¿Hasta qué punto es sana la envidia? «Se suele acompañar del deseo de que esa persona pierda lo que yo quiero»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

La Voz de la Salud

Al contrario de lo que se pueda pensar, es una emoción buena siempre que pueda llegar a gestionarse de una forma adecuada

04 oct 2022 . Actualizado a las 14:17 h.

La RAE define la envidia como un sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee. Hay quien llega a decir que «se muere de envidia» por tener o hacer cierta cosa. O que le «carcome por dentro» lo que hace o posee otra persona. Sin embargo, los expertos señalan que es una emoción sana si se gestiona de la manera adecuada. La pregunta es: ¿hasta qué punto es sana y cuando deja de serlo?

«La envidia es una emoción secundaria, es decir, es una mezcla de emociones primarias como pueden ser el miedo, la rabia y la tristeza. Nos visita, por decirlo de alguna manera, cuando sentimos que alguien está teniendo algo, ya sea material o experiencial interno, que a nosotros nos gustaría tener y no tenemos. Y que además, juzgamos. Seguramente que no tenemos la capacidad, el talento o la oportunidad para tener eso sería un poco de dónde viene la envidia y cómo se genera», explica Ascen Castillo, psicóloga y psicoterapeuta.

Pero, ¿en qué se diferencian una emoción primaria de una secundaria? «Las emociones primarias son emociones básicas y universales. Es decir, todo el mundo las siente, se han investigado, todas las personas las compartimos y experimentamos de una forma muy parecida. Son el miedo, la rabia, la tristeza, la alegría y el asco. Aparte de estas emociones primarias o universales, que son sinónimos, estarían las emociones secundarias como pueden ser, por ejemplo, la envidia, los celos o la frustración». 

De esta forma, el patrón a la hora de sentir las emociones secundarias depende más de la individualidad de la persona. «Porque es una mezcla de estas emociones primarias y cada uno las siente en función de su historia de vida, a cómo interpreta lo que le sucede, etc.», añade. 

La envidia, a pesar de lo que se suele creer, es buena

«La envidia es una emoción y las emociones son normales. Tenemos la idea de que las emociones son buenas o malas en función de cómo nos hagan sentir, y en absoluto. Si estamos felices y nos hacen sentir bien son buenas y si nos hacen sentir mal, son malas. Pero en realidad, todas las emociones son buenas. La envidia es una que al fin y al cabo, nos informa de algo. Nos cuenta que algo está pasando», explica Noelia Morán, colaboradora del Consejo General de la Psicología de España y Presidenta de la Sociedad Española para el avance de la Psicología Clínica y de la Salud. 

Sin embargo, lo cierto es que la envidia es una emoción que no está bien vista socialmente. «El problema que tenemos con la envidia es que no solo es ese deseo de tener algo que yo no poseo, sino que se suele acompañar en muchos casos de un deseo de que esa persona pierda lo que yo deseo. Por eso es una emoción que está tan mal vista socialmente y que nos hace pasarlo mal, es desagradable», precisa la psicóloga. 

Todos sentimos envidia

Reconociendo que sentir envidia no es malo siempre que esta llegue a gestionarse de la forma adecuada, Morán dice que las emociones son algo que todos compartimos y vivimos: «Las hay que están mal vistas, como esta. Pero hay que tener en cuenta que todos sentimos envidia en algún momento». 

¿Por qué estoy anhelando esto que tiene el otro?

Hablando de esta emoción es frecuente escuchar que existe una envidia «sana» y una que no lo es tanto. No obstante, esa diferenciación no cuenta con ningún criterio científico que las respalde. «Más que envidia sana y envidia no sana, yo diría que existe la envidia bien gestionada y la envidia mal gestionada», precisa la psicóloga Castillo.

Tal como se comentaba anteriormente, al final sentir envidia es sano. Al igual que cualquier otra emoción. «Nuestro organismo ha evolucionado para que las emociones nos sean de ayuda para nuestra supervivencia y nuestra vida. Y por eso, partimos de que todas las emociones es sano sentirlas», apunta Castillo. Sin embargo, también añade: «Cuando siento algo que es desagradable hacia otros, como en este caso la envidia, tengo que saber cómo gestionarlo para no dañar al otro y para no dañarme a mí». 

Entonces, ¿cómo gestionarla? «Una forma muy interesante es aumentando nuestra capacidad de introspección. Es decir, dejando que la envidia nos ayude a ver mejor cómo somos y aprender de nosotros mismos. Cuando sintamos envidia podemos preguntarnos qué tiene esa persona que envidiamos, qué nos gustaría tener a nosotros, y cuáles son las limitaciones que nos están impidiendo conseguirlo», responde Castillo. «De esta forma podré aprender sobre mis propios deseos, sobre mis objetivos, y cuáles son las limitaciones que me veo a mí mismo. Y también superar o atravesar esas limitaciones», añade. 

En este proceso, cuando sentimos envidia hacia alguien, «también podemos recordarnos amablemente que el hecho de que los demás les vaya bien en algo no quiere decir que no haya espacio para que a nosotros también nos vaya bien. Utilizar esa energía de la envidia o ese impulso, para atravesar esas limitaciones». Al hacerlo, la psicóloga considera que reorientamos la envidia hacia una admiración

Por su parte Morán apunta a «aceptar o entender que te está pasando todo esto, porque te ayuda a buscar de dónde viene esa envidia. Muchas veces, esta se acompaña de sentimientos de inferioridad. Al fin y al cabo, resiente un poco la autoestima. Me planteo qué es lo que pasa y qué es lo que me gustaría tener que no tengo. Lo primero es entenderla, aceptarla. Al fin y al cabo, lo que la envidia está haciendo es darte información: algo pasa. Estás queriendo algo que otra persona tiene y tú no».

¿Cómo saber entonces, si estoy gestionando bien o no esa envidia que siento? «Estará bien gestionada cuando me permito sentirla, pero no dejo que esta me carcoma. Fluyo con ella y consigo que no me dañe ni a mí, ni a los demás. Es decir, no entro en comportamientos autodestructivos ni conmigo mismo, ni con el resto», contesta Castillo. 

«Me carcome por dentro»

Morán reconoce que todas las emociones tienen un correlato fisiológico. Cuando sentimos envidia, nuestro cuerpo, en cierta forma, también. «Puede que tengamos una sensación de tensión o cierto malestar en el estómago. Si una persona durante mucho tiempo tiene unas sensaciones que son muy desagradables o muy mantenidas en el tiempo, eso puede resentir incluso de alguna manera, su salud. Pero es algo a largo plazo». 

Envidia, que no celos

Aunque pueden parecerse mucho, no son lo mismo. «La envidia tiene más que ver con esa comparación social. Valoro lo que la otra persona tiene y me supera en habilidades, capacidades, recursos o bienes materiales. Y a partir de ahí aparece esa emoción de envidia. Es hacia una persona y no tiene nada que ver con relaciones afectivas. Puedo tener envidia a una persona con la que no tengo una relación afectiva. Sin embargo, los celos tienen más que ver con relaciones afectivas, más cercanas, como puede ser una relación de pareja o los celos entre hermanos», explica Morón. 

«Podemos sentir celos sin sentir envidia y viceversa. Muchas veces somos capaces de sentir varias emociones a la vez, incluso cuando son contradictorias. Por ejemplo, podemos sentir alivio en una ruptura al mismo tiempo que sentimos tristeza o nostalgia», amplía Castillo. Así, envidia y celos se pueden sentir al mismo tiempo, pero no siempre tienen que ir de la mano. 

¿Y si la persona envidiada soy yo? 

«Depende de quién sea la persona que te envidia y del vínculo que tengamos con ella. Lo que puede hacer daño es qué hace esa persona con la envidia. Entonces, si las acciones que derivan de la envidia que otra persona siente nos están dañando, necesitaremos poner límites. Al igual que hacemos cuando una persona se está enfadando y nos está haciendo daño con su enfado. El problema no es que se enfade, sino cómo nos trata cuando se enfada», apunta Castillo. Y añade: «En este caso, parte de los límites. Decirle a la persona que no nos gusta lo que está haciendo, pedirle que actúe de una forma diferente… Todo esto si tenemos confianza, un vínculo y la persona nos importa. Comentarle cómo nos estamos sintiendo». 

Sin embargo, si la envidia de otros no nos daña, no tenemos porqué hacer nada para gestionarlo. «Si mi vecino me envidia, pero tenemos una relación cordial y él gestiona bien su envidia, no tenemos por qué hacer nada. Es como cualquier otra emoción que él puede sentir hacia mí. Está bien y no hay que hacer nada. Yo creo que el gestionar el que otras personas te tengan envidia es necesario cuando te están tratando mal. Entonces tenemos que poner límites o directamente tener un contacto cero. Dependiendo de cómo de grave sea ese mal trato», asegura la psicóloga. 

Por su parte, Morán también apunta que una persona envidiosa también puede aprender a gestionar esta emoción. «Es posible. Al menos, que la envidia sea de otra manera. La envidia, como todas las emociones, tiene tres grandes elementos: qué pienso relacionado con esa emoción, qué siento en el cuerpo relacionado con esa emoción y qué hago con respecto a esa emoción. Si una persona aprende a gestionarlo, eso puede irse modificando, ir trabajando en ello y se puede llegar a sentir la envidia de una forma diferente. O una envidia, al menos, que no genere tanto malestar. La persona puede sentir envidia pero esta aparece y desaparece. A todos nos ha pasado, que hemos sentido envidia de algo y luego esa envidia ha desaparecido. Gestionando la envidia van eliminando o van aminorando esos elementos cognitivos, de pensamiento, de qué es lo que yo hago frente a la envidia y como yo siento la envidia que hacen que se viva mejor. Que al menos, no sea tan intensa», concluye Morán. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.