Dificultad para gestionar las emociones: así es el trastorno límite de la personalidad (TLP)

SALUD MENTAL

La Voz de la Salud

Es una de las características que presenta este síndrome, que se considera uno de los grandes «desconocidos» de la salud mental

20 jun 2022 . Actualizado a las 13:47 h.

Inestabilidad en las relaciones personales y en la autoimagen de sí mismo, sentimientos crónicos de vacío, dificultades para controlar la ira, una impulsividad que puede llegar a ser dañina, o autolesiones. Son algunos de los síntomas que pueden darse en una persona que tiene trastorno límite de la personalidad (TLP). Un patrón persistente y heterogéneo que es muy difícil de delimitar debido a diversas presentaciones clínicas y del comportamiento que varían entre aquellos que lo padecen. 

«Es un trastorno grave de la personalidad. Suele empezar al final de la infancia, primera adolescencia, y tiene que ver con la manera de ser de las personas. Las personas con TLP tienen un estado de ánimo muy variable, unos altibajos muy extremos y una capacidad muy pobre de regularse emocionalmente. Además, tienen mucha incapacidad para mantener relaciones estables y un déficit identitario muy fuerte. Es decir, no saben muy bien quiénes son. Y a esto se le suman las conductas impulsivas, como conducir borracho, autolesiones o intentos de suicidio, que aunque no siempre están presentes, suelen darse», explica Nerea Palomares, psicóloga, vicepresidenta de la Asociación Océano TLP y profesora asociada en la Universidad Complutense de Madrid. 

Palomares añade que las personas con TLP también tienen incapacidad para controlar la ira, con ataques frecuentes de enfado y rabia, así como un sentimiento de vacío muy grande y constante en el tiempo. 

Todo suele empezar en la adolescencia

«Normalmente los síntomas suelen remarcarse en la adolescencia, porque es una etapa en la que somos más impulsivos y es en esta época cuando se empiezan a hacer cierto tipo de prácticas, como emborracharse. Sufren un coma etílico, peleas, cortes, o tienen una ruptura y en el proceso pasan cosas muy excéntricas como "si me dejas me suicido" o "te suplico". No obstante, aunque estas actitudes se remarquen a estas edades, pueden aparecer antes», señala Palomares. 

Elena Guerrero, psicóloga sanitaria especialista en trastorno límite de la personalidad (TLP) y presidenta de la Asociación Océano, precisa que «el diagnóstico siempre se realiza en la primera edad adulta, pero se está viendo que ya en la adolescencia, incluso preadolescentes, los criterios diagnósticos de TLP son incluso más virulentos que en un adulto».

La primera cuestión que nos puede venir a la cabeza es por qué se diagnostica siempre al llegar a la edad adulta, y no antes, en la adolescencia, si es que ya se presentan los criterios necesarios. La clave está en que a día de hoy, cuando los profesionales de la salud mental tienen que hacer un diagnóstico, se tienen que cumplir determinados criterios. «Pero además, en el TLP en concreto, la persona tiene que tener más de 18 años para poder hacerlo. Se supone que antes de esa edad no tienes desarrollada la personalidad, aún está en proceso. Lo cual también es discutible porque la personalidad se desarrolla hasta los 25 o 26 años, que es cuando se cierra todo el lóbulo prefrontal», confirma Palomares. 

No siempre se presenta de la misma forma: ni en el tiempo, ni entre personas

Según la guía de práctica clínica del Ministerio de Sanidad, el curso clínico de las personas con TLP suele ser inestable, con varios períodos de crisis. Estas pueden llegar a presentarse con una serie de síntomas o conductas como autolesiones, intentos de suicidio, abuso de sustancias, comportamientos impulsivos como enfados y agresiones, conductas sexuales de riesgo, hurtos, atracones o purgas. Siempre con un importante correlato afectivo. 

Con todo, con relación al pronóstico de la enfermedad, se ha descrito una tendencia a la mejoría a lo largo de la vida. Sobre todo, a partir de los 40 o 50 años, cuando se suele lograr una cierta estabilidad en las relaciones personales y en el funcionamiento laboral. «En el TLP con el tiempo hay determinadas características que se van reduciendo en intensidad. Si tú coges un TLP con 40 años, te puedes encontrar que ya toda la parte de impulsividad ha parado un poco y que está más en una parte de fobia-depresiva», asegura Guerrero. Así, aunque las características del trastorno pueden estar presentes a lo largo de la vida, la intensidad de estos síntomas puede variar. 

En este caso estamos hablando de impulsividad, pero no todas las personas con TLP la padecen. «Hay quien tiene más marcado el sentimiento de vacío y la parte depresiva, y se puede confundir con trastornos depresivos. Y tampoco tienen por qué cortarse, intentar suicidarse, beber, tener sexo… No siempre se presenta así», precisa.

Las posibles confusiones con otros trastornos de la salud mental 

Algunas características del TLP coinciden con las de otros tipos de trastornos de la salud mental. Por ejemplo, la inestabilidad afectiva y la impulsividad también pueden estar asociadas con el trastorno bipolar. Si bien en el TLP las variaciones en el estado del ánimo suelen están muy influenciadas por incidencias en las relaciones interpersonales y su duración es menor: «En el trastorno bipolar los cambios en el estado de ánimo duran más en el tiempo. En cambio, en el trastorno límite de personalidad, en un día o dos días pueden estar arriba o abajo», diferencia Guerrero. Además, la identidad no suele estar tan tocada en el trastorno bipolar. 

Por su parte, Palomares también precisa que en el caso del trastorno bipolar, «la medicación funciona mucho mejor que en el trastorno límite de la personalidad. En el TLP la medicación no funciona, va a los síntomas, pero no funciona como tratamiento primario. Sin embargo el trastorno bipolar es más biológico, más cerebral, y los fármacos funcionan muy bien porque son capaces de controlar esos altibajos y ese estado de ánimo».

«Es verdad que el trastorno límite siempre está muy enmascarado con otros trastornos. Es decir, digamos que el núcleo es el TLP pero alrededor nos podemos encontrar con multitud de trastornos como picos de ansiedad, depresión, impulsividad, de alimentación… hasta que llegas un poco al núcleo, son personas que han pasado por muchos profesionales y con muchos tipos de diagnóstico. Y luego en función del trastorno, según cuando lo cojas o cuando te venga el paciente, también están más marcados unos síntomas que otros», añade Guerrero. 

Y por si todo esto fuese poco, ambas psicólogas apuntan a otro factor clave en el «mal» diagnóstico del TLP: la falta de formación entre los profesionales. «Cada vez se sabe más pero hay muy poca gente que se atreva a tratar y sepa un poco lo que es el trastorno. Ahora entre los psicólogos ya empieza a sonar, sin embargo antes no nos daban formación sobre trastornos de la personalidad en la carrera y luego la gente tampoco se especializa en esto. Hay una dificultad intrínseca para separar los trastornos, pero además se le suma este desconocimiento», señala Palomares. 

¿Existirían unas causas del TLP?

Las causas del TLP son, por ahora, poco concluyentes. Sí que se podría hablar de factores que pueden estar implicados en su desarrollo, como son:

  • Una cierta predisposición genética
  • Una alteración en los neurotransmisores que están implicados en la regulación de los impulsos, la agresión y el efecto
  • Una disfunción neurobiológica de la regulación emocional y el estrés
  • Factores psicosociales. Como por ejemplo, el anteriormente comentado sobre el trauma, negligencias en el cuidado o falta de implicación emocional por parte de los progenitores. 
  • Desorganización de aspectos del sistema conductual afiliativo, concretamente, del proceso de apego. La persona que sufre TLP puede describir tensión y malestar familiar. También puede expresar problemas relacionados con la cognición social, concretamente con la capacidad de identificar y diferenciar las emociones que él mismo o las que sienten los demás. 

El tratamiento: un proceso largo y complejo

Además de lo ya comentado, que la medicación en el trastorno límite de la personalidad va dirigido a tratar los síntomas pero no al trastorno en sí, las psicólogas definen el tratamiento del TLP como «muy complejo» y largo. «Siempre hay que pensar en una media de dos años para una mínima estabilización. El objetivo siempre va a ser que ellos se regulen y puedan tener una vida más o menos normal como la tenemos todos. Que puedan sostener sus relaciones personales, su trabajo, y un largo etcétera», apunta Guerrero. 

Dentro de este objetivo, los fármacos para ciertas manifestaciones clínicas resultan importantes, sobre todo a nivel de impulsividad y depresión. Y a esto, se le sumaría la terapia. «Hay terapias específicas para el trastorno límite enfocadas en los grupos que funciona muy bien, pero también la que está enfocada en trauma. Porque hay que tener en cuenta que un grupo de TLP que viene del trauma. De hecho en la bibliografía aparece a veces que habría que reconsiderar que ese grupo que vienen de traumas sería una variante de estrés postraumático. Quizás ese grupo no tendría tan deteriorada la identidad, pero es verdad que tiene una sintomatología muy parecida a la del trastorno límite», apunta la presidenta de la asociación Océano.

La incidencia del trauma en las personas con TLP es muy alta. Existen estudios en los que se apunta que el 84 % de los que sufren el trastorno describen una experiencia de malos tratos psíquicos y negligencia por parte de sus progenitores antes de cumplir los 18 años. Así, los malos tratos por si solos no tienen por qué conllevar a un TLP, pero sí que la relación progenitores-hijo sean factores que influyen en su aparición.

«Después hay otro grupo de pacientes que es más biológico, que es el que se confunde más con el bipolar. De hecho a veces están solapados, el trastorno límite y el bipolar. Y luego habría un intermedio que es un problema más madurativo, por decirlo así, más de vínculos de apego», matiza Guerrero. 

En función de este tipo de características, se va trabajando a nivel de terapia focalizándose más en el trauma, la estabilización o regulación, el control de impulsos... «Al final en este tratamiento de larga duración, vas un poco intuyendo lo que en cada momento puede encajar en esa etapa del trastorno. Si son personas muy impulsivas y que tienen un alto riesgo de autolesión, suicidio, ahí es mucha estabilización, recursos más estructurados. Cuando eso se estabiliza, ya empiezas a trabajar un poco el trauma. Es un poco intuitivo también», añade. 

¿Y si alguien me cuenta que padece un trastorno límite de la personalidad?

Según las dos psicólogas, el trastorno límite de la personalidad es uno de los trastornos «más desconocidos» en el ámbito de profesionales de salud mental, y por lo tanto, también entre la gente de a pie. «Si viene una persona y te dice que tiene trastorno límite de la personalidad lo primero que tenemos que tener en cuenta es la psicoeducación. Preguntarle: "Oye, ¿y en qué consiste eso?" o "Cuéntame de qué se trata". Cuando ya tienes la información, simplemente preguntarle qué necesita o cómo le puedes ayudar para que se sienta mejor. Porque además eso es muy importante para el paciente con TLP, el poder decir lo que necesita en el momento le genera mucha seguridad. Imagínate que está con el ánimo bajo y no quiere hablar con nadie. El hecho de poder decir “mira ahora mismo no me apetece hablar, pero no te preocupes que no tiene nada que ver contigo”, eso genera una seguridad. Tanto a la persona con TLP de poder protegerse y hacer lo que necesita, como para el que lo escucha para poder saber qué hacer», aconseja Palomares. 

«La propia sociedad tiene mucho miedo al trastorno mental en si mismo. Y en el fondo es el miedo a enfrentarse a su propia sombra, porque yo siempre digo que la sociedad en la que vivimos es una sociedad muy enferma. Otra cosa es que sostengas más o menos, pero estamos en una sociedad enferma y no queremos ver», considera Guerrero. Por su parte, Palomares, añade: «No hay una cultura de normalizar la salud mental, pero bueno, sí que es verdad que esto está cambiando mucho».

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.