Elizabeth Clapés, psicóloga: «Querer a alguien implica no permitir que nuestra parte mala se coma a esa persona»
SALUD MENTAL
La experta proporciona herramientas para mejorar nuestras relaciones con otras personas, pero también con nosotros mismos
28 nov 2022 . Actualizado a las 13:06 h.«Creo que hablamos mucho con los demás pero muy poco con nosotros mismos», comenta la psicóloga Elizabeth Clapés. La experta en el fomento y el cuidado de la autoestima apunta que estamos acostumbrados a escuchar esa voz de fondo que forma parte de nuestro inconsciente. Esa que critica nuestras acciones o que incluso nos insulta, «pero que pocas veces nos hemos parado realmente a hablar con ella, a autoeducarnos». Por esa razón acaba de publicar nuevo libro, que precisamente se llama Querida yo: tenemos que hablar (Montena, 2022).
—En el libro hablas mucho de esa vocecita interior que por las noches nos recuerda los errores que hemos cometido en el pasado. ¿Cómo gestionar estos errores y su recuerdo?
—Yo diría que, primero, pidiendo perdón a quien tengamos que pedirle perdón porque no se puede vivir tranquilo sabiendo que le debes una disculpa a alguien que está en vida. Que podrías hacer algo para cambiar la situación y que no lo haces porque no quieres. Enfatizo mucho el hecho de que le pidas disculpas a quien se lo tienes que pedir dentro de nuestra posibilidades, porque sí que es cierto que a veces fallece la persona… Pero entra dentro de nuestras responsabilidades pedir disculpas, hacernos responsables de nuestros actos y a partir de ahí, entender también que esto que hicimos nos ha enseñado X y a raíz de este aprendizaje que hemos sacado no lo vamos a repetir en situaciones futuras. Al final todos cometemos errores. Si miramos hacia atrás, todos tenemos una lista negra de errores.
—Suele decirse que hay que aprender de esos errores y que hay que salir «mejores». ¿Es posible esto siempre?
—No. Hay veces que la vida te deja fuera de juego y que no puedes salir reforzada ni puedes salir mejor. Cómo le vas a decir esto a una madre que acaba de perder a su hijo, por ejemplo. O a un hombre que acaba de perder a su mujer. No puedes ir con ese cuento que aparece en muchos libros de autoayuda de muchos psicólogos que para mí son de pacotilla. Porque realmente no puedes sacar la mejor versión de ti siempre. Aprendes algo por narices, pero como digo en el libro, seguramente estarías más feliz sin tener ni idea. De hecho, no siempre se aprende algo de estas relaciones y muchas veces somos más felices cuando no tenemos ni idea, las cosas como son.
—Saber soltar no siempre es fácil.
—Sí, es muy complicado. Hay veces que pacientes me dicen en consulta «es que le echo de menos». Ya, es normal cuando te desvinculas de una persona. Hay que saber aguantar el dolor de alejarse de alguien. Hay que saber aguantar esa experiencia. Es como si dejas una droga, exactamente de la misma manera. Y echar de menos no significa volver en ningún caso, echar de menos significa haber querido, pero no volver. Para volver tiene que haber un cambio, tiene que haber una mejora, tiene que haber muchos otros factores y echar de menos no es suficiente.
—¿Qué es la deconstrucción?
—Deconstruir es cuestionarse primero las creencias con las que hemos crecido para después construir sobre ellas. Es decir, tirar un poco los cimientos sobre los cuales hemos crecido y levantar nuestro propio edificio con lo que hemos ido obteniendo a lo largo de la vida. Al final es qué he aprendido y si esto realmente va conmigo. Imagínate, tener unos padres homófobos que te hacen a ti o que te crían con ideas homófobas y que tú el día de mañana las reproduzcas. Habrá un momento en que tendrás que cuestionarlas porque probablemente sea una buena idea cambiarlas. Porque al final construirse es eso, tirar un poco los cimientos o los ladrillos que nos han puesto los demás o que nos ha puesto la sociedad y poner los nuestros propios. Acorde a nuevos aprendizajes, nuevas experiencias, etc.
—No siempre es fácil darse cuenta de nuestros errores, de esos pilares que han construido otros y que ahora hay que deconstruir.
—No es fácil porque al final te están derribando los pilares sobre los que tú has ido construyéndote como persona. Que te tiren todo eso por el suelo, es complicado. Hay veces que defendemos ideas a ciegas únicamente porque nos las han inculcado desde pequeños. Como pueden ser creencias religiosas, ideas políticas… y es muy complicado porque sobre esas opiniones has ido construyendo. Cuando te tiran la opinión de base se te cae todo el edificio. Hay que saber tirar esos edificios.
—¿Cómo darnos cuenta de nuestras propias taras?
—Yo creo que influye mucho cómo nos afecta a nuestras relaciones. Para darnos cuenta de lo que es una tara tenemos que mirar nuestras relaciones, nos tenemos que mirar a nosotros y tenemos que mirar a los demás. Y tenemos que ver cómo nuestra forma de ser está afectando a las relaciones que tenemos. Si hay algún patrón que se repite, si varias de mis relaciones han finalizado por el mismo motivo algo tengo que mirarme y no siempre tiene que ser un error en mi persona. Puede ser un error en comunicarme, en mi forma de ser, en mi manera de interpretar lo que me pasa… Algo hay ahí y yo creo que es importante identificar patrones. Cosas que se repiten en nuestra vida y que por lo tanto tiene que haber algo que falla por nuestra parte.
—Para esto quizás es importante pasar tiempo con uno mismo.
—Sí. Pasar tiempo solo, pasar tiempo con uno mismo, cuestionarse las cosas, no vivir con el piloto automático en general. Hablar con uno mismo y compartir opiniones con otros. No solo con una persona sino ampliamente, poder comunicarnos con gente. Un término que yo utilizo mucho es tener «un comité de sabios», un gabinete de personas con las que podemos compartir cosas, impresiones. Es una manera de crecer tú también.
—Con otras personas pueden darse discusiones, ¿cómo sobrellevar una discusión para que esta sea sana y no acabe en algo tóxico?
—Por una parte, discutir con una persona que esté dispuesta a esto. Es decir, una persona va a ser sana si varios miembros de una pareja o relación, ambos participantes, están dispuestos a que esta no sea tóxica. Entonces, por una parte, asegurarnos con quien estamos discutiendo. Y por otra, yo diría que no discutir en caliente. Hacerlo cuando la subida emocional tiende a la bajada. Cuando estemos en un estado normal. Que hable nuestra cabecita o nuestro corazón, lo que no puede hablar es nuestra rabia. Hay una frase que utilizo mucho en terapia de pareja y es que querer a alguien implica no permitir que nuestra parte mala se coma a esa persona. Es decir, al final cuando tú discutes con alguien de tu entorno, si tú quieres a esa persona, lo que tienes que intentar es que tu parte mala no le haga daño y que no gane tu rabia a lo mucho que quieres a esa persona. Tu rabia no puede pasar por encima de la salud mental de otro.
—¿Todos tenemos ese «monstruito» interior?
—Sí, todos. Algunos más que otros, pero todos.
—No siempre es fácil aceptar que tienes un «monstruito» dentro.
—Pero hay que tener en cuenta que todos lo escuchamos. Es decir, nuestro «monstruito» nos ha hecho meter la pata un montón de veces, nos ha hecho decir cosas que no queríamos decir, nos ha hecho hacer daño a otras personas. Y todos lo tenemos. Lo que pasa es que dependiendo de cómo lo eduques, de cuánto te autoeduques tú, va a afectar más o va a afectar menos, pero lo tenemos todos. No hay nadie que sea un ángel.
—A la hora de convivir con otros «monstruitos». ¿Cómo poner unos límites en una relación?
—En una relación yo diría que los límites se ponen de ti al otro. Cuando interponemos límites tenemos que tener en cuenta que la otra persona puede sentirse atacada, por eso debemos hacerlo desde el cariño y desde la cercanía, hacerle entender que lo hemos hecho por nosotros y sobre todo, en favor de la relación. Te pongo límites porque te quiero y porque quiero que la relación contigo funcione. Si yo no te los pongo, me enfado, acumulo rabia y por ese motivo la relación puede que acabe pasando a mejor vida. Lo que no quiero es que la relación finalice, por eso te pongo límites. Por nosotros, no solo por mí. También hay que entender que cuando le ponemos límites a alguien va a ser un choque, por lo que hay que hacerlo desde la empatía, el cariño y desde el «lo hago por nosotros».
—¿Cómo saber si sufro dependencia emocional?
—La dependencia emocional es la necesidad de estar constantemente con alguien vinculado, a tener contacto con esa persona, como si fuera una adicción. Para darnos cuenta de si la sufrimos o no es tan sencillo como pararnos a pensar si nuestra vida gira en torno a esa persona. Lo que hace esa persona, lo que nos dice, y si nuestro estado ánimo también gira en torno a la relación que tenemos con esa persona.
—¿Querer es poder?
—No. Si fuera así este mundo estaría lleno de buenas intenciones, pero no. Querer no es poder. Uno tiene que tener las posibilidades, la oportunidad, la capacidad, muchas cosas… Pero para poder realizar algo no es solo eso. Querer es estar más cerca de poder, eso sí. Te acerca pero no te lleva.