Luis Paz-Ares, oncólogo: «Si eliminásemos el tabaco por completo, disminuiríamos en más de un 30 % el sufrimiento debido al cáncer»

ENFERMEDADES

Luis Paz Ares es el jefe del servicio de oncología médica del hospital 12 de Octubre.
Luis Paz Ares es el jefe del servicio de oncología médica del hospital 12 de Octubre. La Voz de la Salud

El doctor, nacido en Vilagarcía y que ha sido incluido en la lista de los 100 mejores especialistas de España de Forbes, dirige el servicio de oncología en el hospital madrileño del 12 de Octubre

10 mar 2023 . Actualizado a las 14:49 h.

Luis Paz-Ares no para, combinando desde hace décadas su actividad clínica con su faceta investigadora. Su carrera, llena de saltos, le ha llevado de Madrid a Londres o de Glasgow a Sevilla. En la capital escocesa entró en contacto con fármacos en estudio que, con los años, se acabarían convirtiendo en algunos de los tratamientos más frecuentes frente al cáncer de pulmón, su gran preocupación actual. «El Pemetrexed, por ejemplo, es un fármaco con el que yo hice bastante estudios en cáncer de pulmón y, hoy en día, es una piedra angular del tratamiento sistémico en los pacientes de cáncer de pulmón», dice, por poner como ejemplo un botón. En su trayectoria ha visto cómo la fotografía fija de esta enfermedad cambiaba. Luis Paz-Ares ni para ni parará. Este gallego, nacido en Vilagarcía, pero cuyas raíces se extienden hasta la Terra de Melide, figura en la lista de los 100 mejores médicos españoles elaborada por la revista Forbes.

—Son más de treinta años en la oncología médica, me imagino que poco queda de aquella medicina que conoció durante su residencia.

—Ha cambiado mucho, afortunadamente. Conocemos muchísimo más de la biología de los tumores y de cómo se generan. Y lo más importante, ha cambiado mucho cómo diagnosticamos, cómo tratamos a los pacientes y los resultados que obtenemos. Por darle un solo dato: cuando empecé de residente, la supervivencia general del cáncer a cinco años era inferior al 35 %; a día de hoy, llega casi al 60 % en los varones y está entre el 62 y el 63 % en mujeres. 

—Hay muchísimo dinero puesto en investigación oncológica, ¿en qué se ha traducido todo este esfuerzo?

—Lo primero es entender que, afortunadamente, hemos mejorado bastante las pruebas diagnósticas y en muchos tumores hacemos screening como en el cáncer de mama, cérvix, colorrectal y, esperemos, que en un futuro muy temprano, también de pulmón. Por tanto, detectamos los tumores de manera mucho más precoz. Esto ha tenido un franco impacto en las cirugías, que son más curativas en estos pacientes. Además, tenemos mejores tratamientos sistémicos: la quimioterapia ha mejorado su eficacia y su perfil de efectos secundarios, los tratamientos de soporte son mejores, hemos descubierto nuevas dianas terapéuticas, tenemos muchos fármacos dirigidos a dianas moleculares concretas que nos permiten un tratamiento más individualizado, más efectivo y con menos efectos secundarios en muchos pacientes y, sobre todo, en los últimos quince años hemos desarrollado una nueva generación de inmunoterapias que han tenido un impacto muy grande. Obviamente, hemos mejorado la radioterapia, que es hoy mucho más selectiva y eficaz y cuyos resultados terapéuticos están ahí. Teniendo en cuenta esto, también hemos mejorado mucho en la manera en la que nos coordinamos. En la actualidad, la atención oncológica es multidisciplinar, no depende de la consulta de un solo médico. Un solo médico ya no decide cómo se va a tratar a un paciente, necesitamos el diagnóstico molecular adecuado y saber qué genes están alterados para guiar el tratamiento. Muchas veces, esa decisión la toma un equipo multidisciplinar. Por ejemplo, a mí me ayuda que el biólogo de nuestro comité molecular de tumores me indique si determinada mutación tiene implicaciones patogénicas o no, si es una buena diana, etcétera. Esto también es extensivo a la decisión de si vamos a operar a un paciente o no. La discusión será más rica y más efectiva si está el radioterapeuta, el cirujano, el radiólogo, el médico nuclear y el oncólogo que si solo lo decide un especialista.

—Me imagino que la cantidad de manos por las que pasa un paciente se ha multiplicado desde los noventa.

—Hemos llegado a muchos acuerdos. En general, el protocolo terapéutico para el proceso diagnóstico y terapéutico del cáncer de pulmón lo hemos acordado entre todos y hemos tratado de prever, al menos, las situaciones más frecuentes. Y luego tenemos una serie de reuniones periódicas donde discutimos las decisiones importantes, sobre todo aquellas que se salen de lo habitual. Además, en muchos casos, tenemos consultas multidisciplinares que hacemos entre varios especialistas para aquellos pacientes que se pueden beneficiar de que la decisión sea tomada en conjunto. Muchas veces, en la decisión sobre un paciente, influyen muchos especialistas, aunque a la mayoría no se les vea físicamente en la consulta.

—Calculamos que uno de cada tres cánceres son evitables y que dependen del estilo de vida o los tóxicos. Hemos puesto coto de una manera bastante efectiva al tabaco, pero no tanto al alcohol. 

—Me gustaría matizar. Estoy de acuerdo en que los tumores relacionados con el tabaco son algo más sencillos de prevenir si somos eficaces a la hora de disminuir la adicción que tiene la sociedad. Sin embargo, creo que hacemos todavía poco. Sabemos que hay dos cosas que influyen enormemente para dejar el tabaco: una es el prohibirlo de la manera más restrictiva posible en el espacio público y, segundo, el precio. Si hacemos las dos cosas, seguro que podríamos mejorar mucho. Aproximadamente, todavía un cuarto de la población española es fumadora. Tenemos un problema con nuestros adolescentes, que aún fuman mucho, particularmente las mujeres. Si elimináramos el tabaco de nuestras vidas por completo, disminuiríamos en más de un 30 % el sufrimiento debido al cáncer. Ya no me refiero en exclusiva del de pulmón, que ahí hablaríamos de, seguramente, un 85 o un 90 %, sino del cáncer en general. Creo que no debemos ser autocomplacientes.

—¿Y el alcohol?

—El alcohol es muy importante también y es cierto que a veces somos un poco timoratos. Es importante darle el valor que tiene. Parece que el consumo de alcohol no incide. Sí lo hace, aunque el impacto en números inmediatos no sea de la misma magnitud que el del tabaquismo en el caso del cáncer, pero es muy importante tenerlo en cuenta. También es muy importante la actividad física, evitar la obesidad y el sedentarismo o determinados hábitos en las comidas, como aumentar las verduras y disminuir el consumo de carnes rojas y de alimentos quemados. Todavía nos quedan muchas cosas por hacer. Quizás un poco de educación en la sociedad nos haría progresar. Siempre les pregunto a mis hijos si tienen alguna clase en el colegio o en el instituto en el que les hablen sobre cuáles son los problemas de sanidad importantes para los españoles y qué podemos hacer con ellos... Todavía no lo saben.

—Usted trabajó durante muchos años en tumores del aparato genitourinario, en el cáncer de próstata parece que se presenta un horizonte esperanzador.

—Indudablemente. Hemos mejorado mucho, han aparecido, en los últimos 10 o 15 años, muchos medicamentos nuevos relacionados con la supresión androgénica, los inhibidores de PARP y toda una nueva generación de fármacos en este contexto. Todo esto, además de los radiofármacos.

—¿Qué cosa tiene entre ceja y ceja?, ¿cuál es un gran reto pendiente?

—Tengo particular interés en nuestro ámbito de investigación del cáncer de pulmón. Y, en particular, en el cáncer microcítico de pulmón, que es un cáncer muy agresivo que abarca a, más o menos, el 15 % de los pacientes. Suele diagnosticarse en fases muy avanzadas, en el 70 % de los casos ya como metástasis y, aunque responde inicialmente muy bien a la quimioterapia, esa respuesta suele ser transitoria, de corta duración. Posteriormente, los tratamientos no funcionan mucho. Es una enfermedad que nos ocupa mucho, tenemos diferentes modalidades de tratamiento que estudiamos y tenemos particular interés en la inmunoterapia. Recientemente hemos visto que un nuevo tipo de inmunoterapia de acopladores de células T (conocidos como BiTE) parece que puede tener eficacia en esta enfermedad. Pero también otros estudios relativos a mirar el microambiente de los cánceres no microcíticos para la búsqueda de nuevas dianas de tipo inmune.

—Tras más de 30 años en esto, ¿pierde uno la capacidad de sorprenderse? Sinceramente.

—Si uno tiene la suerte de haber visto los grandes cambios a los que yo he podido asistir, creo que cada vez que miras por la ventana hay pequeños cambios que, poco a poco, han tenido un franco impacto en la historia natural de muchos pacientes, resulta fascinante. Tener la posibilidad de cooperar en algunos de estos avances ha sido una suerte. Bendeciré todos los días cuando alguien me iluminó para decidir que oncología era la especialidad que tenía que hacer.

—¿Y quién fue esa persona que le iluminó?

—Nadie en concreto. Me gustaba mucho la medicina interna y me sigue gustando, pero pensé que la oncología tenía que cambiar mucho en los siguientes años. Cada vez había más conocimiento de las bases moleculares de la enfermedad y pensé que eso iba a impactar en la manera en la que diagnosticaríamos y trataríamos a los pacientes y, afortunadamente, acerté. Hace 35 años, elegir la especialidad de oncología, si tenías un número del MIR decente, no era muy frecuente. Yo creo que tuve un poco de suerte, porque uno se plantea hipótesis que luego pueden ser ciertas o no.

—La medicina ha evolucionado, pero también la sociedad. Hoy hay pacientes mucho más informados, pero qué cosas quedan por enterrar definitivamente. 

—Hay muchos mitos. Por ejemplo, pensar que los tratamientos oncológicos son horribles y que deterioran mucho nuestra calidad de vida. Muchos de los tratamientos que aplicamos sabemos que no van a curar al paciente. Si los damos es porque pensamos que pueden prolongar su vida y que, a parte de vivir más, van a vivir mejor. Creo que ningún oncólogo ofrecería tratamientos si no pensase que sirven para vivir más y mejor; si no tuviésemos constatación de que esto es así. Es difícil saber qué es lo que va a pasar con un paciente individual, que puede tener efectos secundarios muy negativos. Pero sí entender que, al menos como grupo, por cien pacientes, sean más los que vivan más y mejor que los que no. Sería un buen concepto por desterrar. Creo que tenemos buenos tratamientos para controlar la enfermedad, al menos de manera transitoria. Algunos de ellos los curamos, otros los cronificamos más tiempo y otros los controlamos durante menos tiempo, pero tratamos de que, al menos durante ese tiempo, puedan disfrutar de sus vidas. Tenemos que darle mucha importancia también al tratamiento de soporte. Cuando no podamos atacar de manera definitiva el tumor, al menos ser capaces de paliar los síntomas que produce.

—¿Curar o cronificar?, ¿cuál es el objetivo más realista de cara a los próximos años?

—Cuando veo a un paciente, me propongo objetivos realistas. No me puedo proponer curar a un paciente si no dispongo de armas para hacerlo. Sin embargo, cuando pienso en el paciente de pasado mañana, creo que tenemos que pensar en curarlo. Cronificarlos por supuesto, pero, si es posible, curarlos. De hecho, las tasas de curación han mejorado mucho. Por supuesto, también las de cronificación. Creo que tenemos que ser ambiciosos en nuestras investigaciones para los pacientes de mañana y realistas con los pacientes de hoy. Ofrecerles lo mejor que podemos; lo que no podemos ofrecerles es lo que no tenemos. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.