Renacer tras un intento de suicidio: «Mi vida no es fácil y no se la deseo a nadie, pero aquí estoy, feliz y orgullosa»

Silvia Llopis LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Silvia Llopis, en el 2022, muestra las secuelas que sufrió tras su intento de suicidio.
Proyecto Silencios Rotos

Silvia Llopis cuenta en primera persona por qué intentó quitarse la vida en el 2016 y cómo ha logrado reconstruirse a pesar de las secuelas

17 sep 2024 . Actualizado a las 17:58 h.

sSoy Silvia Llopis, tengo 41 años y soy una superviviente de mi propio intento de suicidio en el 2016. Tengo secuelas permanentes por este intento. Estoy reconstruida, no tengo estómago, ni cuerdas vocales, laringe ni faringe. Mi vida no es fácil y no se la deseo a nadie, pero aquí estoy feliz y orgullosa de mostrar mi historia de superación a través de mi testimonio, para así ayudar a otras personas en este camino.

Tras ocho años de sufrimiento y de una intensa lucha, después de superar barreras mentales y físicas, decido hablar de esto con naturalidad. El suicidio es la tercera causa de muerte no natural y la primera de los jóvenes de hoy en día. Y tal vez por eso sea difícil de entender. Nadie entendió mi sufrimiento y mi dolor, porque era joven y, desde fuera, parecía que lo podía llegar a tener casi todo. Pero mi mente fue mi peor enemiga. Me hizo sentir culpable, indigna, fracasada y mala persona, al no cumplir las expectativas de la sociedad de hoy como mujer. Pero, sobre todo, lo que estuvo en juego fueron las expectativas que me marqué yo misma. Esta es mi historia.

El silencio

Lo primero que quiero dejar claro es que al suicidio se llega por múltiples factores. En mi caso, a los 30 años rompí con una pareja, tuve que volver a la casa familiar y yo con mi sueldo no podía permitirme casi nada, sobre todo vivir mi vida independiente, que era lo que tanto deseaba. Además, veía que no se cumplían sueños, proyectos personales y profesionales. Ese duelo para mí fue un retroceso que hizo que me odiara a mí misma y perdiera la autoestima. Mi entorno y los médicos no entendían mi frustración. La cultura, nuestra sociedad y mi autoexigencia me hicieron pensar que con esa edad ya tenía que tener pareja, una casa, hijos, un proyecto de futuro. Pero las cosas se habían torcido por el camino y no sabía cómo gestionarlo.

Decidí callar y oculté mi tristeza y vacío existencial tras una enorme sonrisa. Me dediqué a hacer como si no pasara nada. Pero el cuerpo es sabio y entonces apareció la ansiedad. Un trastorno maldito que no entendía. Fue entonces cuando los médicos empezaron a tratarme con pastillas. Pero algo que no te avisan es que debido a ellas puedes empezar a perder tu esencia.

Intentos de morir

Con el tiempo, la situación no mejoraba. Todo se me agudizó y empecé con ataques de pánico repentinos, que venían sin un porqué, y cada dos por tres tenía que venir la ambulancia o yo acabar en urgencias por estos problemas. Así estuve dos años. En aquella época, mi sufrimiento era tal que no quería seguir viviendo con mi depresión y mis trastornos. Para escaparme de esto, hice varios intentos de suicidio y fue entonces cuando me empezaron a ingresar y aislarme de mi entorno en hospitales psiquiátricos.

Esta experiencia fue dura. Nos mezclaban con personas de todo tipo y debo confesar que el trato era indigno y que algunas veces acababan humillándonos. Fue allí donde perdí el sentido de mi vida. Mi familia me quería ayudar y lo intentaban como podían, pero los médicos no me entendían. Yo entré en una espiral y en un bucle de oscuridad en mi mente de tal forma que me dolía hasta el alma y sentía un sufrimiento inaguantable. Llegué a pensar: «Preferiría romperme el brazo, porque eso es algo que al menos saben curar y entienden».

Estuve así hasta que llegó el día en el que quise acabar con mi sufrimiento. Porque el suicido es eso, el triste desenlace de un sufrimiento, que puede ser mental, físico, económico o social. Yo me suicidé el 26 de julio de 2016. Tras varios intentos fallidos, tomé aguarrás.

Me quemé por dentro y tengo secuelas graves. Entre otras, lo que médicamente se denomina ser laringectomizado, como lo somos quienes tenemos traqueotomías y cánulas. Me quedé sin estómago, ni esófago, ni cuerdas vocales. Por esta razón, no puedo hablar y uso una app para comunicarme. También me afectó a los pulmones y dentro de los bronquios tengo una malla para que no se me cierren y pueda respirar. Estuve mucho tiempo en varias UCIs y me pasé un año hospitalizada. Tuve múltiples operaciones, en una de las cuales dejé de andar y estuve postrada en una silla de ruedas.

La vida después de un intento de suicidio

Si hoy estoy viva es gracias al amor de mi familia, mis padres y mi hermano, quienes me dieron su fuerza, su valentía y su cariño para seguir luchando cuando yo no las tenía. Vi que me necesitaban y eso me ayudó a superar mis dificultades físicas y mi infierno emocional. Les debo todo a ellos. Y gracias a grandes profesionales de todos los diferentes equipos médicos del hospital de Bellvitge que me trataron, que primero me salvaron la vida y luego me ayudaron en mi recuperación física y médica. Y aún hoy en día me siguen ayudando y apoyando en mis secuelas física. Soy un caso único y también conmigo han aprendido cosas en sus profesiones que aportan a sus pacientes que lo precisen. Ha sido un esfuerzo personal. He estado bien acompañada de muchos seres queridos y esto me impulsó a continuar.   

Viví un año en el hospital y pasé de dejar de andar por una operación y estar años en silla de ruedas, a poder volver a hacerlo. Estuve siete años sin comer ni beber por la boca, sino solo a través de una sonda gástrica. Cuando superé todo eso, recuperé mi esencia y acepté mi nueva condición física.

Me dieron medicación para aguantar ese sufrimiento durante esa recuperación. Pero después de los ingresos y las operaciones, un año más tarde, me dieron el alta psiquiátrica. A pesar de todo lo que he vivido, me encontré y resurgí. Comprendí que soy una obra de arte por dentro y por fuera. En este largo camino de años, descubrí que la vida es para ser vivida. Tener todo tipo de experiencias, aunque no sean positivas, y aprender de ellas, la vida es un camino y su esencia está en los pequeños detalles. De aquí viene mi historia de superación y mi renacer.

Mi mensaje

Aunque ahora sea una mujer discapacitada, soy feliz. Tengo días horribles, pero los buenos son increíbles. Me he reinventado aportando mi granito de arena a este mundo. Dedico mi tiempo ayudar a los demás, a mis seres queridos y a mí misma, con una mirada diferente llena de vida y de sueños, y esto es lo más importante para mí. Trabajo como voluntaria en Cáritas y a la vez colaboro con entidades de prevención de suicido y duelo a los familiares. A través de mi testimonio, les aporto luz, comprensión, apoyo y ayuda.

Es cierto que casi todo tiene solución menos la muerte, hay cosas que no podemos solucionar, pero se puede mejorar, aceptar y vivir con ello. Por eso quiero dar el mensaje de que, tras un proceso de perdón y aceptación, con un trabajo personal de voluntad y con ayuda de tu entorno y los profesionales, como en mi caso, es posible encontrarle un sentido a la vida. Y con toda mi desgracia, aprendí que la vida es disfrutar de los pequeños detalles, que es lucha, constancia, apoyo, caerte y volverte a levantar las veces que sean necesarias, porque cada vez te vas haciendo más fuerte, te vas encontrando y creciendo como persona.

También entendí que sin salud mental ni física no tienes nada. Quienes sufrimos o hemos sufrido algún tipo de trastorno de salud mental en algún momento nos hemos sentido juzgados, estigmatizados por la sociedad y nuestro entorno y desgraciadamente aislados y marginados por el sistema sanitario. Deseo romper barreras para que nadie sienta vergüenza a su sufrimiento y para que la sociedad nos responda y nos atienda.

Deseo que el suicido no sea el triste final de un sufrimiento que podemos sanar, entender y curar. Debemos trabajar en ello para darle visualización y hacer desaparecer su tabú y su estigma. Las personas que desgraciadamente hemos sufrido y estamos sufriendo esto, ya sea en primera persona o a través de un familiar que ya no está, debemos hablar y aprender juntos. Espero que mi mensaje y mi historia sirvan para derribar la barrera del silencio que nos oprime.

Como parte de mi esfuerzo y mi lucha es dar a conocer este mensaje, he participado del proyecto fotográfico Silencios rotos. Soy el cartel del proyecto y mi testimonio en primera persona es uno de los que aparecen en él. Con este proyecto realizado por los fotoperiodistas Jordi Ortix y Manu Mitru, queremos dar visibilidad entre la sociedad a nuestra historias y nuestras demandas. Es importante que todos entendamos qué es el suicido, qué puede llevar a alguien a ello y cómo lo podemos llegar a evitar con nuestro esfuerzo.

Quiero que todo el mundo sepa que podemos tener momentos difíciles, y que nos encontremos en un túnel donde no encontremos salida, pero siempre la hay. Incluso en las noches más oscuras y tristes existen las estrellas, que nos iluminan aunque no las podamos ver. Después viene un nuevo día y es posible resurgir con una nueva oportunidad en nuestras vidas. Ahora soy la chica que habla en silencio, que desea vivir y ayudar a que, través de mi historia de superación, améis y valoréis vuestras vidas.

Línea de atención a la conducta suicida, disponible siete días a la semana durante las 24 horas: 024.