Mike Rucker, psicólogo: «Llevamos vidas rutinarias en las que no disfrutamos de las cosas que hacemos»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

El doctor Mike Rucker es psicólogo experto en organizaciones e investigador del comportamiento.
El doctor Mike Rucker es psicólogo experto en organizaciones e investigador del comportamiento.

El experto en comportamiento explica que deberíamos incorporar la diversión como un hábito saludable más, al igual que la dieta, el ejercicio y el sueño

31 ene 2023 . Actualizado a las 11:14 h.

El psicólogo Mike Rucker tenía una vida feliz. Estaba orgulloso de su familia, su esposa y sus hijos. Vivía de su vocación, la psicología, un campo en el que es respetado y exitoso. Hacía viajes increíbles por el mundo y tenía aficiones que no solo lo entretenían y le apasionaban, sino que lo empujaban a superarse: durante años, fue competidor del triatlón en la modalidad de Ironman. Pero una mala racha lo cambió todo. Una lesión lo obligó a someterse a una cirugía de cadera que le impediría, por el resto de su vida, volver a competir en triatlones. A esto se sumó la muerte inesperada y prematura de su hermano, de 41 años.

De pronto, Rucker se vio tocando fondo y en esas circunstancias adversas, tuvo lo que él llama una epifanía. Descubrió que no podía forzarse a ser feliz; después de todo, estaba en una etapa profunda de duelo. Pero había algo que sí podía hacer, aunque fuera brevemente: divertirse. Hacer un esfuerzo por encontrar actividades y personas con las que pudiera disfrutar se convirtió en algo mucho más importante que la idea abstracta de la felicidad. Con este reajuste de objetivos nació The fun habit (Atria books), el libro que acaba de publicar, en el que da las claves de este giro filosófico. Pasar de la felicidad a la diversión. Aquí entendemos la diversión como algo que va mucho más allá del entretenimiento. A través de ella crecemos y nos relacionamos con otros. A lo largo de los capítulos y apoyándose en evidencia científica, el experto en comportamiento explica por qué el priorizar la diversión como un hábito —es decir, ponerlo en la misma categoría que comer bien, hacer ejercicio o tener un buen descanso— es beneficioso para nuestra salud. Y brinda, paso a paso, las claves concretas para hacerlo.

—Describe la diversión como algo más orientado a la acción, mientras que la felicidad es un estado etéreo y en gran medida inalcanzable. ¿Por qué es importante esta distinción y por qué propone quitar el foco de la felicidad y pasarlo a la diversión?

—La diferencia fundamental es que, sobre todo en las sociedades occidentales, la preocupación por la felicidad es un ejercicio de evaluación que te saca del momento. Entonces, dejas de hacer aquello que estás haciendo, te requiere hacer esa pausa para la introspección, para rumiar acerca de cómo te sientes con tu vida. Y ahora sabemos, porque se ha validado de forma empírica, que este sacarte del contexto para observar tu felicidad puede conducir a ciertos problemas. Uno es que corres el riesgo de entrar en este modo de pensamiento rumiante. Y va a haber muchas veces a lo largo de tu vida en las que no necesariamente conectes con la felicidad, y esa será una respuesta apropiada. Esto me ocurrió a mí con la pérdida de mi hermano. Me preocupaba tanto por alcanzar la felicidad porque pensaba que podía salir del pozo por pura fuerza de voluntad. Y eso es bastante problemático. Lo que hay que saber hacer es recalibrarse para poder afrontar las cosas malas cuando ocurren. Y el estado emocional de la felicidad no es necesariamente una respuesta apropiada ante esos momentos. Entonces, apoyándome en lo que sabemos del mindfulness, propongo hacer algo más orientado a la acción. Decir, "vale, en este momento no me voy a preocupar por mi estado emocional, pero aún estando mal quiero hacer cosas que me aporten energía, que me motiven en lugar de agotarme". Eso es algo que podemos hacer sin importar nuestras circunstancias: elegir hacer cosas que nos interesen.

—Pero no todo lo que nos divierte o interesa nos hace bien...

—Claro. Y entones, el siguiente nivel es preguntarte: ¿esta actividad que me divierte me está ayudando a crecer, o puede llegar a agotarme? Sabemos que hay cosas que nos hacen sentir que disfrutamos, pero no son exactamente divertidas, como navegar en redes sociales. Son actividades que desplazan la incomodidad o los sentimientos negativos, pero que potencialmente llegan a hacernos daño. Estas son las actividades que llamamos de ocio pasivo, como beber alcohol, por ejemplo. Es algo que desplaza el aburrimiento o los sentimientos que no queremos tomarnos el tiempo de procesar. Ese escapismo negativo puede ser un problema, pero cuando realmente nos estamos divirtiendo, es algo distinto, algo que nos hace ver que hay una abundancia de cosas en nuestra vida que pueden hacernos felices y nosotros tenemos la capacidad de hacerlas. Eso es a lo que llamamos ocio activo: practicar una habilidad hasta lograr sentir que la controlamos, hablar o conectar con amigos... Son cosas que nos hacen sentir conectados con algo más que nosotros mismos y nuestro ego. Nos hacen sentir autónomos, vemos que tenemos el control de nuestra vida. Y eso es ser felices. Y un estudio que se realizó con una muestra de 20.000 personas entre las universidades de Harvard, Stanford y el MIT halló que, de hecho, cuando las personas disfrutan de ocio activo, sus vidas son más productivas. Pero cuando van vaciando sus vidas y dejan de disfrutar de este ocio a lo largo del tiempo, ocurre al revés. Hay pruebas empíricas que muestran que cuando las personas protegen y valoran su ocio activo y pueden disfrutar de su tiempo de la forma que desean, vuelven revitalizadas y su trabajo es más sostenible en el tiempo, además de los claros beneficios a la salud tanto fisiológica como psicológica.

—¿Por qué sostiene que la diversión es importante desde un punto de vista evolutivo e incluso para el desarrollo de los niños?

—Está claro que somos animales sociales. A una edad temprana, estos momentos de juego con nuestros padres nos ayudan a entender los límites de nuestro mundo y ponerlos a prueba. En este estado lúdico, estamos curiosos, estamos explorando y todo eso nos ayuda a descubrir cómo operar en el mundo. Cuando vamos creciendo, exploramos el territorio jugando en los parques y así es como aprendemos a encajar socialmente, aprendemos qué comportamientos nos ayudan a crear un lazo de amistad a través de la diversión y la risa, y aprendemos qué cosas no deberíamos hacer, cuando hay conflictos y vivimos situaciones que no son divertidas. Desde un punto de vista evolutivo, la diversión y el juego son lo que nos ha hecho desarrollar dinámicas grupales a través de las cuales cooperar. Conforme pasamos a la adolescencia y la juventud, la diversión nos ayuda a constituir nuestra identidad. Cuando miramos atrás, hacia nuestra adolescencia, podemos ver claramente cómo estábamos jugando a probarnos distintas identidades para ver con cuál estábamos cómodos. Y luego está el placer en un sentido más general, que es la razón por la que el sexo, o una buena comida, son cosas que disfrutamos: porque hay aspectos de esos actos que necesitamos para nuestra supervivencia grupal. Necesitamos la diversión por el mismo motivo.

—¿Qué importancia tiene la diversión para ese componente social de la vida?

—Si no lo estás pasando bien con alguien, probablemente no vas a querer seguir quedando con esa persona. Entonces, divertirnos con otras personas cumple varias funciones. Por un lado, nos energiza. Nos da más ganas de pasar tiempo con esos amigos. En segundo lugar, si creamos recuerdos alegres con alguien, esa información se codifica en el cerebro y nos ayuda a construir nuestra resiliencia. Porque ahora ya tenemos todo este tejido de recuerdos con esta persona y sabemos que la diversión, con él o ella, está a la vuelta de la esquina y es un recurso que tendremos cuando los golpes de la vida nos lleguen. Sabremos que tenemos a alguien porque al crear esos buenos recuerdos hemos generado confianza a través de esas experiencias. Y ojo, esto tiene que ser mutuo. Ambas personas necesitan haber disfrutado de esos momentos para tenerse la una a la otra cuando haga falta. Esta conexión con otros que se logra a través de la diversión te hace menos egocéntrico y, cuanto menos egocéntrico seas, más se irán minimizando tus problemas, en la medida en la que tu ego se encoge. Por eso considero que es algo tan importante.

—¿Qué obstáculos impiden frecuentemente a las personas divertirse?

—Es un amplio abanico de razones. Claramente, muchas personas sienten que si no están siendo productivas, se resentirá su autoestima, entonces, no valoran la diversión. Pero, por otro lado, la vida se ha vuelto tan complicada con la tecnología de la información, que nuestro cerebro crea rutinas y guiones para poder llevar a cabo el día a día. Lo que ocurre alrededor de los 30 a 40 años es que esta rutina se solidifica y empezamos a pensar de manera lineal. No hay variedad, dejamos de disfrutar de las cosas, vamos del punto A al B sin detenernos a pensar, porque es más simple así.

En esencia, muchos de nosotros llevamos vidas rutinarias en las que no disfrutamos de las cosas que hacemos. Y mucho de eso podría cambiar con simples modificaciones. La paternidad es un gran ejemplo de esto. Muchos padres llevan a sus hijos al parque y se sientan en un banco a ver pasar el tiempo. Puede que estén en su móvil evadiendo el aburrimiento del momento. Pero estas son oportunidades de divertirse en serio. Ya que has ido al parque, ¿por qué no utilizar ese tiempo creando experiencias junto a tus hijos que tú puedas disfrutar al igual que ellos? Jugar a algo no tiene que costar necesariamente dinero y elegir una actividad para hacer con ellos puede llevar menos de 15 minutos. Pero muchos padres dicen: Vale, ahora soy padre, tengo que cumplir con esta obligación, en lugar de verlo como una oportunidad de divertirse. Lo mismo ocurre con el trabajo. Si lo abordas como un antropólogo, puedes preguntarte: "Vale, tengo que hacer estas tareas. ¿Hay alguna forma de hacerlas disfrutándolas más?" Tres elementos nos ayudarán a examinar esto: con quién hacemos una actividad, de qué forma encaramos esa actividad y cómo es el ambiente en el que la desarrollamos. Entonces, para algunas personas, puede ser algo tan simple como cambiar de espacio. Trabajar desde una cafetería y no desde casa. O hacer reuniones caminando en vez de sentados en una mesa.

—¿Cuál es el primer paso para salir de ese estancamiento de la rutina que describe?

—Lo primero es hacer espacio para la diversión. Pensar: ¿Cuáles son las cosas que hago simplemente para desplazar la incomodidad del aburrimiento, cuando podría estar disfrutando de algo mejor en ese tiempo? ¿Qué cosas podrían hacerme disfrutar un poco más de esta rutina? Es básicamente un ejercicio de brainstorming. Y lo siguiente es tratar de reapropiarme de dos o tres horas a la semana para divertirme en ese tiempo. Si tu vida se ha vuelto una rutina, las primeras dos semanas, intentar este cambio puede ser incómodo y frustrante. Pero una vez que empiezas a disfrutar de un ocio activo, verás que te revitaliza y te da más energía. Incluso encaras con más energía aquellas tareas que no te apetece hacer, pero que tienes que hacer por obligación. Entonces, vas a disfrutar más de tu vida y aún encima serás recompensado por ello. E incluso puedes usar esa nueva energía para contribuir y ayudar a otros. Es decir, esto tiene impacto incluso por fuera de tu círculo más cercano.

—¿Qué consejos darías para lograr establecer la diversión como hábito?

—Primero, crea ese espacio para la diversión en tu vida. Luego, piensa en cosas que hayas disfrutado en otros momentos. Si tienes una afición, busca en tu ciudad si hay algún grupo que se dedique a ello al que puedas incorporarte. Estos espacios ya establecidos son lo mejor, porque solo tienes que insertarte, en lugar de tener que empezar solo dede cero a aprender esto que te interesa. Incluso si eres introvertido, no hace falta que dejes de serlo para beneficiarte de esa experiencia compartida y de rodearte de personas a las que les interesa lo mismo que a ti. Otra cosa que puedes hacer es superponer actividades. Si tienes que hacer algo, sobre todo si es una tarea de baja carga cognitiva, intenta encontrar oportunidades de añadirle elementos que la hagan más divertida: ¿puedo hacerlo con amigos? Por ejemplo, si es estudiar o trabajar, esa podría ser una opción. ¿Puedo hacerlo escuchando música o un pódcast, sin que me distraiga? Pues lo hago. Y entonces, una vez que hice eso, ya hasta me apetece hacer estas tareas porque sé que van acompañadas de algo que quiero. Y siempre intenta ser proactivo en cuanto a la diversión, para generarte esas oportunidades. Si te gusta la música, intenta buscar qué grupos van a presentarse en tu ciudad antes de que llegue el día del concierto y lamentes no haberte enterado a tiempo. Si conoces de antemano tus opciones, tendrás más probabilidades de hacer esas actividades.

—¿Cómo podemos superar o evitar esa frustración que viene al intentar algo nuevo y ver que se nos da fatal?

—Digamos que estás intentando ir al gimnasio para mejorar tu salud. ¿Qué elementos de esa experiencia puedes disfrutar más? Debes identificarlos. Si vas a una clase grupal, busca un ambiente donde te sientas muy cómodo con los compañeros y te guste mucho la música. No te preocupes de momento por hacerlo bien. Esto puede aplicarse a distintas cosas. Y si el proceso es un poco frustrante, recuerda esos elementos que sí que disfrutas, y te motivarán a volver hasta convertirlo en un hábito. Pero si no te gusta ninguna parte de la experiencia, quizás sea mejor buscar otra forma de lograr el objetivo que tienes. Si quieres hacer ejercicio físico pero no quieres hacerlo rodeado de otra gente, puedes hacer senderismo en contacto con la naturaleza. Es decir, puedes jugar con las variables que disfrutas para que la actividad te resulte atractiva y vuelvas una y otra vez. Y sé amable contigo mismo cuando estés probando cosas que todavía te cuestan. Muchas veces encaramos las cosas con esa mentalidad de mártires: "Vale, venga, lo voy a hacer". Pero eso no es sostenible. Si lo haces así, vas a acabar desistiendo y entrando a Instagram a ver cómo lo hacen otros.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.