debido al malestar que aparece o empeora al anochecer en las extremidades en situaciones de reposo o inactividad. 

—¿Qué otros signos puede provocar el síndrome?

—Hay algunas personas en las que el síndrome puede llegar a invalidar porque le impide estar durante la tarde tranquilo descansando. No pueden ir al cine, al teatro o a trabajar por la tarde estando sentados. A algunas personas incluso les dificulta iniciar o mantener el sueño y, por lo tanto, les produce insomnio. 

—¿Cómo es el perfil del paciente?

—Hay pacientes de SPI de todo tipo. Los hay más mayores y pacientes jóvenes. Es más frecuente en una persona adulta, alrededor de la cuarta década de la vida, pero también lo vemos en adolescentes, personas mayores e incluso niños que sufren este trastorno. 

En los niños es un poco difícil evaluar la prevalencia del síndrome de piernas inquietas. También es muy complicado que manifiesten este tipo de molestias. Son niños que a menudo tienen mucha inquietud en las piernas. Pero también inquietud en general, son niños que no paran. E incluso puede llegar a confundirse con hiperactividad.

Desde la SEN recalca que, si bien el síndrome es más frecuente que debute a partir de la cuarta década de la vida, este puede iniciarse a cualquier edad.

  • Un 25 % de los pacientes comienzan a experimentar síntomas de la enfermedad en la infancia o en la adolescencia. En los casos graves, los síntomas suelen empezar antes de los 20 años.
  • En la infancia, se estima que afecta entre al 2 y al 4 % de los niños y adolescentes europeos. 

—¿Existen retrasos en el diagnóstico?

—La verdad es que sí hay un retraso del diagnóstico. Por una parte, por los propios pacientes. Porque es frecuente que estos síntomas se atribuyen comúnmente a una mala circulación, cansancio… Y por desgracia se desconoce que los trastornos del sueño se pueden diagnosticar, que hay un nombre a lo que les ocurre y que además, hay tratamiento. 

Entonces, por una parte es por los propios pacientes, pero también por los propios profesionales sanitarios que los atienden. Por desgracia, aunque cada vez está más reconocido por los médicos de familia y también por los neurólogos, queda un largo camino para que los problemas del sueño se consideren como algo fundamental para el descanso de los pacientes

—¿Se conocen sus causas?

—Sabemos que hay una cierta susceptibilidad familiar. De hecho, hay familias en las que varias personas lo tienen. Aunque todavía no está determinado del todo los genes que están asociados.

También sabemos que puede atribuirse a un déficit de los niveles de los depósitos de hierro en la sangre. No quiere decir que tengan anemia, pero cuando los niveles de ferritina son bajos, hay veces que se pueden mejorar con tratamiento con hierro. Ocurre sobre todo en mujeres, por la pérdida por el sangrado durante la menstruación, porque tienen menos depósitos de hierro. Pero también puede ocurrir en personas con insuficiencia renal.

—¿Cómo se lleva a cabo el diagnóstico?

—El diagnóstico es clínico. Realmente es lo que el paciente describe y con eso ya tendríamos suficiente. En algunos casos, cuando se nos plantean dificultades diagnósticas en personas que no responden bien al tratamiento o que tienen muchos despertares por la noche, a veces realizamos un polisomnograma. Se trata de un estudio del sueño durante una noche en el hospital. Pero por lo general, con lo que nos explica el paciente y haciendo una analítica para revisar todo lo que comentaba de los niveles de hierro y la función renal, ya tendríamos suficiente.

Aproximadamente un 25 % de los pacientes que acuden a la consulta de Neurología o a una Unidad de Sueño por problemas de insomnio crónico es diagnosticado con el Síndrome de las Piernas Inquietas. 

—Una vez hecho, ¿qué tipo de tratamientos pueden llevarse a cabo?

—Cuando hay déficit de hierro recetamos los suplementos. Cuando es aislado, es primario y no tiene enlace con otra causa, el tratamiento es sintomático. Solemos emplear fármacos neuromoduladores como la pentina o la pregabalina, que funcionan muy bien. Y también se da tratamiento con agonistas dopaminérgicos. Porque sabemos que este síndrome, aunque no conocemos de todo el circuito, tiene relación con los niveles de la dopamina.

—No sé si existen períodos de empeoramiento del síndrome y períodos en los que el paciente se encuentra mejor. 

—Sí. Aún no sabemos la causa, pero sí que es cierto que hay pacientes que durante períodos largos de tiempo se encuentran bien. Entonces podemos ir monitorizándolos, reducir la medicación, o incluso poder retirarla del todo durante la temporada. En cambio, en otras ocasiones, aparecen o empeoran los síntomas y entonces tenemos que ir ajustando el tratamiento.

—¿Cómo afecta a la calidad de vida de estos pacientes?

—La verdad es que la mayoría de las personas que lo sufren con frecuencia describen unos síntomas que les producen mucho malestar, inquietud y angustia, en el momento del atardecer o de irse a la cama. Saben que cuando se tumben en la cama estarán muy incómodos y no podrán parar de moverse. Además hay personas que dejan de hacer cosas que antes hacían, como ver una película, ir al cine o al teatro, porque saben que no podrían estar sentados durante tanto tiempo. 

También cuando tienen que hacer un viaje, por ejemplo estar sentados mucho tiempo en el avión, les preocupa y muchas veces solicitan tomar medicación para aliviar los síntomas porque saben que van a estar mucho tiempo sin poder caminar y moverse. 

Hay personas que tienen muchas dificultades para iniciar el sueño porque el hecho de tener estas molestias le impide relajarse lo suficiente para poder dormirse. Pueden tener insomnios secundarios al síndrome de piernas inquietas.

 —¿Se suelen dar una serie de pautas aplicables al estilo de vida para rebajar estos síntomas?

—Para la población general es importante tener unos buenos hábitos de sueño, tener un horario de sueño regular, conocer la hora en que empiezan sus síntomas porque entonces sabremos con cuánta antelación tienen que tomar el tratamiento sintomático. A algunas personas les va bien hacer algún masaje o hacer estiramientos. También les puede aliviar los síntomas realizar actividad física. En definitiva, un estilo de vida saludable.

—Y ya por último, ¿cuáles serían los retos a futuro en este síndrome?

—Siempre estamos buscando dianas terapéuticas para poder no solo paliar los síntomas, también encontrar un tratamiento curativo, aunque a día de hoy nos encontramos lejos. Buscamos también si existen marcadores genéticos, para ver qué pacientes responderían mejor o peor a determinados fármacos. Sobre todo, intentar acabar de descubrir las causas que lo producen e intentar tener un tratamiento que sea curativo. Pero por desgracia, todavía estamos lejos de encontrarlo. Lo que sí estamos intentando es ver cómo se encuentran estas personas y encontrar los fármacos que puedan tomar a largo plazo, sin que les provoquen ningún tipo de efectos secundarios y sean mejor tolerados. 

En algunos casos, el SPI puede aparecer o empeorar durante el embarazo, puede ser provocado por una lesión de los nervios periféricos y también se manifiesta con cierta frecuencia en personas con enfermedades neurológicas como la enfermedad de Parkinson o esclerosis múltiple. En estos casos, el tratamiento está dirigido a la causa que lo produce. 

No obstante, la SEN remarca que en la mayor parte de los pacientes no se evidencia una causa clara. Lo que se denomina síndrome de piernas inquietas idiopático o primario. Sí parece existir cierta predisposición genética, ya que al menos una tercera parte de los pacientes tiene antecedentes familiares. 

Las últimas investigaciones parecen apuntan a una relación entre el SPI y los circuitos relacionados con la dopamina. De esta forma, el tratamiento de primera elección de este síndrome son los fármacos agonistas dopaminérgicos que permiten a muchos pacientes, en pocos días, lograr una mejoría del sueño y de la calidad de vida. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.