Celia Incio, experta en misofonía: «Veo a gente con daños en los oídos de llevar treinta años con tapones puestos»

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Celia Incio es psicóloga, especializada en misofonía.

Considerada todavía como condición y no trastorno por los manuales diagnósticos, la psicóloga explica lo incapacitante que puede llegar a ser

28 oct 2024 . Actualizado a las 11:55 h.

¿Conocen a alguien especialmente sensible a los sonidos? No hablamos de la intolerancia al ruido, un problema que pertenece al mucho más estudiado campo de la hiperacusia, sino de personas que reaccionan exageradamente cuando escuchan a alguien masticar, respirar o carraspear. «A diferencia de la hiperacusia, ante la mínima presencia de un sonido la misofonía ya desencadena una respuesta muy intensa. Que a ti te moleste el sonido de unas obras que tienes al lado de tu casa no tiene nada que ver con la misofonía», explica Celia Incio, psicóloga que ha centrado su carrera a tratar esta infraestudiada —y muy probablemente infradiagnosticada— condición. Porque, de momento, esa es la etiqueta que le corresponde.

—¿Qué es la misofonía?

—La misofonía es a día de hoy una condición porque, sea relevante o no, no está considerada un trastorno. Es verdad que hay criterios  propuestos para que se incluya, pero ningún manual diagnóstico como el CIE o el DSM la contemplan. Por esto mismo hablamos de condición. Hay que ser estricto con las palabras porque, si vas al médico, no te lo van a poder diagnosticar. A día de hoy se considera una condición neurológica que provoca reacciones emocionales muy intensas ante la percepción de sonidos comunes como pueden ser masticar, respirar, carraspear, teclear, los ladridos de un perro que pasa cerca, un bostezo o incluso escuchar el sonido de unas zapatillas arrastrándose. Son sonidos que, para la mayoría de la población, son inofensivos e imperceptibles, pero que en las personas con misofonía generan respuestas extremas. Una ansiedad muy elevada, irritación e ira, en ocasiones, dirigida a la persona que está emitiendo ese sonido. Sienten que es injusto tener que percibir ese sonido y no poder manejarlo, les resulta insoportable.

—Recalca que no está actualmente incluida en los manuales diagnósticos, que por otra parte están repletos de trastornos que inicialmente fueron condiciones.

—Totalmente. Creo que hay una parte de desconocimiento. Se están haciendo cada vez más estudios, pero la misofonía está en pañales. En España, sin ir más lejos, no hay ningún estudio que cumpla con los estándares científicos mínimos para evaluar su prevalencia entre la población. Tenemos datos de trabajos hechos en Alemania, Turquía o Reino Unido; revisiones que recogen estos estudios poblacionales para estimar una media global a nivel mundial. Pero aquí no tenemos nada. Debemos matizar que la misofonía tiene grados. Hay personas a las que les resulta incapacitante, provocándoles una disfuncionalidad que les impide llevar adelante una vida normal, y otras a las que no. El problema es que no se sabe la cantidad de personas que la sufren porque se les cataloga como maniáticos, histéricos y exagerados. Se utiliza mucho esa frase de «a mí también me molestan ciertas cosas y no me pongo así». Claro, así se invalidan todos los síntomas; es imposible de esta manera llegar a conocer el alcance.

—Dice que actualmente se considera neurológico, pero entiendo que no hay pruebas ni marcadores biológicos que nos permitan hallar signos de misofonía. 

—No, no los hay. Digo que es neurológica porque en las pocas investigaciones que se han hecho sí se han podido ver ciertas diferencias en los cerebros de las personas que tienen misofonía, pero no se consideran marcadores biológicos. No existe, aunque se ha buscado, un gen, por ejemplo, que nos sirva de guía. Es verdad que parece haber un componente genético o de aprendizaje, porque muchas personas dentro de la misma familia lo sufren. Pero es que nos falta información científica por todas partes. A partir de la literatura existente tenemos ciertas propuestas para establecer unos criterios que se puedan incluir en el manual de turno. Por ejemplo, la anticipación de un posible estímulo específico se refleja en una respuesta emocional y física, experimentada como descontrolada y aversiva. Se ha podido ver midiendo la conductancia de la piel de estas personas; se ve que se alteran antes incluso de que el cerebro sea consciente de que ese sonido está ahí. 

—Me imagino que este desconocimiento supone también una barrera para que estas personas entiendan su condición, que difícilmente se plantearán pedir ayuda por algo que ni sabrán que existe.

—Claro, es que la mayoría de personas se limitan a ponerse unos tapones o unos cascos porque creen que los que tienen un problema rarísimo son ellos. Es eso lo que se les devuelve cuando lo comparten. ¿Cómo te va a molestar que arrastre las zapatillas? Te aguantas y lo controlas. Muchas veces los pacientes sienten una ira como si les estuviesen pellizcando, no pueden soportarlo y no entienden por qué esa persona está emitiendo esos sonidos tan fuertes. Una vez pasado el episodio, muchos son conscientes de que su reacción es desproporcionada, pero otros no. La mayoría optan por aislarse, por pasar más tiempo en sus habitaciones o por ponerse tapones. Tengo gente en consulta que tiene daños en los oídos de llevar treinta años con tapones puestos.Pero si hay algo que a estos pacientes les hace acudir a consulta es la ansiedad. No tanto la ira, que es igual de incapacitante, pero es que la ansiedad llega a ser constante. 

—Independientemente de que el origen sea neurológico o no, si el emisor de ese sonido conoce lo que pasa y está dispuesto a tener en consideración estos sentimientos, ¿la misofonía mejora?

—Para las personas con misofonía es, en ocasiones, muy fácil tener a todos sus familiares en sobreaviso y, de alguna manera, estar más 'protegidos'. Pero no podemos depender de eso. ¿Qué ocurrirá si tienes que ir a una comida de trabajo?, ¿o si algún familiar se olvida por un momento de lo que te provoca? Hará que estos pacientes se pregunten por qué sabiendo lo que les pasa, no se les está teniendo en cuenta. El tratamiento consiste también en hacerle entender a terceros lo que a ti te pasa, pero también, como pacientes, entender que estas personas no lo están haciendo para jorobarte a ti. Evidentemente, la reacción que sufren las personas con misofonía es injusta y es algo que tendremos que manejar, pero no lo podemos hacer desde el querer neutralizar los sonidos de alrededor, que es mucha veces lo que los pacientes de misofonía intentan. Porque siempre se te va a escapar alguien; porque si vas al cine, ¿vas a estar explicándole todo esto a las personas que tienes alrededor comiendo palomitas? 

—Es decir, el trabajo está en ellos mismos y no en el entorno.

—Una cosa es que el entorno pueda ser cómplice, que no juzgue si esa persona se levanta y se va porque necesita unos segundos para desactivarse y volver. Eso es una cosa, que el entorno sepa que tu mala cara no es nada personal; otra cosa es pretender que el entorno anule ciertos sonidos intentando preservar el bienestar del paciente con misofonía. Eso supone un flaco favor, lo siento mucho, pero estaríamos sensibilizando a nuestro cerebro todavía más ante el sonido. Estaríamos enseñándole que solo controlando la reacción de los demás va a estar a salvo. El tratamiento consiste en lograr gestionar las emociones que en ese momento se generan, tanto a nivel emocional como cognitivo. Básicamente, y aunque no me guste la palabra, tener cierto control sobre las emociones.  

 —Evidentemente, hay una convención social que dice que hacer un bostezo en alto es de mala educación, pero el sonido de por sí no deja de ser igual que cualquier otro. ¿Hasta qué punto influye lo social y las normas que nos hemos dado?

—Creo que puede estar relacionado. Pero una cosa es que algo te moleste y otra que algo te haga daño. Yo si voy en transporte público y tengo que escuchar un vídeo de TikTok de alguien que tengo al lado, también me da rabia, pero la diferencia entre la molestia y la reacción que estas personas experimentan es totalmente diferente. Empiezan a sentir ansiedad o ira por no poder soportarlo. La diferencia es el tipo de reacción que se sufre independientemente de las convenciones sociales a las que vaya unido.

—¿Hasta qué punto afecta esto a sus vidas?

—Como te digo, hay grados. Hay personas que se han llegado a mudar de la ciudad al campo. Tuve una paciente que estuvo a punto de divorciarse porque no soportaba escuchar respirar a su pareja. Otras personas han llegado a tener reacciones violentas con sus hijos porque no soportaban escucharles comer con la boca abierta. Por tanto, hablamos de una disfuncionalidad bastante grande. Otras cosas más comunes son no poder comer acompañados o hacerlo con tapones. Los adolescentes con misofonía suelen pedir poder estar en clase con tapones porque se bloquean en los exámenes; no paran de escuchar las narices sorbiendo si alguien tiene mocos. Evidentemente les priva de ir al cine o a teatros. Pensemos que en España tenemos la costumbre de quedar para tomar algo, para picar y la mayoría de veces implica esos sonidos. Todo lo que tiene que ver con relaciones sociales se llega a limitar un montón. 

—Antes hablaba de investigaciones en otros países, ¿qué hallazgos, aunque sean de manera preliminar, se han deslizado?

—Las pocas investigaciones que hay apuntan a que a nivel neurológico se ha encontrado cierta relación entre la corteza insular y la misofonía. Una híperconexión entre la parte de la corteza insular que procesa y regula las emociones y la parte encargada de procesar los sonidos. Esa hiperactividad impactaría directamente en el lugar donde se procesan las emociones como la ira y el miedo y puede provocar esta reacción desmedida. También se ha insinuado una posible hiperactividad en la corteza prefrontal, concretamente en el área ventromedial, que puede afectar al control de los impulsos. Hay muchas cosas encima de la mesa, pero es difícil ser categórico sobre algo concreto.

—¿Qué cree que va a pasar en el futuro?, ¿acabará contemplada la misofonía en los manuales diagnósticos?

—Sinceramente, creo que sí. Hay una propuesta de criterios diagnósticos que parte de diferentes investigaciones. El promotor de estos criterios es un investigador y terapeuta norteamericano llamado Tom Dozier. Ha dedicado toda su vida al estudio y tratamiento de la misofonía, ha realizado una propuesta basada en ciertas investigaciones sobre estos criterios diagnósticos. Recoge lo que sabemos a día de hoy. Puede que en el futuro sepamos más y esto cambie, pero en la actualidad los criterios que él propone son bastante fieles a lo que la misofonía provoca a estas personas. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.