Psicodélicos para tratar la depresión: «Ese 'viaje' introspectivo le puede dar a la persona los mecanismos de afrontamiento para combatir su malestar»

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Las drogas psicodélicas suponen la mayor revolución en fármacos psiquiátricos desde la aparición del Prozac.
La Voz de la Salud

Las investigaciones avanzan sobre las posibilidades terapéuticas de unas sustancias satanizadas en el siglo XX, pero que hoy llaman a las puertas de la FDA

12 abr 2023 . Actualizado a las 17:21 h.

El horizonte inmediato de la psiquiatría se mueve entre un optimismo lógico y el escepticismo razonable. Optimismo porque, por primera vez desde la aparición del Prozac a finales de los años ochenta, existen líneas de investigación que podrían acabar con la sequía de nuevos tratamientos en la salud mental; escepticismo porque, a pesar de los cantos de sirena, los ensayos clínicos son una cosa y la realidad es otra. Más en un campo en el que es difícil diferenciar el activismo de la ciencia. A la espera de que la balanza acabe por decantarse de un lado o del otro —el juez será la luz verde de la FDA a tratamientos en desarrollo —, las drogas psicodélicas son ya un terremoto en el campo de la psiquiatría. 

Las investigaciones buscan nuevas recetas contra trastornos como la depresión, el síndrome de estrés postraumático o las adicciones, entre las sustancias que la gran industria farmacéutica, guiada por las políticas de Estados Unidos, tuvo que descartar en la década de los setenta. Cincuenta años más tarde, el escenario es completamente distinto. Hoy la psilocibina (el compuesto psicoactivo de los hongos alucinógenos), el LSD y otros derivados sintéticos, la mescalina o la dimetiltriptamina (el alcaloide psicoactivo de la ayahuasca) forman parte del arsenal de compuestos revolucionarios que planean sobre buena parte de las investigaciones sobre psicodélicos serotoninérgicos. Del mismo modo, el MDMA ya está llamando a las puertas de la agencia reguladora estadounidense como un empatógeno útil sobre el que pueda apoyarse la psicoterapia en el síndrome de estrés postraumático. No es ninguna quimera; la esketamina, un derivado de un alucinógeno como la ketamina ya forma parte de la batería terapéutica contra las depresiones farmacorresistentes. 

¿Significa esto que la industria está pensando seriamente en drogas con efectos psicoactivos para tratar problemas mentales? La respuesta corta es sí; la larga es que no solo esté pensando en ellas, sino que las grandes casas están mostrando un enorme interés en este campo, multiplicando su financiación. Y sí, estos fármacos provocarán ese famoso 'viaje' que asociamos con Woodstock, Jimi Hendrix y la década de los setenta, pero la idea es realizarlo de una manera controlada mediante procesos hospitalarios o ambulatorios y con preparación previa y asesoramiento posterior —a nadie le será entregada una ración de LSD para que se la lleve a su casa, no es la idea—. Con todo, es posible y previsible que se puedan dar situaciones similares a las que se dieron en países como Estados Unidos con la legalización del cannabis medicinal. Hecha la ley, hecha la trampa; podrían buscarse escaramuzas para hacer pasar por terapéutico un uso recreativo. No obstante, los expertos advierten de que el perfil de seguridad de esta sustancia es mayor que el de otras drogas, que no genera adicción y que todo es mucho más complejo que pensar que la psilocibina va a curar una depresión.

Un cambio de paradigma total con respecto a los antidepresivos

La apuesta por los psicodélicos en la salud mental tiene nombres propios. El que haya decidido comenzar a sumergirse en este mundo, seguramente conocerá a Michael Pollan. Y también a Rick Doblin. Doctor en psicología y políticas públicas, es el fundador y director del Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies (MAPS), una de las principales organizaciones que ha empujado en Estados Unidos para llevar los psicodélicos a las puertas de la FDA. Lo hizo centrándose en los supuestos beneficios del MDMA para los pacientes con síndrome de estrés postraumático. Su estrategia fue de lo más inteligente. En un país que se había cerrado en banda a investigar este tipo de fármacos durante el mandato de Richard Nixon cerrando el grifo a cualquier uso lícito de estas drogas, eligió a un perfil de la población muy concreta: los soldados.

Este perfil de paciente no fue casual. Doblin sabía del rechazo social que provocaban en la sociedad las drogas psicodélicas —equiparadas de manera científicamente injusta a otras drogas como la heroína—, por lo que escogió a un sector de la población eminentemente conservador, lo que le permitió buscarse aliados entre el enemigo. No obstante, y como la historia es caprichosa, su nombre es muchas veces destacado por haber probado sus propios compuestos sintéticos en el laboratorio.

Richard Nixon fue el principal impulsor del prohibicionismo de las drogas psicodélicas en Estados Unidos.
Richard Nixon fue el principal impulsor del prohibicionismo de las drogas psicodélicas en Estados Unidos. La Voz de la Salud

Sin embargo, las aportaciones de Doblin se centraron más en lo que en Estados Unidos se conoce como policy making, es decir, cómo convertir una propuesta en una realidad terapéutica. Pero en la investigación sobre psicodélicos hay otros muchos nombres —algunos de ellos españoles, como el de Jordi Riba, uno de los primeros en investigar los efectos de la ayahuasca en el organismo—. Porque para hacer política, primero hay que hacer química.

Con más de treinta artículos publicados en su carrera académica, Mario de la Fuente Revenga lleva una década investigando sobre psicodélicos. Tras licenciarse en Farmacia en la Complutense y doctorarse en Química Médica, acabó dedicado de lleno a la investigación de los psicodélicos y a trasladarse a Richmond (Virginia, Estados Unidos) para trabajar junto al también español Javier González Maeso en la Virginia Commonwealth University y especializarse en la farmacología de los psicodélicos. Hace algún tiempo, dio el salto a la industria. Pero aunque su labor se centra en la química básica, conoce la historia de los psicodélicos y suma muchos otros nombres a la lista de pioneros: «Tenemos a Alexander Shulgin, que preparaba compuestos y los probaba él mismo, o a su discípulo David Nichols que luego continuó haciendo químicos. Hay más, mavericks que a pesar de las dificultades para encontrar financiación tiraron hacia adelante», comenta.

Una década da para mucho y Mario de la Fuente es un libro abierto. Se ha interesado por conocer la historia de las drogas psicodélicas —plagada de mitos, por cierto—, pero sobre todo en entender sus procesos químicos y su manera de actuar en nuestros cerebros. Según explica el científico, la forma de actuar de los psicodélicos en un hipotético futuro clínico sería por su «perfil serotonérgico». De nuevo, en la serotonina está la clave. No obstante, estas sustancias actúan de manera muy distinta a los antidepresivos que, recordemos, son inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina. Pero aunque la palabra serotonina esté presente en ambos casos, nada tiene que ver lo uno con lo otro.

«Cambia completamente el paradigma. Si te tomas una fluoxetina, tendrás que esperar un mes entero hasta que empiece a notarse su efecto, si es que lo notas. El paradigma con la psilocibina es que te van a preparar, vas a tener tu 'viaje' monitorizado y se supone que el efecto va a durar en torno a uno, dos, tres o seis meses, porque todavía está por definir la posología. Con la esketamina, que es un espray nasal que se administra primero cada semana y luego cada dos, el cambio es casi inmediato. Aunque solo fuese por la rapidez del efecto, habría un beneficio absoluto. Y sí, la convergencia en el mecanismo de la serotonina no es sorprendente si tenemos en cuenta que está implicada en la regulación de muchos procesos emocionales, si bien los mecanismos son muy diferentes», detalla De la Fuente.

¿Sabías qué?

Fue en el laboratorio suizo Sandoz donde se sintetizó por primera vez el LSD y que, pese a su supuesto uso ancestral, hay estudios que datan los primeros usos de la ayahuasca en culturas amazónicas hace tan solo un par de siglos.

Si bien los ensayos son prometedores, De la Fuente Revenga llama a la cautela. Porque pese a que lleva diez años de su vida dedicado a la investigación en este campo, pone por delante de sus ilusiones y deseos a la ciencia: «Todo es muy prometedor, pero como dicen aquí ''el diablo está en los detalles''. Cuando ves los resultados que están saliendo de la psilocibina, la magnitud de las bajadas reflejadas en las escalas de la depresión, son brutales. Pero esto es algo que en el mundo del desarrollo de fármacos tiende a verse. En los ensayos iniciales se ve una magnitud brutal porque están hechos con gran manicura: la selección de pacientes, cómo están estructurados, pero cuando llegas al mundo real, las cosas cambian un montón y esos efectos maravillosos que veías al principio empiezan a diluirse», advierte. Del mismo modo, habla también del potencial efecto placebo de algunos de estos psicodélicos. «Tengo la firme sospechosa de que la psilocibina, en una persona que sea muy susceptible a la sugestión, tenga un efecto muchísimo más acusado que en una persona que tenga un arraigo brutal a su día y muy poco componente espiritual. Llegará un momento en el que toda esa resistencia que vemos a la fluoxetina en la actualidad, llegará a verse en pacientes que usen psilocibina», opina Mario.

Qué fármaco se utilizará para cada patología

En la actualidad, en esta familia de fármacos que aún está por organizarse, solo la esketamina está aprobada para su uso clínico en depresiones farmacorresistentes por la FDA y la EMA —la Seguridad Social ya financia este fármaco en España—. Sin embargo, este es un primer paso bastante tímido dentro de todas las posibilidades que ofrecen los psicodélicos.

«La esketamina no es solo que no entre estrictamente dentro de la familia de los psicodélicos, sino que han modificado la molécula de la ketamina para quitarle el componente psicodélico. El resultado es que a la esketamina le queda muy poquita acción psicodélica. La ketamina, aunque no es un psicodélico clásico como la psilocibina, el LSD, sí que tiene un poquito más de efecto psicodélico. La esketamina el efecto que busca es mucho más farmacológico», explica desde Barcelona Adriana Fortea, psiquiatra en el Hospital Clínic, investigadora y miembro de la Sociedad Española de Medicina Psicodélica. La profesional explica que, aunque la ketamina no está aprobada para el uso generalizado en pacientes con depresión, sí es un fármaco que cuenta con el visto bueno de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, por lo que permite su uso fuera de ficha en algunos casos sobre individuos farmacorresistentes.

Tras la esketamina, es el MDMA —conocido popularmente como éxtasis— el que ha recorrido más camino de cara a una futura aprobación terapéutica. Lo haría siempre como una herramienta de apoyo para pacientes de estrés postraumático. Luego, previsiblemente, llegará la psilocibina —en base a lo que tenemos en la actualidad, aunque todo podría venirse abajo— y luego, lo que tenga que llegar. Pero no se pueden hacer promesas. «Van a tener un impacto muy grande, pero tampoco creo que vayan a funcionar para todo el mundo. Obviamente tienen efectos secundarios como cualquier fármaco, aunque no sé si se está haciendo una montaña más grande de lo que realmente es. Pero desde luego es un cambio muy grande y puede ser una alternativa para muchas personas a las que los antidepresivos no les funcionaban, no toleraban bien o no querían tomarlos», adelanta Fortea.

Para qué patologías psiquiátricas se está estudiando el uso de psicodélicos

  • Depresión
  • Ansiedad asociada a depresión
  • Síndrome de estrés postraumático
  • Anorexia
  • Abuso de sustancias
  • Síndrome de miembro fantasma

Psicodélicos que están en estudio

  • Psilocibina (presente en las setas alucinógenas)
  • Psilocina
  • LSD
  • MDMA
  • Mescalina
  • Dimetiltriptamina (presente en la ayahuasca)
  • 5-MeO-DMT (presente en el sapo bufo)

Cómo se utilizarán en terapia estos fármacos

Los psicodélicos no son la fórmula de la felicidad. Una depresión no se va a curar por el simple hecho de tomar alucinógenos. En el caso de la psilocibina, por poner un ejemplo, los estudios se están centrado en lo que se denomina como psilocybin assessment treatment, es decir, un tratamiento en el que esta sustancia sería un 'asistente' del tratamiento. Esta es una perspectiva que no debemos perder: esto no tiene nada que ver con el 'uso recreativo'.

Con Mario de la Fuente somos muy claros: ¿qué diferencia hay entre un uso terapéutico y el que podría hacer una persona en un festival? Responde: «La persona que usa una droga para un uso recreativo en un ambiente así, va a estar rodeado de todo tipo estímulos sensoriales; en los centros médicos, es más bien todo lo contrario. Te tumban en una cama, te ponen unos antifaces y una música para acompañar el 'viaje', no hay mayor intervención. Precisamente esa segregación de estímulos es lo que invita a la introspección. Además, se supone que debe haber unas sesiones preparatorias antes y otras, después. El set and setting y cambia totalmente». 

Es esa introspección de la que habla Mario donde está la clave, una herramienta que ayude a explorar en la psique del paciente. El planteamiento de estos fármacos —que serán comprimidos o cualquier otra presentación farmacológica, no nos comeremos un hongo— es que siempre vayan acompañados de terapia. «Los psicodélicos suponen una ruptura en el esquema médico clásico. Lo que vemos es que los trastornos mentales son mucho más complejos que tener el colesterol alto. Obviamente la fluoxetina seguirá funcionando, pero es verdad que muchas veces el motivo por el que tenemos una depresión es mucho más complejo y tiene que ver con nuestras experiencias, personalidad o creencias. Una pastilla es muy difícil que llegué ahí. El psicodélico busca abrir, expandir la conciencia para, desde ahí, poder trabajar en qué es exactamente lo que me está generando esta impresión o esta respuesta al trauma. Y desde ahí poder trabajarlo mejor», comenta Adriana. Sin duda, y como se ha dicho repetidamente, es un cambio de paradigma total en la salud mental. Un enfoque que se podría decir 'espiritual' dentro de una medicina tan biologicista como la actual. 

En el caso del uso del MDMA para casos de estrés postraumático, la línea es similar. Ahora mismo, los esquemas que se están explorando son de medicamento unido a la terapia. «El MDMA, unido al síndrome de estrés postraumático, no busca aliviar un síntoma, sino mejorar la relación con el terapeuta. Aquí en Estados Unidos, la población de veteranos de guerra es brutal. Hablamos de soldados, personas que probablemente no tengan ninguna intención de hablar de sus sentimientos o de sus emociones. Si llega a consulta una persona que no está dispuesta a abrirse, poco se puede hacer. Lo que se propone hacer con el MDMA es crear esa empatía —de ahí que se le considere un empatógeno—, esa capacidad de conectar y de alguna manera perder ese miedo al aspecto emocional. No se trata de camuflar un síntoma. En el caso de la psilocibina y el LSD en la depresión, es un poco lo mismo. No hay un camuflaje como tal, sino ese 'viaje' introspectivo que le pueda dar a la persona los mecanismos de afrontamiento para combatir ese malestar», explica Mario de la Fuente.

Y uno podría pensar, ¿por qué se utiliza con este fin de empatizar una droga como el MDMA y no una botella de vodka si mucha gente utiliza el alcohol como alivio de la ansiedad social? Sería como comparar un huevo con una castaña. Partiendo de la base de que muchos veteranos de guerra presentan problemas con el alcohol, ya tendríamos una razón. Además, el alcohol tiene efectos amnésicos, algo problemático si la psicoterapia trabaja con recuerdos. Pero hay más. «El mecanismo de acción que tienen es muy diferente. Por ejemplo, el alcohol es un depresor del sistema nervioso central. Si estamos deprimidos, poco vamos a poder hacer»

Aunque coloquialmente se le llame 'viaje', en el ámbito investigador y clínico se utiliza el término experiencia para referirse a los efectos que los psicodélicos provocan en las personas.

¿Son seguros los psicodélicos?, ¿son adictivos?

Hay a quien le pueda chocar que se esté estudiando el uso de psicodélicos para tratar adicciones. ¿Dar 'drogas' para desintoxicar a pacientes? Aunque pueda sonar extraño, es importante conocer el perfil de seguridad de las sustancias psicodélicas que, pese a los muchos mitos que circulan en una sociedad que ha aprendido a demonizarlas, la evidencia parece coincidir en que no generan dependencia. Esto no quiere decir que, evidentemente, no tengas efectos secundarios y que habrá pacientes con, por ejemplo, patologías cardíacas para los que el uso de este tipo de terapias estén totalmente contraindicadas. 

La posología

Todavía no está detallado cómo se podrían administrar este tipo de tratamientos, pero la idea es que se utilice durante un período más o menos corto de tiempo y en contadas ocasiones.

Dicho esto, la seguridad de los psicodélicos no puede compararse con otro tipo de sustancias, como los derivados del opio (como la heroína). Porque la realidad es que la era del prohibicionismo desató muchos bulos. «Recuerdo mis años de adolescencia en Burgos, las historias del ácido. Me decían ‘como es ácido, te quema el cerebro'. El LSD es la dietilamida del ácido lisérgico, de ácido no tiene nada; de hecho, químicamente es básico. Hay un montón de leyendas urbanas sobre lo que estas drogas hacen y han hecho. Sí que es verdad que efectos como los famosos flashbacks no se han descartado por completo, pero todo parece indicar que se trate de algo completamente minoritario. Y habría que ver si no hay un proceso psicótico de fondo en los casos en los que aparecen», comenta el burgalés afincado en Virginia que cree que toda la leyenda negra «probablemente venga de exageraciones de personas con un cuadro psicótico de fondo o una esquizofrenia no diagnosticada que acaba saliendo a la luz». «Esto sumado a la demonización desde los medios acabó colando; con la gente teniéndole mucho más miedo al LSD que a la heroína y creando esa percepción que yo tenía. Pero cuando ves lo que hace uno y la otra, ves los efectos completamente distintos en el largo plazo», apuntilla. Lo que parecen coincidir todas las líneas de investigación es sobre su ausencia de potencial adictivo.

Cambiar a la persona a través de las drogas

El manifiesto fundacional de la Asociación Científico Psicodélica, una asociación sin ánimo de lucro creada en julio del año 2022 en Las Palmas de Gran Canaria, dice que su misión es investigar y divulgar el conocimiento científico sobre los avances relativos al uso terapéutico de las sustancias psicodélicas. También apuestan por «desestigmatizar el consumo legal, regulado y terapéutico de las sustancias psicodélicas, combatir la desinformación sobre sus riesgos y beneficios, y mitigar los riesgos sobre la salud asociados a su consumo». 

Sobre la labor que desempeñan, nos responden Jaime Rojas, doctor en física, psicólogo e investigador, y Lucas F. Borkel, filósofo con formación en neuropsicología y plantean posicionamientos que, aunque soportan en algunos documentos científicos, plantean interesantes debates de fondo; casi éticos. «Hay algún estudio sobre ayahuasca que encontraba que en los participantes se reducía el rasgo de neuroticismo, que es el principal predictor de los trastornos psicológicos. Las sustancias psicodélicas parecen propiciar una suerte de ingeniería de la personalidad, es decir, cambia la personalidad de los consumidores. Incluso algunas investigaciones de tipo experimental han encontrado cambios todavía más específicos que no son directamente observables, pero que se han medido. Cambios, por ejemplo, en las actitudes políticas disminuyéndose los rasgos de autoritarismo», apunta Rojas.

Es cierto que este artículo, publicado por Richard J. Zeiman, miembro del departamento de ciencias cerebrales del King's College, relacionó el uso de psicodélicos con el «ablandamiento» de creencias arraigadas. No obstante, su publicación provocó que otros investigadores se pusiesen a trabajar en el tema concluyendo que esos efectos podrían darse hacia el polo opuesto pudiendo fomentar distopías autoritarias. Cójanlo con pinzas porque como detallan los científicos, todo se mueve mucho más en una escala de grises que en el blanco y el negro. 

En cualquier caso, sí se investiga si los cambios a nivel sináptico que puedan provocar estas sustancias serán —o no— duraderos. «Ahora está muy de moda la plasticidad sináptica. Se ha visto con psicodélicos, MDMA y con ketamina. En cultivos neuronales, en el cerebro, se ve cómo las neuronas establecen más conexiones que se supone que son adaptativas y que permiten mejorar tu relación con el medio ambiente. Esas conexiones sobreviven el efecto agudo, van a estar el día siguiente. Hasta qué punto llegan a establecerse a medio plazo es lo que estamos estudiando. Si en un ratón en permanecen una semana, ese tiempo puede ser equivalente a tres meses en humanos», comenta De la Fuente sobre posibilidades apasionantes. Olviden todo lo que han aprendido sobre trastornos psiquiátricos. Si toda esta línea de tratamientos logra traspasar las puertas de la FDA, se avecinan tiempos completamente nuevos. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.