Francisco Villar, psicólogo clínico: «Una pantalla antes de los 16 años no tiene ningún beneficio»

Uxía Rodríguez Diez
Uxia Rodríguez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Francisco Villar Cabeza es doctor en Psicología y psicólogo clínico especialista en suicidio en la infancia y la adolescencia

El experto, tras un exhaustivo estudio de las últimas evidencias, recomienda retrasar el uso de los móviles hasta los 18 años

30 oct 2023 . Actualizado a las 17:56 h.

Cómo las pantallas devoran a nuestros hijos es lo que trata de explicarnos Francisco Villar. Este psicólogo clínico lleva más de diez años dedicado a la atención directa de familias con hijos menores de edad que deciden o intentan acabar con su vida. Explica que se dio cuenta de que los niños y jóvenes que llegaban a su consulta habían cambiado (a peor). Cada vez son más, cada vez son menos capaces de enfrentarse a la vida y cada vez se sienten más vacíos. ¿Por qué? Aunque las pantallas, la digitalización tan aclamada por muchos, no son las únicas culpables, sí tienen mucho que ver. 

En su conversación es muy contundente: «Los padres no tienen la culpa. El problema es que les han vendido que es algo bueno cuando ya se ha demostrado con toda seguridad que no lo es». Va más allá con sus recomendaciones: hasta los 6 años nada de pantallas (aunque apuesta por subir la edad hasta los 8). Aquí no se incluye ver una película en familia el fin de semana, pero sí todo lo demás. A partir de ese momento, un máximo de 30 minutos al día. Jamás usar pantallas por la mañana antes de ir al colegio, ni antes de acostarse, ni mientras se hace otra tarea como comer. ¿Qué pasa con los móviles? También hay una advertencia basada en toda una recopilación de estudios y evidencia científica: «Nunca antes de los 16 años. Entre los 16 y los 18, si no es evitable, ofrecer smartphones con estrictas medidas de control parental, no más de una hora al día de navegación libre». El doctor en Psicología asegura que escribió Cómo las pantallas devoran a nuestros hijos (Herder, 2023) casi como una obligación. 

 —¿Cómo devoran las pantallas a nuestros hijos?

—Lo hacen desde diferentes vertientes. Por un lado, está más que demostrado que tienen un efecto directo en la salud de los menores; por otro, tienen una capacidad increíble de interferir y competir con todas las actividades que sí están relacionadas con un sano desarrollo, y a todo esto se suman los efectos perjudiciales provocados por los contenidos que se encuentran en ellas.  

Yo llevo viendo a niños 20 años. Me dedico al suicidio, a la prevención del suicidio de forma exclusiva, desde hace una década y es muy frustrante ver que, a pesar de que cada vez hay más recursos para luchar contra esto, la situación es cada vez peor. ¿Por qué un chico de 15 años tendría que quitarse la vida? Eso es lo que yo me pregunté y lo que he ido comprobando es el efecto de la digitalización en mis pacientes.  

Las pantallas no son la causa única de la obesidad infantil, ni de las pérdidas visuales, ni del insomnio, ni de los problemas de aprendizaje, ni de los problemas de socialización, ni de la ansiedad y la depresión, ni de los trastornos de conducta alimentaria, ni del suicidio, ni del fracaso escolar, ni de la conflictividad con los padres, ni de las diferentes formas de violencia, entre ellas la sexual, en las que se ven involucrados nuestros jóvenes, como víctimas o acosadores. Pero lo que sí puede afirmarse es que las pantallas y la digitalización, como causa identificable a la luz de las evidencias, parecen contribuir negativamente en todas y cada una de estas afectaciones, no solo agravando los cuadros, sino también incrementando la prevalencia de muchas de estas problemáticas. Dicho de otro modo, sin el mundo digital en la infancia y la adolescencia, muchos niños y adolescentes no presentarían tanto malestar, no padecerían estas problemáticas, y entre los que las padecieran, muchos presentarían cuadros de menor intensidad y serían más asumibles por los sistemas de salud.

—Hace hincapié en que uno de los motivos que le han llevado a tratar de alzar la voz sobre todo esto es el cambio que ha visto en sus pacientes en los últimos años. ¿Cómo han influido las pantallas en esa salud mental de los niños que veía hace diez años y los que ve ahora?

—Nosotros tenemos unas guías que nos ayudan a llevar a cabo las intervenciones de prevención del suicidio. La primera línea que marca la Organización Mundial de la Salud es que tenemos que prevenir el acceso a métodos letales. ¿Qué tenemos hoy en día que no teníamos hace 10 años? La información del método. Por poner un ejemplo, antes llegaban tentativas en forma de ingesta medicamentosa de Valerianas. Y eso a mí me preocupaba y me alarmaba muchísimo. Hoy en día, las tentativas son mucho más graves porque todos los chicos saben de sobra cuáles son las sustancias que tienen que usar. La segunda marca de intervención que te pide la OMS es negociar e interactuar con los medios de comunicación para intentar prevenir el efecto contagio. Ahora es incontrolable, hay grupos de apología del suicidio. A todo esto se suma que la hiperconexión nos ha llevado a que, el acoso escolar, se convierta en un acoso 24 horas y que acompañe a los menores a todos lados. Lo mismo ocurre con el acoso sexual.  Y la última intervención que refiere la OMS es una identificación precoz de los chicos que están sufriendo para poder ayudarlos y poder abordarlos. La digitalización lo único que hace es apartarnos de la capacidad que tenemos nosotros de influencia y de interacción en la transmisión de valores.

—Mantiene firmemente que un niño antes de los seis años no debería tener nunca acceso a una pantalla. Es una recomendación mucho más restrictiva que, por ejemplo, la de la propia OMS que habla de no exponer a menores de dos años. 

—Dos años me parece una barbaridad. Y te explico por qué llegué a esto. Yo estaba muy preocupado por el suicidio, veía diariamente la relación que tenía con las pantallas. Por eso me puse a buscar y estudiar absolutamente todo lo publicado hasta el momento. Ahí encontré también a Michel Desmurget, doctor en neurociencia y director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia, y hay múltiples evidencias de que lo único que aportan las pantallas a los menores de seis años, o incluso ocho, solo es negativo.  

—¿Una pantalla en un niño menor de seis u ocho años no tiene ningún beneficio?

—Ninguno. Es más, me gustaría que alguien pudiese demostrar que tiene algún beneficio antes de los 16 años. Lo que a mi me gustaría es que tuviéramos que hacer el trabajo contrario. Las grandes empresas tecnológicas que tienen mucho poder, pero también otros ámbitos, están haciendo que nosotros tengamos que decir por qué los niños no deberían tener acceso a las pantallas. Pero deberíamos hacer la pregunta al contrario, ¿por qué deberían tener acceso a ellas? Hay un estudio muy interesante de Science Lab hecho a 30.000 jóvenes de entre 18 y 24 años que compara el nivel de satisfacción que sienten con su vida, en función de la edad de acceso a su primer dispositivo y es devastador. Cuanto antes acceden a él, mayor es su frustración y sentimiento de vacío. 

—¿Por qué?

—Porque todas las horas que yo estoy mirando a la pantalla, no estoy mirando a un adulto, no estoy mirando a otro niño o no estoy imaginando. Cuando te aburres, con una pantalla te pones en una posición pasiva frente al mundo. Es algo que vemos en consulta, en nuestros adolescentes. Me vienen vacíos, sin capacidad. Tenemos que entrenar a los niños. Un niño deja de imaginar que un palo es una varita, una espada o una lanza, en el momento en que le pones una pantalla delante, porque es mucho más sencillo, no hay que pensar. Nunca vamos a ser capaces de hacer cosas más atractivas que los mejores diseñadores gráficos del mundo. Es una lucha muy desigual. La pantalla no es un recurso para que el niño coma, tampoco para que el niño vaya entretenido en un viaje de coche, la pantalla es una interferencia en el desarrollo de los propios recursos para tolerar la vida cotidiana.

Los expertos sostienen que una manera de prevenir el suicidio en la infancia y la adolescencia es prohibir los móviles hasta los 16 años
Los expertos sostienen que una manera de prevenir el suicidio en la infancia y la adolescencia es prohibir los móviles hasta los 16 años

—Cuando hablamos de pantallas no hablamos solo de smartphones, ¿se refiere también a ver una película en televisión?

—No pasa nada porque el fin de semana veas una película con tus hijos, yo lo hago también. Pero a lo que nos referimos es a la interferencia que provoca una televisión encendida, tanto en los padres como en los hijos. Hasta tenerla encendida de fondo, sea con dibujos o un debate político súper interesante, roba la atención. Hablamos de hacerlo de forma habitual, no de un sábado por la tarde con unas palomitas. 

—¿Qué mensaje le daría a los padres?

—Que, sin saberlo, le están restando recursos a sus hijos. Yo no quiero culpabilizar a los padres porque la gran mayoría no lo sabe. La industria les ha hecho creer, incluso, que es bueno. Yo tengo una hija de 9 años que ahora no tiene acceso a pantallas, pero porque cuando me informé de todo esto cambié. Antes sí se las ponía y soy psicólogo clínico infantil. Quiero decirles a los padres que todos esos momentos en los que se opta por poner un móvil a un niño son muy importantes. Una pataleta es un entrenamiento para su futuro. 

Nosotros también vamos al restaurante con cosas, no voy con una tablet, pero sí con mi bolsa de batalla, que son los lápices, los juguetitos que más les gustan. Pero ese kit de restaurante es menos potente que una pantalla. Por lo tanto, mis hijos tienen que entrenar más para sacarle partido y disfrutar de eso. Y luego, también asumo que no puedo estar tres horas. Hay cosas que ya no puedes hacer como hacías antes.

El mundo digital es el futuro, no el problema, igual que lo fue el automóvil en su día. Pero tal como sucede con el automóvil, la digitalización en la infancia y en la adolescencia tiene un potencial dañino que supera con mucho sus beneficios. Reiteramos: en la infancia y en la adolescencia, la desconexión es la única forma de estar realmente conectado.

—Efectivamente, la gran mayoría de los padres que ponen pantallas a sus hijos desde que son muy pequeños, estoy pensando en dibujos en inglés, por ejemplo, creen firmemente que es bueno. 

—Por supuesto, ahí está el problema. Que como padres tenemos que ir a contracorriente, ser críticos, y aunque es difícil, ser firmes con la información que tenemos ya. La publicación de este libro no me está dando nada más que problemas, pero es que la causa lo vale, porque la causa es la protección. Podría hablar de muchísimos casos de todo tipo. Tengo compañeros que en el protocolo de valoración del autismo han tenido que poner dos meses de abstención a la pantalla y hay niños que, tras esto, cambian y ni siquiera hay que seguir con la valoración. Cada vez hay más colegios que prohíben los móviles. 

—Mantiene que una manera de prevenir el suicidio en la infancia y la adolescencia es prohibir los móviles hasta los 16 y que entre 16 y 18 tengan una regulación restrictiva. ¿Cree que esto debería ir más allá de los padres?

—La ministra de Educación de Reino Unido, Gillian Keegan, planteó prohibir por completo los móviles en las escuelas «para alivio de padres y maestros». ¿Qué pasa con estas iniciativas? Además de tener un beneficio claro, darían herramientas a los padres con ese criterio de referencia. Las pantallas están haciendo daño a nuestros hijos y lo sabemos de forma inequívoca. Cuando se empezó a hablar de los efectos del tabaco, la gente decía, "tan malo no será cuando no está prohibido". Por eso, la prohibición ayudaría, pero mientras no llegue tenemos que movilizarnos nosotros, los cambios sociales los hace siempre una minoría. 

Recomendaciones extraídas de Cómo las pantallas devoran a nuestros hijos:

Después de la inmersión en la evidencia científica publicada y en nuestra experiencia clínica y vivencias cotidianas, proponemos una serie de recomendaciones que creemos ayudarán a que el impacto de las pantallas en nuestros menores sea menos lesivo.

No se trata de un juicio penal, de modo que los datos no tienen que demostrar una verdad absoluta, sino fundamentar unos consejos y unas orientaciones claras que disminuyan los riesgos y el malestar de niños y adolescentes.

En relación con los smartphones:

1) Se recomienda retrasar su uso hasta los 18 años, es decir, hasta la mayoría de edad.

2) Nunca antes de los 16 años, entre los 16 y los 18, si no es evitable, ofrecer smartphones con estrictas medidas de control parental, no más de una hora al día de navegación libre.

3) Antes de los 16 años no se deberían usar smartphones. Esta prohibición tendría que estar acompañada de una acción legislativa que ofreciera apoyo a los padres para llevar a cabo medidas de protección. Mientras no llega, solo podemos contar con los padres.

4) Si es preciso tener acceso a llamadas antes de los 16 años, ofrecer un móvil de solo llamadas, sin conexión a internet, ni dispositivos de mensajería que permitan compartir contenidos.

5) Los grupos de WhatsApp popularizados para mantenerse informado sobre las actividades escolares siempre se tendrán en los dispositivos de los padres.

En relación con el resto de las pantallas, se asumen las siete recomendaciones que propone Michel Desmurget (2020) en su exhaustiva obra:

1) Hasta los 6 años nada de pantallas.

2) A partir de los 6, un máximo de 30 minutos al día.

3) Nunca tener pantallas en la habitación.

4) Nada de contenidos inapropiados (violencia, sexo, consumo de sustancias, etcétera).

5) Nunca usar pantallas por la mañana antes de ir al colegio.

6) Nunca usar pantallas por las noches antes de acostarse, como máximo dos horas antes de ir a dormir. 

7) Nunca hacer multitareas, es decir, cenar con pantalla, hacer los deberes, conversar o incluso acceder a contenidos en una pantalla mientras se usa también otra pantalla.

En relación con las pantallas de los padres:

1) Dejar el móvil u otro tipo de pantallas durante el tiempo de alimentar al bebé o al niño, y durante el tiempo libre de juego compartido.

2) Nunca hacer multitareas, cenar con pantallas, jugar o conversar con los hijos mientras se usan pantallas.

3) Cuando sea necesario el uso de grupos para comunicación con el colegio, facilitar el acceso a la información, dejando claro que el móvil es de la madre o el padre.

Uxía Rodríguez Diez
Uxía Rodríguez Diez
Uxía Rodríguez Diez

A Rúa, Ourense (1986). Coordinadora de La Voz de la Salud con una misión, que todos nos cuidemos más y mejor. La pandemia de covid-19 no solo la viví, también la conté en La Voz de Galicia. Mucho antes de todo esto trabajé en Vtelevisión durante casi una década como redactora, reportera y presentadora. Allí dirigí y presenté el programa Sana sana, sobre sanidad, bienestar y nutrición.

A Rúa, Ourense (1986). Coordinadora de La Voz de la Salud con una misión, que todos nos cuidemos más y mejor. La pandemia de covid-19 no solo la viví, también la conté en La Voz de Galicia. Mucho antes de todo esto trabajé en Vtelevisión durante casi una década como redactora, reportera y presentadora. Allí dirigí y presenté el programa Sana sana, sobre sanidad, bienestar y nutrición.