La historia de José Manuel: colapso orgánico, coma inducido, trasplante de corazón y varias medallas de atletismo (por ese orden)

Uxía Rodríguez Diez
UXÍA RODRÍGUEZ LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

José Manuel Sánchez no falta un día al gimnasio tras su trasplante de corazón
José Manuel Sánchez no falta un día al gimnasio tras su trasplante de corazón miguel souto

A sus 72 años, José Manuel recuerda la importancia de esforzarse cada día «por cuidar ese órgano» que le ha dado una segunda oportunidad

28 feb 2024 . Actualizado a las 10:34 h.

José Manuel Sánchez tiene 72 años y es fácil dar con él. Entre las diez de la mañana y el mediodía está en un gimnasio de A Estrada (Pontevedra), allí mismo lo podremos encontrar entre las cinco de la tarde y las siete y media. ¿Todos los días? «Sí, sí, todos los días», dice con orgullo. Ya solo por mantenerse así de activo a su edad se merecería contar su historia, pero es que hay mucho más. Hace siete años recibió un trasplante de corazón tras pasar tres meses en coma inducido por un fallo multiorgánico. Él escenifica, con nombre y apellidos, la importancia que tiene cada gesto en esta cadena humana. Desde el «sí» de la familia del donante, pasando por el equipo médico, hasta el agradecimiento del receptor que «debe esforzarse cada día por cuidar ese órgano que le ha dado una segunda oportunidad».

Con José Manuel vamos a hacer un viaje en el tiempo que empieza en el presente, entre sesión y sesión de entrenamiento. «Me siento muy bien, hago una vida completamente normal. Desde hace algunos años participo en los campeonatos gallegos de atletismo máster y he ganado varias medallas de oro y de plata», así es la presentación de este hombre que supera las siete décadas y que no oculta que tampoco ha sido fácil llegar hasta aquí. Hace falta esfuerzo, voluntad y también suerte.

El 12 de febrero del año 2017 lo trasplantaron en el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña CIBERCV. Todo iba bien. En su caso, nada dio señales de fallo hasta que todo falló. Era época navideña y comenzó a encontrarse mal, sin más. Llegó al hospital de milagro y se desmayó antes de entrar. «Me estaba muriendo, literalmente. Me tuvieron que inducir un coma porque había tenido un colapso orgánico general. El ventrículo izquierdo de mi corazón se dilató casi un 80 %, lo que provocó que dejara de bombear la sangre con la fuerza suficiente. Tuve un fallo renal, también fallaron los pulmones y todo el organismo fracasó», recuerda. Tiempo después le explicaron que todo pudo deberse a que sufrió varios microinfartos silenciosos de los que José Manuel no se dio cuenta, pero que terminaron provocando esa dilatación.

«Uno de los doctores me contó que hubo un momento en el que en la uci ya no había más máquinas a las que conectarme porque no me funcionaba nada», explica José Manuel, que no puede evitar pensar en sus hijas. A ellas «les dijeron, claramente, que me iban a desintubar y que si respiraba continuábamos; si no respiraba, ya no podíamos seguir». Pero su padre aguantó. «Estuve tres meses en coma inducido y durante ese tiempo me trasplantaron y, afortunadamente, salió bien», explica.

Durante todas esas semanas en la uci recuerda un episodio que cuenta siempre, para sorpresa de todo aquel que lo escucha. «Estando en coma, mis hijas estaban con una doctora al lado de mi cama hablando de literatura. La médico les estaba contando que estaba leyendo un libro que se llamaba La catedral del mar, pero que no recordaba el autor. Y yo por un momento desperté y dije: Ildefonso Falcones. Después cerré los ojos de nuevo». «¿En serio?», no podemos evitar preguntar sorprendidos.

«Al estar tanto tiempo sedado, la rehabilitación y fisioterapia del año posterior fue un proceso duro para poder recuperar el movimiento. Yo arrastraba los pies porque se me habían dañado los nervios peroneos y me había quedado con pie equino. Fue duro, pero veía que cada día iba a mejor, así que solo me centraba en trabajar y trabajar», explica. Los médicos rehabilitadores le dijeron que, probablemente, toda su vida tendría que llevar una órtesis externa en la pierna izquierda, «pero por suerte para mí se equivocaron y he ganado varias medallas en los campeonatos de salto de longitud y lanzamiento de peso», dice con orgullo. No es para menos, en el año 2017 se creía que no iba a volver a caminar con normalidad y en marzo del año 2019 ganó su primera medalla de plata.

«La única diferencia con mi vida anterior es que fumaba de vez en cuando y, por supuesto, hace siete años que no huelo un cigarrillo. No tomo alcohol, me alimento bien y cumplo a rajatabla con la toma de medicación que me corresponde. Pero, sobre todo, que es algo que sí que quiero trasladar a la gente, hago ejercicio. Los doctores fueron muy enfáticos con este tema y me dieron unas cifras que me asustaron, porque la muerte de trasplantados en los primeros cinco años es mucho más alta en gente que no se mueve. El corazón es un músculo que también tenemos que trabajar», insiste José Manuel. ¿Cómo se puede conseguir eso? «Siempre contesto que no soy ningún supermán. Hace falta fuerza de voluntad. También he tenido suerte y mucha ayuda familiar. Mis dos hijas siempre han estado a mi lado. Es verdad que al principio tienes miedo hasta de dormirte porque no sabes qué puede pasar, pero todo eso se va superando. Hay que ser muy constante en el cuidado», aconseja. Todos los días piensa en la familia de su donante, algo que funciona como señal de alarma y activación porque «los trasplantados tenemos que ser muy responsables y cuidar ese órgano que nos ha dado una segunda oportunidad. No podemos olvidar que no tenemos derecho a mal cuidar ese órgano. Donar salva vidas y, una vez nos la han salvado, tenemos la responsabilidad de cuidarnos».

Reconoce que, además de físicamente, hay que cuidarse mucho mentalmente. Lo cierto es que es difícil superarlo y el miedo siempre está ahí. «Muchos trasplantados que conozco están todo el rato pensando que les puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. Pero hay que vivir y tener ganas de hacerlo para aprovechar todo el tiempo que nos queda», reflexiona.

«Yo empecé a ir al gimnasio con muletas  y solo podía sentarme en la bicicleta para mover levemente las piernas. Así poco a poco. Ahora voy todos los días unas cuatro horas, a lo que le sumo entrenamientos en pista de salto y lanzamiento. Eso es lo que me hace también mantener la ilusión, me siento mejor incluso que antes de trasplantarme», dice que ahora hace incluso más deporte que antes, a pesar de las dificultades que se le fueron añadiendo en los últimos tiempos. «Hace un año y medio me operaron de urgencia por un aneurisma en el abdomen y hace dos meses me operaron de un adenoma de once centímetros en el colon, que por suerte era benigno. Creo que estoy así de bien gracias al ejercicio. Si no puedes correr, pues camina de forma suave», un consejo a tener en cuenta vista su trayectoria. «Mi primer y único nieto nació unos años después de la operación y es otro motivo por el que estar agradecido cada día porque si no, no lo hubiera conocido», termina emocionado.

En el año 2023 se realizaron en España 5.863 trasplantes y 2.346 personas donaron sus órganos tras fallecer. 

Uxía Rodríguez Diez
Uxía Rodríguez Diez
Uxía Rodríguez Diez

A Rúa, Ourense (1986). Coordinadora de La Voz de la Salud con una misión, que todos nos cuidemos más y mejor. La pandemia de covid-19 no solo la viví, también la conté en La Voz de Galicia. Mucho antes de todo esto trabajé en Vtelevisión durante casi una década como redactora, reportera y presentadora. Allí dirigí y presenté el programa Sana sana, sobre sanidad, bienestar y nutrición.

A Rúa, Ourense (1986). Coordinadora de La Voz de la Salud con una misión, que todos nos cuidemos más y mejor. La pandemia de covid-19 no solo la viví, también la conté en La Voz de Galicia. Mucho antes de todo esto trabajé en Vtelevisión durante casi una década como redactora, reportera y presentadora. Allí dirigí y presenté el programa Sana sana, sobre sanidad, bienestar y nutrición.