Mark Solms, neuropsicólogo: «La conciencia es lo que ganas cuando te despiertas por la mañana y lo que pierdes cuando te acuestas»

SALUD MENTAL

Mark Solms es catedrático de neuropsicología en la Universidad de Ciudad del Cabo.
Mark Solms es catedrático de neuropsicología en la Universidad de Ciudad del Cabo. Capitán Swing.

El investigador sudafricano sostiene que la única manera de acceder a un conocimiento completo del cerebro pasa por que la ciencia acepte la necesidad de estudiar las experiencias subjetivas

18 jul 2024 . Actualizado a las 15:42 h.

Cuando Mark Solms (1961, Namibia) era un niño, su hermano sufrió un grave accidente; una terrible caída que le provocó lesiones cerebrales graves. Salvó la vida, pero Mark vio que ya no era el mismo. ¿Cómo una misma persona podía ser otra? Ahí empezó su fascinación por la mente que le ha llevado a pisar todo tipo de charcos. Buscando explicaciones que aún no tenemos sobre qué es exactamente la conciencia humana, decidió revisar y contrastar con métodos neurocientíficos las viejas tesis de Freud, pese a todo el estigma que el neurólogo austríaco arrastra en la ciencia moderna. Así, se buscó problemas con los dos bandos enfrentados. Por un lado, los seguidores del psicoanálisis, a los que define como «un culto» y de los que, dice, «se comportan como miembros de una secta»; por otro lado, con la ciencia más objetiva: «Mis colegas me dijeron que era como si un astrónomo comenzase a estudiar los signos zodiacales». Con todo, se echó al monte en una pirueta difícil. Tratar de estudiar la conciencia, un ente subjetivo, desde los métodos objetivos de la neurociencia. Su trabajo le llevó a descubrir también los mecanismos cerebrales del sueño. Todo ello lo condensa y expone en su libro El manantial oculto (Capitán Swing, 2024). Atiende a La Voz de la Salud desde Ciudad del Cabo, donde es propietario de la cátedra de neuropsicología en la universidad sudafricana.

—Quizás lo primero que haya que preguntar es qué es la conciencia y qué no lo es. Porque ni siquiera tenemos una teoría científica demostrada sobre ella.

—Creo que la manera más sencilla de ilustrar qué es la consciencia es circunscribirla a todo aquello que ganas cuando te despiertas por la mañana y todo lo que pierdes cuando te acuestas por la noche. Es esa experiencia fenomenal de estar en el mundo. 

—¿Es exclusivamente humana? Porque cuando llamas a un perro por su nombre responde, ¿pero es consciente el animal que esa palabra es su nombre y todo lo que ello implica?

—Te diría que esta no es para nada una pregunta filosófica, sino científica. Porque sabemos que somos conscientes, sabemos qué partes de nuestro cerebro nos hacen conscientes y sabemos que, en este caso los perros, tienen exactamente esas mismas partes en sus cerebros que se ocupan de las mismas funciones. Te diría que existe evidencia lo suficientemente sólida, inicialmente desde disciplinas como la anatomía o la fisiología y, más tarde, desde lo comportamental, para asegurar que los perros tienen consciencia. 

—Dice que sabemos qué partes de nuestro cerebro nos hacen conscientes, ¿cuáles son?

—La parte del cerebro que nos permite ver de forma consciente es el córtex occipital, ubicado en la parte posterior. Sabemos que cuando esta región está dañada, nos quedamos ciegos. A finales del siglo XIX, científicos alemanes provocaron daños en la corteza visual de perros esperando que actuasen como si hubiesen perdido la visión. Fue exactamente lo que sucedió y ahí empezó todo. Ya en el siglo XX, se descubrió que, en realidad, la conciencia no está distribuida a través de diferentes modalidades sensoriales del córtex, sino que toda esa corteza necesita ser activada a través de una región cerebral llamada sistema de activación reticular, una estructura profunda que, cuando esta dañada en los humanos, las personas entran en coma. No es que perdamos la visión, el olfato, el oído o el gusto; perdemos la conciencia por completo. Y esto mismo sucede en los perros. Creemos que el sistema de activación reticular es la maquinaria más básica encargada de producir conciencia.

—Nos queda por saber casi todo y en su libro hace una declaraciones de intenciones. «En la ciencia no esperamos llegar a la certeza; solo aspiramos a menos incertidumbre», escribe. 

—Creo que mucha gente piensa que la ciencia se encarga de descubrir verdades absolutas. Desafortunadamente, incluso te diría que es algo que comparten muchos investigadores; que han hallado algo irrefutable. Pero la ciencia no funciona así. El método científico básico dice que si tienes una hipótesis, si crees que algo en el mundo funciona de determinada manera, tienes que crear un experimento que lo pruebe. Y si el resultado que obtienes concuerda con lo que esperabas inicialmente, podrás decir que tu hipótesis no se ha podido demostrarse como falsa. Pero eso no significa que sea verdadera. Todo lo que tenemos en ciencia son verdades provisionales que existen hasta que alguien demuestre que eran falsas. Esto es lo más elemental del método científico, lo que conocemos como principio de falsabilidad. No verificas, simplemente no falsificas.

—Me la deja botando, porque usted que ha trabajado mucho sobre psicoanálisis sabrá que la principal crítica a este método es que no cuenta con ese principio de falsabilidad, de ahí que se considere acientífico. 

—Y esos críticos tienen razón. Fue el gran filósofo científico Karl Popper el primer en plantear esto y coincido completamente entendiendo que, a lo que se refiere, es a que las teorías psicoanalíticas no se pueden falsificar a través de métodos psicoanalíticos. Porque el método del psicoanálisis no es experimental. Cuando Freud estaba desarrollando todas sus teorías, no se conocían métodos experimentales que pudiesen ser utilizados para probar sus hipótesis, por eso utilizaban herramientas psicológicas. Hoy tenemos acceso a métodos neurocientíficos para ponerlas a prueba; podemos demostrar lo equivocadas que estaban algunas de ellas y cómo seguimos sin poder refutar otras. Las teorías del psicoanálisis son infalseables desde el método psicoanalítico, pero eso no significa que no exista el principio de falsabilidad con el uso de otras herramientas. 

—Hace ya algún tiempo, Erik Hoel dijo en una entrevista que el problema del estudio de la conciencia es que, al no existir una teoría científica sobre ella, estamos en un escenario preparadigmático; que la neurociencia opera como lo hacía la biología antes de que existiese la teoría de la evolución. ¿Por qué es tán difícil investigar sobre la conciencia?

—Estoy muy de acuerdo con esa afirmación. Estamos en una fase preparadigmática en el estudio de la conciencia. No porque no tengamos una teoría, sino porque tenemos demasiadas. No logramos coincidir en cuál de ellas debería ser la principal. Y ahí estamos, en un escenario en el que muchas teorías compiten entre ellas y en donde no logramos decidirnos por ninguna. Cuando me preguntas por qué es tan difícil avanzar , creo que las respuesta es obvia: se trata de un estado subjetivo. La conciencia no es un objeto, es un sujeto, y la ciencia aspira a la objetividad tratando de exluir todo lo que sea subjetivo. Y ese es el gran problema, que implica excluir también a la conciencia. 

—Está claro que la conciencia es subjetiva, ¿pero no hay nada objetivable en ella?

—Al principio te decía que la conciencia es lo que empieza cuando te despiertas y lo que pierdes cuando te vas a dormir. Construyamos a partir de esto. Creo que este estado tan básico que cambia en la mañana y en la noche nos da la oportunidad de encontrar de forma objetiva en el cerebro qué mecanismos nos despiertan y cuáles nos ponen a dormir. Mediciones fisiológicas que cambien. Y cuanto más nos enfoquemos en marcadores de lo más básico, mejor. Si no disponemos de una ciencia paradigmática de la conciencia te diría que es, en parte, porque lo hemos enfocado siempre de la manera más compleja posible. Creo que deberíamos comenzar por algo muchísimo más básico: dormir y despertarse. Los seres humanos somos capaces de referir si estamos despiertos o no. Preguntas, ¿estás despierto? y te contestarán que sí hasta que caigan dormidos. Ahí, en esa transición, podemos ver qué pasa en los cerebros. 

—Hace referencia a todo ese proceso consciente entre el despertar y el quedarse dormido, pero también ha estudiado mucho lo que pasa durante el sueño, muy freudiano, ¿por qué?

—Empecé a estudiar la conciencia en los años ochenta, precisamente sobre esta dicotomía entre estar despierto y dormido. Pero es que mientras estás dormido también hay períodos en los que te vuelves consciente; eso es lo que son los sueños y por eso me interesé en ellos. ¿Qué sucede en el cerebro y de qué manera se correlaciona con lo que está ocurriendo en el sueño? Treinta años antes de que iniciara mi investigación ya se había descubierto que los sueños se producen durante un estado fisiológico llamado REM. ¿Pero cómo se correlaciona lo que pasa fisiológicamente en el cerebro con la experiencia del sueño? La creencia de que la causa fisiológica de los sueños de la fase REM viene de la experiencia de despertar a pacientes: si se despiertan en fase REM, reportan sueños; si los despertamos en fase no REM, no. Necesitábamos encontrar qué parte del cerebro se encargaba de generar esos sueños REM, que es algo básico para entender cómo se produce la consciencia del sueño.

—¿Cómo planteó algo tan complejo?

—Evidentemente, estos experimentos no se realizaron en humanos. No puedes ponerte a despiezar cerebros solo para intentar demostrar cómo duermen. Las pruebas se realizaron en gatos y, posteriormente, en ratas. Pero hay un problema evidente, y es que ni los gatos ni las ratas te van a poder contar qué paso en sus sueños. Tratamos de establecer una correlación entre el sueño REM de los humanos buscando su origen cerebral en otras especies. Sin embargo, en mi investigación sí pude contar con seres humanos que ya tenían daño cerebral. Para mí sorpresa, me encontré con pacientes con daños en las áreas encargadas del sueño que continuaban soñando. Y al contrario, pacientes con lesiones en otras regiones que habían perdido su capacidad para generar sueños. Fue muy sorprendente. Aunque los sueños se producen durante la fase REM, la parte del cerebro que genera el sueño REM no es la misma que genera los sueños, sino otra área distinta llamada vía mesolímbica, una de las vías dopaminérgicas del cerebro. 

—Es un tema controvertido hablar de la ciencia de los sueños porque, y de nuevo el elefante en la habitación, tenemos que hablar de Sigmund Freud, ¿qué hizo bien y qué hizo terriblemente mal?

—La primera vez que escuché hablar de Freud fue en una facultad de humanidades, porque en los ochenta ya nadie se lo tomaba en serio; no se enseñaba nada sobre él. Freud dijo que los sueños servían para expresar deseos instintivos, a lo que Popper respondió que eso era algo indemostrable. Porque, ¿cómo hacerlo? Todo lo que tienes es un sueño y nada más. La investigación que realicé mostró que la parte del cerebro encargada de generar el sueño es la vía mesocórtical mesolímbica, que es exactamente lo que esperaba Freud, pero él no disponía de métodos para saberlo. La parte del cerebro que genera un deseo intenso es lo que llamamos sistema de recompensa. Fue una gran sorpresa para mí, lo que me hizo revisar lo que Freud planteó. Los resultados de mis estudios fueron consistentes y no lograron falsificar la hipótesis de que detrás de los sueños exista un impulso positivo, instintivo, motivador o generador de placer. A través del psicoanálisis no se puede demostrar que detrás del sueño exista un impulso que tenga que ver con un deseo, pero con los métodos de estudio cerebral resulta que el sistema de recompensa está involucrado en la producción de sueño. Me parece bastante fascinante que Freud relacionase esto. 

—Entiendo que esto lo enmarca entre lo que hizo bien, pero claramente se equivocó en otras muchas cosas. 

—Creo que hay, fundamentalmente, dos cosas que Freud hizo bien. La primera y la más importante fue estudiar la mente de manera subjetiva. Todos sabemos por nuestra experiencia personal que tenemos estados conscientes, los experimentamos todos los días y son parte de nuestra naturaleza. Por tanto, sin importar lo difícil que pueda ser, tenemos que incorporar esta parte subjetiva de la naturaleza a la ciencia. Creo que es un grave error no hacerlo. Sin entender cómo contribuyen nuestras experiencias a la biología, jamás entenderemos cómo funciona el cerebro. Su segundo acierto fue reconocer a la mente con sus propiedades fundamentales. La hipótesis de Freud era que la mente monitoriza el estado de nuestro organismo, lo que hacemos bien o mal en función de nuestras necesidades fenotípicas. Cada especie necesita mantener un rango de temperatura corporal, de glucosa, de agua o de oxígeno. Cuando estamos ocupados haciendo las cosas que te requiere la vida, ¿cómo podemos saber si lo que estamos haciendo es bueno o malo para nosotros? De alguna manera lo sentimos. Él creía que este tipo de impulsos estaban modulados por lo que llamó pulsiones, que representarían las demandas del cuerpo. Esas demandas las sentimos y así es cómo funciona la mente. Puede que resulte obvio que la mente responde a las demandas del organismo. Pero enfatizo la importancia de esto porque una parte muy significativa del estudio de la mente estudia estas funciones cognitivas sin tener en cuenta que todo esto trabaja al servicio de nuestras necesidades reproductivas y de supervivencia. Freud, a través de lo que llamó pulsiones, creo que estaba bien encaminado.  

—¿Y qué hizo terriblemente mal?

—Muchas cosas. Pero creo que uno de las más importantes, y no creo que mucha gente caiga en esto, es que confundió la sexualidad con el placer. Cualquier cosa, y cuando digo cualquier cosa es cualquier cosa, que te aporte placer, él la relacionaba con el sexo. Provocó que la palabra sexualidad cambiase de significado. Freud estableció, por definición, que todas las pulsiones que persiguiesen sensaciones placenteras eran actividades sexuales. Y no es cierto. Hoy en día conocemos muy bien los mecanismos cerebrales involucrados en el placer; sabemos que hay distintos tipos con diferentes circuitos cerebrales involucrados, distintos procesos químicos. Existe, claro, uno involucrado en el sexo, existe la química sexual, principalmente relacionada con la testosterona y los estrógenos, pero también con la vasopresina o la oxitocina. Estas sustancias químicas no participan en muchas otras experiencias que consideramos placenteras. Por ejemplo, el sistema mesocórtico-mesolímbico-dopaminérgico del que antes mencionaba y que juega un papel fundamental en los sueños, es un circuito que genera placer, pero que no tiene que ver en absoluto con la sexualidad. 

—¿Tuvo costes personales y profesionales escoger el estudio del psicoanálisis cuando la teorías freudianas ya estaban descartadas y mal vistas?

—Mis colegas me dijeron que estaba estudiando pseudociencia, que era como si un astrónomo comenzase a estudiar los signos zodiacales. Yo les respondía que no iba a ser adoctrinado en nada, pero que quería conocer si existía algo que se pudiese rescatar y probar a través de la neurociencia. Sé y es totalmente cierto que existen muchos problemas con el psicoanálisis y que muchos psicoanalistas se comportan como miembros de una secta, que tienen un sistema cerrado de creencias y que no quieren ni ver las pruebas experimentales. No están dispuestos a cambiar de opinión sobre nada. Son hostiles a personas como yo, que trasladan sus teorías subjetivas a métodos empíricos de investigación experimental. Yo no formo parte de ese culto, pero los árboles no nos deben impedir ver el bosque. Creo que hay aportaciones de valor en el psicoanálisis y que pueden enriquecer la neurociencia.

—Desde luego, no hay ejemplos en la historia de la ciencia tan polémicos como Freud. Porque Newton también se equivocó en algunos de sus postulados, pero ni de broma levanta las mismas ampollas. 

—Creo que podríamos equiparar los aportes de Freud a la psicología con los que Darwin hizo a la biología o Newton a la física. Una figura fundadora que estableció ese primer gran marco sobre el que dibujaron los que vinieron después. La cantidad de errores que cometió Newton es increíble. La cantidad de cosas que se le escapaban a Darwin sobre biología es tremendo. Y con Freud pasa lo mismo. Fue un pionero, dio esos primeros pequeños pasos a la hora de investigar aspectos de la naturaleza, en su caso la mente. Es fácil establecer las primeras grandes conclusiones sobre algo si eres el primero que pasa por ahí, pero también es fácil que cometas unos errores enormes, porque no cuentas con la ventaja de haber aprendido lo que otros ya han descubierto. Así es como veo yo a Freud, igual que veo a Darwin o a Newton. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.