Causas y soluciones de los problemas para dormir: «El lorazepam a largo plazo no es un tratamiento adecuado»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

El insomnio afecta a más de la mitad de la población española en algún momento de la vida.
iStock

Se estima que más de cuatro millones de españoles sufren insomnio en algún momento de su vida, una patología con impacto acumulativo

15 ene 2025 . Actualizado a las 17:43 h.

En una sociedad que tiende a priorizar casi cualquier aspecto de la vida antes que el sueño, el insomnio no solo es una de las patologías más frecuentes que afectan al descanso, sino también una de las menos comprendidas. Se calcula que entre un 25 y un 35 % de la población española adulta padece insomnio transitorio y más del 10 % lo sufren de manera crónica, lo que supone que más de cuatro millones de personas en el país carecen de un sueño de calidad, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

Pero el insomnio es mucho más que desvelarse o tener una mala noche. A largo plazo, sus consecuencias para nuestra salud son significativas y sus efectos son acumulativos. Por eso es importante saber reconocerlo y actuar a tiempo y la primera dificultad para lograrlo es que el insomnio puede ser tanto un trastorno en sí mismo como, en otros casos, un síntoma de otros problemas.

«La definición más clásica es la imposibilidad para dormir un número suficiente de horas a pesar de tener la oportunidad de poder hacerlo. Pero el problema puede estar tanto al iniciar el sueño como al mantenerlo, con muchos despertares o un despertar precoz», explica en este sentido la doctora Celia García Malo, Coordinadora del Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y Sueño de la SEN.

«La segunda definición sería tener sensación de sueño no reparador, lo que también se cataloga como insomnio», añade García. El cansancio, la irritabilidad, la falta de atención o incluso ciertas alteraciones en el apetito son algunas de las manifestaciones diurnas que indican que estamos durmiendo mal. Si estos síntomas se presentan, como mínimo, tres días a la semana, durante un período superior a tres meses, se considera que el insomnio es crónico.

Tipos de insomnio

Existen problemas del sueño que no se pueden asociar a una causa identificable, como otros trastornos, enfermedades, patologías de salud mental o abuso de sustancias. En estos casos, se habla de trastorno de insomnio crónico. Esta es una entidad diferenciada, una dificultad para dormir que «no se debe a una falta de oportunidad o de un entorno adecuado para el descanso. Es decir, yo no tengo dificultad para dormir porque hay una obra en mi calle y el ruido me despierta, o porque tengo que atender a un niño pequeño», señala el doctor Manuel de Entranbasaguas, miembro del grupo de trabajo de Insomnio de la Sociedad Española de Sueño.

En otros pacientes, el trastorno de insomnio es una comorbilidad de otra patología, como la apnea del sueño o el síndrome de piernas inquietas (SPI), circunstancias que contribuyen a que una persona pueda tener problemas para mantener el sueño incluso aunque consiga conciliarlo. En estos contextos, se requiere un abordaje médico especializado para tratar esa causa que está detrás del insomnio. En todos los casos, el diagnóstico del insomnio sigue criterios «puramente clínicos», señala De Entranbasaguas.

Las investigaciones sobre sueño tienden, cada vez más, a subdividir el insomnio en diferentes tipos. Hay, por un lado, un amplio grupo de personas que sufren alteraciones a lo largo de la noche. «A la mayor parte de los pacientes con insomnio lo que les ocurre es que fragmentan mucho el sueño, se despiertan con mucha frecuencia y tienen sensación de no dormir, pero en realidad, el conjunto de tiempo de sueño no se reduce tanto. Son personas que duermen unos 25 minutos menos de lo normal», explica De Entranbasaguas.

«Aquí el impacto cognitivo no es tan potente, puede pasar desapercibido o puede confundirse, porque uno de los elementos que está detrás del insomnio es lo que llamamos la hiperactivación. Es decir, la mente es incapaz de desconectarse por la noche, pero también durante el día está dándole vueltas a temas, preocupaciones o temores. Esto hace que, por el fallo atencional, sumado a que hemos dormido poco, durante el día cometamos más errores y vayamos en piloto automático», detalla el experto.

Por otro lado, existe un grupo minoritario de pacientes que duermen menos de seis horas cada noche y estos son los que tienen mayores probabilidades de sufrir las consecuencias neurológicas del insomnio. «Esto se llama insomnio con duración corta objetiva del sueño y se ha visto que estas personas tienen mayor riesgo de problemas neurocognitivos y cardiometabólicos relacionados con la falta de descanso», señala.

El impacto del insomnio

El insomnio es un fenómeno amplio y diverso. Según las estimaciones de la SEN, más de la mitad de la población llega a sufrirlo en algún momento de la vida. «Ocurre por un cúmulo de razones y circunstancias. Pero, en general, yo creo que muchas personas han normalizado dormir mal. No se le da el valor que merece al sueño y el descanso, y esto tiene consecuencias en nuestra salud», observa García.

A nivel fisiológico, el sueño es un proceso que todavía no comprendemos del todo. No se sabe exactamente por qué dormimos y, desde un punto de vista evolutivo, reducir nuestro nivel de alerta durante períodos de varias horas al día no parece tener sentido, ya que nos deja expuestos y vulnerables.

Se sabe, sin embargo, que durante el sueño el cerebro realiza funciones de «limpieza» de residuos que va acumulando en los períodos de vigilia. También se ha vinculado este descanso a la regulación de las hormonas leptina y grelina, que regulan las señales de hambre y saciedad. Se ha visto en algunas investigaciones que las personas con privación de sueño cambian hacia un perfil de mayor resistencia a la insulina, lo que puede conducir a la diabetes.

Pastillas para dormir

El tratamiento para el insomnio suele ser una combinación de fármacos con terapia cognitivo conductual específica. «Y si hay un trastorno de insomnio comórbido, con otra patología, de salud mental, de otro trastorno del sueño, problema médico o uso de sustancias, se recomienda tratar tanto la causa comórbida como el trastorno de insomnio», indica el doctor De Entranbasaguas.

Este abordaje doble es el más eficaz para la mayoría de los pacientes. Pero, en muchos casos, se recurre únicamente a la medicación y aunque esta puede ser una solución a corto plazo, los expertos sostienen que no resuelve las causas de fondo que ocasionan el insomnio. «El Lorazepam es un fármaco que durante algún tiempo puede servir para dormir, pero a medio y largo plazo no es el tratamiento adecuado, porque se puede generar una dependencia», señala la doctora García.

Por esta razón, las benzodiazepinas no suelen estar indicadas para tratamientos que superen las seis semanas. «Pasado ese tiempo, hay que quitarlas, pero esto requiere un enfoque complejo para evaluar las causas del insomnio. El mejor tratamiento va a ser el que esté ajustado a la causa que provoca, en cada paciente de manera individual, el insomnio», subraya la experta.

Dentro de los medicamentos, existen terapias que tienen principios activos diferentes a los de las benzodiazepinas. Recientemente, se han aprobado en España opciones como el Daridorexant, que son fármacos de la familia de los agonistas duales de las orexinas. Otras opciones se llevan usando desde hace años, como la melatonina, con resultados favorables en los casos en los que está indicada. «En los formatos de liberación prolongada, se ha visto que es eficaz en pacientes de más de 55 años con trastorno de insomnio», observa De Entranbasaguas.

Diez reglas de oro para mejorar tu sueño

Las medidas de higiene del sueño, destinadas a mejorar las condiciones en las que el cuerpo ha de dormir, generalmente son aconsejables, pero los expertos señalan que, cuando hay insomnio, no siempre son determinantes. Cabe recordar que en la definición misma de esta patología se hace alusión a un problema para dormir que es independiente de que la persona tenga «la oportunidad» de descansar de manera adecuada. De todos modos, mantener esta higiene reforzando ciertos hábitos es una de las recomendaciones más habituales para los pacientes.

Horarios regulares incluso el fin de semana. Acostarse todas las noches y levantarse todos los días a la misma hora es una de las medidas más importantes que podemos tomar, porque refuerza nuestro ritmo circadiano y le indica a nuestro cuerpo en qué momento ha de descansar.

La cama, solo para dormir. Si no nos quedamos dormidos en los primeros 20 minutos después de acostarnos, lo ideal es salir de la habitación y hacer algo que no active demasiado el cerebro, como escuchar música relajante o realizar estiramientos. Cuando volvamos a sentir cansancio, podemos acostarnos de nuevo.

El sol de la mañana. Exponerse a luz solar a primera hora del día es una medida científicamente probada para sincronizar nuestro reloj interno y dormir mejor por la noche. Podemos hacerlo abriendo las persianas o, mejor aún, saliendo a dar un paseo nada más despertar.

Ni un café por la tarde. La cafeína inhibe la capacidad de conciliar el sueño al impedir que actúe la adenosina, un neurotransmisor que provoca somnolencia. La metabolización de la cafeína demora varias horas, por lo que se recomienda evitarla a partir del mediodía.

Cena saludable. Irse a la cama con hambre puede alterar el sueño, pero lo mismo ocurre si nos acostamos demasiado llenos o justo después de cenar. Evitar las comidas copiosas y el alcohol al menos dos horas antes de dormir es lo más indicado.

Habitación a prueba de insomnio. El ambiente en el que dormimos debería ser fresco, oscuro y silencioso. La exposición a la luz durante la noche puede interrumpir o empeorar la calidad del sueño, por lo que es mejor dejar el móvil y las pantallas del otro lado de la puerta.

Siesta sí, pero con matices. Las siestas largas durante el día interfieren con el sueño nocturno. En caso de dormir la siesta, conviene que sea a primera hora de la tarde y su duración no debe superar los 25 minutos. Cabe recordar que el sueño diurno no compensa la falta de descanso si hemos dormido poco durante la noche.

Duerme sin calcetines. Para que podamos dormir bien, el cuerpo debe bajar levemente su temperatura y el abrigo en los pies es un obstáculo que dificulta ese proceso fisiológico. Algunos expertos recomiendan incluso dormir sin ropa interior o hacerlo completamente desnudos para facilitar este descenso del calor corporal.

Actividad física. El ejercicio es uno de los reguladores del ciclo de sueño más potentes, ya que modula la temperatura corporal, este elemento crucial para dormir bien. Para que no interfiera con el descanso, debemos dejar como mínimo dos horas entre el final del entrenamiento y el momento de ir a la cama.

Control del estrés. Si las preocupaciones no nos dejan dormir, puede ser útil consultar con un psicólogo para solucionarlo. Durante los períodos de tensión en la vida, las técnicas de meditación pueden ayudarnos a dormir mejor y a centrar la mente en el presente.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.