Salir de un TCA: «Las pacientes se ven unos 15 kilos más de los que realmente tienen»

Laura Inés Miyara
LAURA MIYARA LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Salir de un trastorno de la conducta alimentaria es posible.
La Voz de la Salud | iStock

Anorexia, bulimia, atracones y otros trastornos se pueden superar con una terapia que priorice una relación sana con la comida

23 ago 2022 . Actualizado a las 09:24 h.

Para quienes tienen una relación sana con la comida, alimentarse es una parte más del día a día. No ocupa más espacio en su mente que el requerido para acordarse de ir a hacer la compra y no gobierna más tiempo que el destinado a cocinar o reservar mesa en un restaurante. Pero para otras personas, la realidad no es tan sencilla. Convivir con un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) es estar todo el tiempo pendiente de la comida. Se trata de control, pero la sensación de control que dan estos comportamientos es totalmente falsa y es la enfermedad la que gobierna a la persona.

Sin embargo, es posible salir. Con ayuda profesional y apoyo del entorno, los pacientes consiguen amigarse con su alimentación y logran vivirla como un aspecto más de su vida. Hoy, te contamos cómo.

No hay alimentos malos

Recuperar la alimentación es el primer objetivo de todo tratamiento para estos trastornos. Especialmente, cuando hablamos de pacientes que, a causa de su enfermedad, tienen un peso demasiado bajo y necesitan reponer nutrientes para recuperar función en algunos órganos como los riñones. En estos casos, se trabaja con nutricionistas que pueden ayudar a las personas a incorporar la comida como si fuese, al menos al principio, una medicación.

«En primer lugar, lo que se hace es valorar la historia nutricional del paciente. Comprobar qué están comiendo. Hay pacientes que se tienen muchísimos alimentos prohibidos. Normalmente, en los trastornos de la conducta alimentaria aparece la prohibición, la restricción de alimentos, y es justamente eso lo que genera un mayor deseo por lo que, en muchos casos, aparece el atracón o un exceso.Entonces, empezamos a mejorar la relación con los alimentos. Lo que tenemos que asegurar es la variedad y la frecuencia. Porque, al final, la prohibición, el hacer dietas tan restrictivas va a generar ese deseo», explica Chaxiraxi Bencomo, nutricionista especializada en trastornos de la conducta alimentaria en la asociación Alabente.

Aquí es clave que la persona evite llevar un registro de su peso. Al inicio del tratamiento, se puede pedir al paciente que tome nota de los alimentos que consume a lo largo del día y en qué horarios come, para hacerse una idea de la organización y planificación de su alimentación. Sin embargo, no es recomendable pesarse. «No enseñamos el peso al paciente porque eso puede generarles mayor obsesión y mayor miedo. También hay aplicaciones nuevas en los móviles que dicen las calorías que tienen los alimentos, y hay que intentar que no las usen. Igual que pesar la comida, todo esto va a generar obsesiones y trastornos», explica Bencomo.

En este sentido, otra propuesta es evitar que la persona cocine su propia comida. «Cuanto más lejos esté el paciente de la preparación de la comida, mejor, porque si no, tienden a controlar mucho la porción, el uso de aceite o de todos los condimentos», dice la nutricionista.

Construir hábitos

Cuando hablamos de hábitos, se sabe que para cambiarlos hay que reemplazarlos con otros que sean más saludables, sin dejar de ser gratificantes. Esto es clave en el caso de los hábitos alimentarios, ya que las personas con TCA reportan una sensación de alivio y control que proviene de sus conductas en relación con la comida, y deben aprender a encontrar esa sensación en el acto de alimentarse. Esto se hace de forma paulatina, como en una terapia de exposición. «Normalmente, empiezo por el desayuno. Muchos pacientes con TCA omiten el desayuno. Una vez que empezamos a desayunar, tiende a disminuir la ansiedad, el picoteo a lo largo del día, entonces, empezamos a añadir comidas poco a poco», propone Bencomo.

También se intenta que la ingesta de los alimentos no se haga de una forma demasiado acelerada. En muchos casos, la experta sugiere a sus pacientes que procuren comer el plato en unos veinte minutos, evitando levantarse o acabarlo antes de que haya transcurrido ese tiempo. Esto es beneficioso a nivel fisiológico, no solo mental: la nutricionista explica que la señal de saciedad demora aproximadamente esos veinte minutos en llegar desde el sistema digestivo al cerebro. Además, hay un beneficio añadido, que tiene que ver con el disfrute. «En muchos casos hay pacientes que tienden a comer demasiado rápido y eso no es bueno. No disfrutan, porque cuanto antes se quiten de encima el plato, mejor», señala Bencomo.

«Hay que trabajar la variedad y la cantidad que comen, y luego hay que trabajar psicológicamente los pensamientos y las ideas que tienen respecto de su imagen, su alimentación, su peso. Muchas veces, son personas que tienen ansiedad, tristeza y pensamientos obsesivos», apunta Nieves Santolaria, psicóloga especializada en el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria.

Reforzar la autoestima

Junto a los hábitos, la autoestima es el área principal a mejorar cuando el objetivo es salir de un trastorno de conducta alimentaria. «Un denominador común de los TCA es que la persona no se quiere. Siempre cree que todo lo puede hacer mejor y se siente mal por no alcanzar el máximo rendimiento en todos los ámbitos de su vida. Entonces, hay que trabajar la aceptación. El intentar ser tu mejor versión sin llegar a ese perfeccionismo. Y otro aspecto importante dentro de la autoestima es que las personas no se comparen. La autoestima tiene dos grandes enemigos: intentar ser una persona perfecta, porque es imposible, y la comparación constante», explica Santolaria.

Redes sociales e imagen corporal

Si la comparación es enemiga de la autoestima, las redes sociales, que con sus filtros y sus imágenes editadas proporcionan una idea distorsionada de la realidad, acentúan esa comparación. Aunque las personas no tienden a compararse necesariamente con modelos o actrices famosas, que realizan tratamientos y tienen acceso a cirujanos, productos y estilistas que las ayudan a proyectar una imagen de belleza inalcanzable, sí se suele dar una comparación con respecto a otras personas personas más «accesibles», personas cercanas como primas o amigas. Cabe señalar que el estándar de belleza convencional, el ideal de cuerpo sin pelos, piel sin arrugas y bronceado que se ve en redes, requiere de intervenciones que van en contra de todas las características naturales de un cuerpo humano.

No hay que olvidar que lo que alguien decide compartir en redes será siempre un recorte de su vida y de su imagen. Y, por otro lado, es crucial tener presente que la apariencia física es apenas una pequeña parte de lo que somos. Pero, en una era en la que la imagen nos define, esto no siempre es así de sencillo.

«Las redes sociales contribuyen muchísimo a que las personas, sobre todo jóvenes, estén todo el tiempo comparándose con otras. Luego, también hay que trabajar un aspecto fundamental que es la imagen corporal. Porque las personas que tienen trastornos de la conducta alimentaria tienen distorsionada su imagen, ven como unos 15 kilos más de los que realmente tienen. Quizás este trabajo sea el más complicado. Pero hay que buscar una imagen corporal que sea más saludable y que la persona se sienta cómoda con ella», apunta Santolaria.

Habilidades comunicativas

Para muchas personas con TCA, la sensación de que no tienen el control de sus propias vidas está muy presente. Esto puede combatirse de distintas maneras, empezando por el desarrollo de habilidades que permitan a la persona expresar abiertamente sus necesidades y sus emociones. «Sobre todo la asertividad, que la persona aprenda a comunicarse con el resto dándose a respetar y al mismo tiempo respetando. Muchas veces se ve una comunicación agresiva, impulsiva, la persona siempre está a la defensiva, o a veces la persona es muy pasiva y no sabe defenderse o expresar su propia opinión», observa Santolaria.

«Lo que se hace es que la persona primero sea consciente de lo que quiere. Identificar qué siente, cómo le gustaría que sea la situación, y luego expresarlo sin ningún tipo de ataque, siendo sincera consigo misma, dando mensajes desde el yo y no desde el tú», apunta la psicóloga.

En este sentido, es importante que las personas cercanas al paciente conozcan la situación para poder apoyarla. «Trabajamos con la persona afectada y con sus familiares, desde padres y hermanos hasta hijos. Eso es fundamental, porque las personas con las que convive el paciente tienen que entender en qué punto estamos, qué aspectos vamos trabajando, de qué forma se le puede ayudar, qué conductas y hábitos alimentarios tenemos que evitar, cuáles le favorecen, qué le perjudica. Eso a la familia la orienta y sienten un montón de apoyo», explica Santolaria.

Cómo apoyar a alguien con TCA

«La mejor ayuda es escucharle y acompañarle», sugiere Santolaria. «Muchas veces los trastornos de la conducta alimentaria son difíciles de entender, porque desde afuera parece que la persona, de forma intencionada, no quiere mejorar, no quiere comer o recuperarse. Lo que hay que hacer es recibir ayuda profesional. A veces la familia quiere resolver el problema como ella piensa, pero si estás recibiendo tratamiento de profesionales, hay que apoyarles en ese tratamiento, tener calma en casa, ser sensibles y acoger la ayuda que desde terapia se da», añade.

Se recomienda que toda la familia intente comer junta y que todos los integrantes del hogar intenten comer los mismos alimentos. Pero ojo, también es clave no agobiar al paciente con la supervisión. «Muchas veces, la familia está tan asustada que genera demasiado control sobre el paciente y eso es negativo, hay que dejar algo de intimidad y espacio para que la persona no se sienta tan invadida y tenga autonomía», apunta Santolaria.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.