En la mente de una acosadora como la de «Mi reno de peluche»: «Las obsesiones tienen que ver con una necesidad de control»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Martha Scott, interpretada por Jessica Gunning en «Mi reno de peluche»
NETFLIX

Analizamos junto a dos expertos en psicología las heridas y los trastornos que puede haber detrás de conductas como la de Martha Scott, el personaje implacable que acosa a un comediante en la serie del momento de Netflix

03 may 2024 . Actualizado a las 11:31 h.

«Sentí pena por ella. Eso fue lo primero que sentí». Con esas dos frases se abre el abismo que es la miniserie Mi reno de peluche, de Netflix, calificada por Richard Gadd, su creador y protagonista como «una historia de acoso, pero diferente». Los siete episodios de este drama con destellos de comedia narran la historia real que vivió Gadd cuando, tras invitar a un té a una mujer desconocida y triste en un bar, se convirtió rápidamente en objeto de la destructiva obsesión de ella.

El personaje de Martha, la acosadora, está basado, supuestamente, en la escocesa Fiona Harvey, de 58 años, quien se reconoció a sí misma al ver la serie. A pesar de identificarse con el personaje, Harvey niega el relato de Gadd en Mi reno de peluche y asegura que los hechos no se dieron como él los retrata.

La mujer llega al punto de señalarse a sí misma como víctima de la situación, llegando a compararse con el actor Johnny Depp por verse sometida a una persecución y a «ataques de locos por internet». En declaraciones al medio británico Daily Récord, Harvey confesó estar aterrada debido a los comentarios que ha visto en redes sociales acerca de la serie. «Estoy recibiendo amenazas de muerte por cosas que realmente no son verdad»», aseguró, y añadió: «anoche dormí dos horas, porque estaba pensando: "¿y si sus seguidores empiezan a hacer esas cosas?"».

La mente de una acosadora

En un vídeo sobre la creación de la serie, Richard Gadd cita algunas cifras que ayudan a poner en perspectiva la obsesión de su acosadora con él: Martha le envió 41.071 correos electrónicos, 350 horas de mensajes de voz, 744 tweets, 46 mensajes de Facebook y 106 páginas de cartas. Esto, claro, sin contar las instancias de persecución en la vía pública, en la residencia de Gadd o en su centro de trabajo. ¿Qué lleva a una persona a obsesionarse con otra hasta el punto de llegar a tener estas conductas? Lo analizamos junto a dos expertos y atención porque entramos en terreno de spoilers.

Antes de explicar esta conducta, hay que definir el concepto de acoso, que en castellano no está limitado a instancias como las retratadas en la serie. «Es importante hacer la diferenciación entre los diferentes tipos de acoso, como se hace en inglés. Por ejemplo, si pensamos en el acoso escolar, se llama bullying. Si es laboral, es mobbing. En cambio, este tipo de acoso a una persona que no conoces se llama stalking», aclara el psicólogo forense Francisco Javier Gutiérrez, del centro Consilium.

Como explica Gutiérrez, un acoso como el que comete Martha, hacia una persona desconocida y posiblemente «famosa» es cometido más frecuentemente por mujeres que por hombres. Estadística que se revierte en el caso de un acoso ejercido contra una pareja o ex pareja sentimental: en esos casos, suelen ser los hombres quienes tienen este tipo de conductas y, además, pueden llegar a ser más violentos.

«Primero, esa persona, a nivel psicológico, tiene un funcionamiento que no está en la norma», señala la psicóloga Alicia Ridao. «Va a tener un bajo control de impulsos. Cuando nos enamoramos de alguien, hay un componente obsesivo: estamos gran parte del día pensando en esa persona. Lo que nos diferencia de alguien que es acosador es que no vamos escribiéndole decenas de mensajes como hace Martha en la serie», observa.

«En muchos casos, se acosa a alguien porque hay un delirio erotomaníaco, una fantasía de que la persona acosada se siente atraída por uno», detalla Gutiérrez. «Cuanto más compleja es una conducta, más factores contribuyen a ella. Puede tener cierta relación con la infancia, pero a veces es el propio individuo el que tiene estas características, es decir, hay un componente innato», explica.

Lo que está claro es que se trata de conductas basadas en una pérdida de contacto con la realidad, una percepción que no se ajusta a lo que verdaderamente pasa. Este, señala el experto, es un típico síntoma psicótico.

La personalidad de Martha

Detrás de las conductas de acoso, suelen estar presentes rasgos de la personalidad que son disfuncionales. «Martha tiene muy poco autocontrol y muy poca regulación emocional. Para mí, lo más llamativo es cuando Donnie le dice que no siente lo mismo que ella y entonces ella empieza a golpearse, a autolesionarse. Estas personas pueden llegar a darse cabezazos, hincarse las uñas en la piel, coger un objeto punzante y autolesionarse. Todo tipo de actividad que provoque un dolor físico intenso demuestra una falta de regulación emocional. Además, obviamente, de sus conductas extremas, como estar escribiéndole 200 mensajes a una persona que no quiere nada contigo», explica Ridao.

«Otro componente, que puede ser genético, es esa carencia en la empatía que impide ver cómo puede estar recibiendo la otra persona todo esto que hago. Un acosador siempre minimiza sus actos. Si le preguntas por el hecho, no se va a responsabilizar de ellos. También vemos la falta de empatía cuando en la serie se revela que ella había atacado a la hija sorda de un abogado. Atacar a una persona con diversidad funcional es un claro signo de esta carencia», señala la psicóloga.

Estos rasgos pueden derivar de un trastorno. «A veces, hay trastornos como la depresión, la ansiedad, que son llevados muy al extremo. Incluso en la fase maníaca, un trastorno bipolar se conecta con estos comportamientos obsesivos», apunta Ridao.

El rol del apego en la infancia

Aunque puede existir un componente genético detrás de las conductas de acoso, mucho de lo que hacemos y somos en la edad adulta está condicionado por las experiencias que hemos vivido en la infancia. En este sentido, «estas personas también han tenido una historia en la que se ha producido una herida de abandono y en la que ha habido muy poca educación a nivel de la interacción con los demás», apunta Ridao.

«A lo largo de nuestra crianza, vamos aprendiendo poco a poco de qué va la vida. Ese bebé que necesita de sus cuidadores, si sus padres le están maltratando, va a aprender que la vida es hostil. A lo mejor tiene hambre, tiene frío, necesita que le cambien, y nadie lo está haciendo, sin importar cuánto llore. Esto genera un apego muy inseguro. Esa persona crece con la creencia de que no es suficiente ni para sus padres», explica la experta.

«Esta visión de que se le puede rechazar en cualquier momento, porque no sirve para nada, es lo que hace que alguien como Martha envíe todos esos mensajes, que son una señal inconsciente de "Por favor, que alguien me quiera", "por favor, no te vayas". Lo que pasa es que en la edad adulta eso no es funcional, no es el llanto de un niño pequeño. En ese miedo a que no te abandonen, lo que consigues con esos comportamientos obsesivos es, justamente, que te abandonen», observa Ridao.

Aunque la soledad no es lo único que mueve a las personas a acosar a otros, sí que está presente de estas maneras indirectas. «Esta es una forma de estar en el mundo más que una necesidad propia de cariño y contención. Por supuesto que puede haber una necesidad, pero la salud mental de la persona está afectada. Tiene mucho más que ver con un trastorno mental. Los trastornos de la personalidad, dentro de las muchas características que tienen, incluyen la inestabilidad y la respuesta exacerbada a nivel emocional ante las rupturas», observa Gutiérrez.

Necesidad de control

Para Gutiérrez, «las obsesiones tienen que ver con una necesidad de control de la otra persona: quiero saber por dónde pasas, dónde coges el autobús, a qué hora te despiertas. Y en muchos casos voy a asaltar tu intimidad para satisfacer esa necesidad». Este es, posiblemente, el aspecto más peligroso del acoso para las víctimas: en casos como el de Martha Scott, la búsqueda de control puede ser tan poderosa que el individuo acaba violentando al objeto de su obsesión.

Este patrón de conducta «no es tan motivado desde el miedo al abandono, sino desde el miedo a no controlar situaciones. No voy a permitir que me rechaces, no voy a permitir que estés con otras personas. En Martha lo veíamos cuando se ponía tan agresiva: esa imposición de "Me tienes que querer porque yo te lo digo", "Yo de aquí no me voy"», observa Ridao.

«Incluso la persona acosadora llega a actuar en contra de las parejas de su víctima o de sus hijos. Si hay menores de por medio, el riesgo se dispara. Entonces, hay que ponerlo en manos de las fuerzas de seguridad y mantener informado de la situación también a nuestro círculo más cercano», indica Gutiérrez.

En este sentido, las acciones de Donnie no son las más adecuadas para casos así. En lugar de acudir directamente a la policía ante los primeros signos de alarma, se convence de que puede resolver el problema por sí solo. Pero, cuando una persona ha entrado en psicosis, «es muy poco probable que entre en razón, por decirlo de algún modo. Hay que pensar que para llegar a cometer este acoso, la persona ha atravesado muchas líneas: ha entrado donde no debía para obtener información, ha perseguido, ha controlado», señala Gutiérrez.

Sobre todo, hay que tener en cuenta que una persona que está atravesando este tipo de episodios de psicosis necesita un tratamiento médico, puesto que se trata de un trastorno mental que, en ausencia de un abordaje terapéutico, suele ir a peor. «En pacientes con psicosis, lo que está indicado normalmente es el tratamiento farmacológico y el abordaje multidisciplinar. Se puede trabajar desde la psicología y también puede ser necesaria una educación para la adaptación de la persona a la vida cotidiana, para que entienda qué cosas puede y qué cosas no puede hacer en el contacto con otras», explica Gutiérrez.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.