Viaje al corazón del refugio frente al cáncer: «Quede el camino que quede hay que intentar seguir haciendo lo que te gusta»
ENFERMEDADES
Entramos en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de la mano de Marisol Soengas, recorremos los pasillos de la Real Academia de Medicina de Galicia con Francisco Martelo y nos vamos hasta la playa de Fonforrón con Mercedes Suárez
07 nov 2024 . Actualizado a las 14:08 h.¿A qué lugar nos llevarías si te pidiésemos que nos guiaras hasta un sitio especial en tu vida? Esa es la pregunta que le hicimos a los tres protagonistas del evento «Cáncer: ahora el paciente soy yo», que ayer reunió a más de doscientas personas en el Museo Santiago Rey Fernández-Latorre. Marisol Soengas, jefa del grupo de Melanoma del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), nos llevó precisamente a ese centro de referencia mundial en Madrid. Con Francisco Martelo, que durante más de 30 años dirigió la unidad de Cirugía Plástica del Chuac y en la actualidad preside la Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia, visitamos esa institución histórica y con Mercedes Suárez, responsable del Grupo Gallego de Investigación en Oncología de Precisión (Oncogal) e integrante de Oncomet, nos fuimos a comprobar los efectos que la naturaleza aporta a la recuperación tanto física como mental.
Una pasión por investigar y vivir que el cáncer no detiene
Marisol Soengas (Agolada-Pontevedra, 1968) sube y baja las escaleras del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas corriendo, literalmente. Entra y sale de los diferentes laboratorios de la planta 3 (la suya) como quien pasa de la cocina al salón de su casa. Por eso, no es de extrañar que este centro de referencia mundial fuera su escenario elegido al preguntarle por un lugar primordial de su vida y parte esencial de todo el proceso que rodea a su enfermedad. «Yo soy una persona muy activa y, en el momento en el que me diagnosticaron con un tumor de mama, decidí que tenía que seguir mi vida, que esto no podía parar», confiesa en los jardines del CNIO. Lo hace con el mismo entusiasmo y la misma pasión que la llevó a convertirse en una referente mundial en la investigación contra el melanoma.
Desde su despacho hay una vista privilegiada a las Cuatro Torres de Madrid, que parecen lanzarle un mensaje cada día: «Las miro y es un chute de energía, como si me estuvieran gritando que siguiera adelante».
Ella no ha dejado de trabajar, de viajar, de participar en congresos, de investigar. «Me ayuda a no pensar demasiado, a no preocuparme por el futuro. Estoy preocupada en qué puedo hacer en este momento. Quiero seguir ilusionándome y quiero seguir descubriendo cosas, a nivel personal, familiar y también profesional». Es el ejemplo de que el cáncer no detiene a la vida.
El médico humanista entregado a los pacientes
El lugar escogido por Francisco Martelo (Redondela, 1945) no podía ser otro, a pesar de sus caminatas diarias por el paseo marítimo de A Coruña. La Real Academia de Medicina que preside fue el lugar donde recibió la llamada que le anunciaba que su vida iba a cambiar. Subía por las escaleras principales del edificio cuando sonó el teléfono y una voz al otro lado le confirmó que padecía una enfermedad hematológica maligna. «Es un impacto que no se asume fácilmente», recuerda. «Yo que le he comunicado un problema de estos a tanta gente, por qué no me iba a convertir en uno más con lo prevalente que es la enfermedad. Si cada vez que vas cumpliendo años es más frecuente, ¿por qué iba a estar yo fuera?», reflexiona mientras pasea por los pasillos del edificio que albergan una institución con casi 200 años de historia.
«Quede el camino que quede hay que intentar seguir haciendo lo que te gusta y lo que quieres hacer en la vida», confiesa. Y lo hace con la misma naturalidad y bonhomía que lo ha acompañado a lo largo de su extensa carrera, que cerró como jefe del servicio de Cirugía Plástica y de la Unidad de Quemados del Chuac de A Coruña, hospital al que estuvo ligado más de 30 años. Es, también, un médico de la vieja escuela que miraba al paciente a los ojos, porque el conocimiento no está reñido con la humanidad. Él aúna ambas. Ahora también es paciente.
Deporte y desconexión para iniciar la recuperación
Mercedes Suárez Cunqueiro no dudó un momento en señalar en el mapa «su lugar». El sitio que la hace sonreír solo de imaginarlo. Es la playa de Fonforrón en Porto do Son. Baja por las rocas que conducen a la arena como si el camino estuviera señalizado.
«Aquí pasé yo horas y horas caminando y corriendo. Viendo sus puestas de sol. Me ayudaba a distraerme y no pensar en la enfermedad. Todo lo que te aporta estar al lado del mar es inimaginable», dice mientras no duda en meterse en el agua a pesar de que el calendario está ya en el décimo mes del año.
Entre risas cuenta que a ella ya la conocían como «la de la pamela», en referencia al sombrero que la acompañó durante los meses estivales tras acabar su tratamiento de radioterapia para el cáncer de mama que le diagnosticaron en febrero.
«A pesar de ser un verano de una baja laboral por una enfermedad grave como es un cáncer, para mí fue uno de los más bonitos de mi vida», dice mientras demuestra que está más en forma que antes del diagnóstico. Ahora el ejercicio se ha convertido en una parte esencial de su vida y su recuperación.
Nació en Osnabrück (Bremen, Alemania) hace 54 años. País que también tiene un papel relevante en su carrera investigadora. Responsable del Grupo Oncogal (Grupo Gallego de Investigación en Oncología de Precisión), también integra Oncomet.