Anders Hansen, psiquiatra: «Hay tres cosas que nos protegen de la depresión: la actividad física, el sueño y las conexiones sociales»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Anders Hansen es psiquiatra en el instituto Karolinska, en Estocolmo.

El experto en el funcionamiento del cerebro explica el origen de los trastornos mentales desde una perspectiva evolutiva

15 mar 2023 . Actualizado a las 18:37 h.

El psiquiatra Anders Hansen está convencido de que debemos entender el funcionamiento del cerebro desde el punto de vista de la evolución de la especie humana. En su nuevo libro, El cerebro depre, desarrolla esta perspectiva de los problemas de salud mental. Su visión es pragmática y ofrece respuestas concretas y soluciones que todos podemos implementar en el día a día. Por supuesto, esto incluye un estilo de vida sano con una buena base de ejercicio y alimentación saludable. Pero también hay pequeñas cosas tan sencillas como hablar por teléfono con nuestros seres queridos que pueden ayudarnos. En diálogo con La Voz de la Salud, el experto explica las claves del bienestar emocional que aplica con sus pacientes en Estocolmo.

—¿Cuáles son las causas de la ansiedad a nivel cerebral y evolutivo?

—La mejor manera de describir la ansiedad es como un estrés por adelantado. Si mi jefe me regaña, eso me va a generar estrés. Y si pienso «Igual mi jefe me regaña mañana», voy a tener ansiedad. En ambos casos ocurre lo mismo. Tanto con el estrés como con la ansiedad, entramos en modo de lucha o escape, y nuestro eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA) incrementa su actividad. En el estrés, esto sucede por una amenaza real aquí y ahora; en la ansiedad, sucede por la posibilidad de una amenaza. Al cerebro le gusta presentar distintas cosas como posibles amenazas. ¿Por qué? Porque durante el 99 % de la historia de nuestra especie en este planeta, la mitad de los humanos morían antes de llegar a la adolescencia. Ver el peligro en todas partes y prepararse para lo peor fue lo que ayudó a la humanidad a sobrevivir. Pero ver peligro en todos lados es lo que hoy llamamos ansiedad. Desde una perspectiva neurológica y evolutiva, no es llamativo que algunas personas tengan ansiedad, lo llamativo es que haya algunas personas que no la tengan.

—¿Por qué experimentamos emociones?, ¿cómo puede ayudarnos esta perspectiva evolutiva del cerebro a entenderlas?

—Experimentamos emociones porque el cerebro está intentando empujarnos hacia comportamientos que nos ayuden a sobrevivir. Sentimos hambre y eso nos lleva a comer, sentimos sed y eso nos lleva a beber. La ansiedad nos lleva a mantenernos fuera de peligros. Las emociones fueron desarrolladas a lo largo de millones de años para modificar nuestro comportamiento, no para hacernos felices ni para proporcionarnos una vida interior más profunda. Yo veo las emociones como susurros de nuestros ancestros que, contra todo pronóstico, sobrevivieron a hambrunas, deshidratación, infecciones, accidentes y asesinatos. Entender las emociones desde la perspectiva del cerebro es una nueva manera de entender la salud mental. Todos sabemos que deberíamos dormir bien, hacer ejercicio y dedicar tiempo a ver a nuestros amigos de forma presencial. Pero cuando descubres que todos esos factores afectan a tu cerebro, eso te motiva más a hacerlo. Por eso he querido escribir este libro. Hay un potencial tremendo en este conocimiento.

—¿Qué impacto tiene la actividad física en nuestra salud mental?

—La actividad física es extremadamente importante para la salud mental. Es tanto una forma de prevenir la depresión y la ansiedad como un tratamiento para ambas. La actividad física calma el eje HPA, que es nuestro principal motor del estrés. El cerebro genera emociones a partir de información que obtiene de nuestros sentidos, es decir, del exterior, y de nuestro cuerpo, de su interior. Por lo tanto, el estado de los órganos del cuerpo es muy importante a la hora de determinar nuestras emociones y, si hacemos ejercicio, los órganos se van a encontrar mejor, vamos a ser más fuertes. Esto aumenta las probabilidades de que el cerebro genere emociones agradables y limita las posibilidades de que genere emociones desagradables.

—¿Cómo impacta la soledad en el cerebro?

—Somos una especie ultrasocial. El motivo de esto es que estar por fuera del grupo era peligrosísimo para nuestros ancestros. Estar integrado en un grupo era tan importante para ellos como alimentarse. Si el hambre es la señal que nos indica que tenemos que ocuparnos de ingerir calorías, la soledad es la señal de que debemos atender a nuestras necesidades sociales. Cuando nos sentimos solos, experimentamos de base un nivel constante de estrés. A nivel evolutivo, la soledad significaba un mayor riesgo de que te maten. Es por eso que el sistema del estrés se activa con la soledad. Y la soledad no solo está relacionada con la depresión, sino que es un factor que empeora el pronóstico si hablamos de enfermedades cardiovasculares. Los motivos de esto probablemente tengan que ver con ese estrés que genera la soledad. Sin embargo, romper con esa soledad a nivel cerebral no es tan complicado. Llamar a tus padres o a tus abuelos es suficiente. Con esto le envías al cerebro la señal de que estás conectado con un grupo y eso no solo mejora tu estado de ánimo, sino que reduce el estrés, favoreciendo la longevidad.

—En el libro explicas que la depresión afecta más a las sociedades cuanto más desarrolladas estén. ¿A qué se debe eso?

—Nadie lo sabe con certeza, pero hay tres cosas que nos protegen de la depresión: la actividad física, el sueño y las conexiones sociales. En la sociedad moderna, nos movemos menos, dormimos menos y nos reunimos menos de manera presencial. Como consecuencia, perdemos esa protección frente a la depresión y nos volvemos vulnerables. Si miramos a la gente que vive como vivían nuestros ancestros, cazando y recolectando, la depresión en esos grupos parece ser poco común. Yo pienso que eso se debe a su estilo de vida: se mueven más, duermen mejor y viven en comunidades con lazos estrechos entre todas las personas. Podemos aprender de estas sociedades varias lecciones acerca de nuestro bienestar. Una muy importante es incorporar el ejercicio físico a nuestro día a día. El ejercicio no tiene necesariamente que ver con competir, correr maratones o estar en forma. Se trata de ir en bicicleta a trabajar en lugar de conducir, o subir por las escaleras en vez de usar el ascensor.

—¿Cómo se relaciona la depresión con el sistema inmunitario?

—El sistema inmunitario le envía señales al cerebro. Por ejemplo, cuando sufrimos una infección, el cerebro recibe una señala que baja nuestro estado de ánimo y nuestra energía disminuye. Cuando estamos tristes, queremos descansar. Esto tiene sentido, porque cuando tenemos una infección, necesitamos preservar nuestra energía para poder recuperarnos. Sin embargo, nuestro estilo de vida actual, caracterizado por el sedentarismo, la privación de sueño, el estrés y la comida procesada, nos lleva a tener inflamación, que es lo mismo que ocurre cuando padecemos infecciones. Es decir, con este estilo de vida le enviamos al cerebro la misma señal que cuando estamos enfermos: «Estoy infectado, va a ser mejor que me refugie bajo una manta para ahorrar energía». En consecuencia, nos sentimos sin ánimos. Esto parecerá una simplificación, pero lo cierto es que un tercio de todas las depresiones han demostrado estar relacionadas con estos procesos inflamatorios. Eso no quiere decir que una dieta antiinflamatoria sea un tratamiento adecuado para la depresión. No es así de simple. Pero hay una conexión entre la inflamación y el estado de ánimo. Cuando aceptamos esto, entendemos por qué dormir bien, reducir el estrés y hacer ejercicio son elementos tan importantes para nuestra salud emocional.

—¿Por qué dices en el libro que no estamos programados para ser felices y que deberíamos dejar de obsesionarnos con la felicidad?

—Si «felices» significa sentirnos bien todo el tiempo, mi respuesta es que simplemente no estamos hechos para eso. Si te sientes bien, vas a bajar la guardia. Y durante el 99,9 % de la historia de la humanidad, no podíamos permitirnos eso. Si los humanos estuviéramos felices de manera constante, habríamos dejado de buscar recursos y nos habríamos muerto de inanición. El punto es que no estamos buscando la felicidad. Buscamos lo que nos hace sentir bien, y ahí está la trampa. La mayor mentira acerca de nuestra naturaleza es esta idea que nos hemos creído de que, si seguimos nuestros instintos y hacemos lo que nos hace sentir bien en cada momento, seremos felices. Nuestros instintos nos han permitido sobrevivir en un mundo lleno de peligros en el que las calorías y los recursos eran escasos, pero no nos harán felices en un mundo seguro en el que los recursos abundan. Una forma de escapar a esta lógica es practicar la meditación o el mindfulness. Personalmente, he podido aprender a través de la meditación cómo funciona mi cerebro y he observado cómo crea una cantidad infinita de ideas.

—¿Qué consejos darías a alguien que está pasando por una depresión?

—Lo más importante es que busque ayuda. Decirle a alguien que sufre depresión que puede salir por sí solo es como decirle a alguien con diabetes que puede modificar por pura voluntad sus niveles de glucosa en sangre. Esto no es así. Por eso siempre les digo a mis pacientes que las depresiones y la ansiedad no tienen nada que ver con una debilidad de su carácter. Los brazos fuertes pueden levantar objetos pesados y las piernas fuertes corren rápido, pero los cerebros fuertes no son aquellos que no se ven afectados por períodos prolongados de estrés, sino aquellos que nos permiten sobrevivir. Aun si eso significa percibir el peligro de manera desmedida, como ocurre cuando tienes ansiedad, o encerrarte en ti mismo, como cuando tienes depresión. Como psiquiatra, he visto cuán importante puede ser ver las depresiones y la ansiedad desde esta perspectiva para entender que no estás roto por tenerlas. El hecho de que estés pidiendo ayuda es un signo de fortaleza. Es tan normal pedir ayuda para tratar una depresión como pedir ayuda para tratar la diabetes.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.