Enric Armengou, experto en suicidio: «Cuando sobreprotegemos a los pequeños los estamos desprotegiendo»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Enric Armengou es psiquiatra especializado en conducta suicida.

El especialista explica que las chicas jóvenes son un grupo de alto riesgo no solo para la conducta suicida, sino para sufrir trastornos de la conducta alimentaria, incluso en mayor medida que los chicos

06 dic 2024 . Actualizado a las 12:59 h.

Enric Armengou es psiquiatra especializado en el tratamiento y la prevención de la conducta suicida. Asesora al Ministerio de Sanidad en el plan nacional de prevención del suicidio y es miembro del patronato de la Fundación Ayuda y Esperanza, donde atiende de manera voluntaria el Teléfono de Prevención del Suicidio y el Teléfono de la Esperanza.

En su nuevo libro, Romper el silencio (Plataforma editorial, 2024), Armengou propone precisamente hacer esto: derribar el tabú que persiste en torno a la ideación y la conducta suicidas, levantando el velo de secreto, vergüenza y estigma que rodea a una problemática urgente, el suicidio en jóvenes. Su mensaje es alentador: la información y el hablar de forma clara y directa de estos temas, lejos de incitar estas conductas, nos permite entender su origen y trabajar sobre él para mejorar la calidad de vida de los jóvenes y ayudarles a comprender que los malos momentos son pasajeros.

—¿Cómo entienden la muerte los adolescentes? ¿Qué les lleva a plantearse el suicidio?

—Los niños, cuando tienen sus primeros contactos con la muerte porque se muere un abuelo, piensan en ella como algo temporal, transitorio. Y los adolescentes también lo ven como un game over en un juego: me muero, pero después vuelvo a empezar. No piensan en la muerte como algo definitivo. En suicidología se suele hablar de que el suicidio es una solución permanente a un problema temporal. Es verdad que el suicidio en adolescentes es muy diferente al del adulto, al de personas mayores que de repente les detectan un cáncer o un alzhéimer. En jóvenes, la idea del suicidio es otra, está muy relacionada con la tríada de sentirse solos, aunque tengan amigos y familia, sentir que son una carga o un problema para sus padres, y un dolor profundo, del alma, una desesperanza y una desesperación. Cuando se da todo esto y la persona además se siente capaz de matarse, hay un alto riesgo.

—¿Cómo es esa progresión desde una situación desagradable y cotidiana hasta plantearse morir?

—Hay casos que son muy de la vida cotidiana, podemos cogerlos a tiempo rompiendo el silencio y hablando. Uno de los casos que cuento en el libro es el de una niña de 14 años que quería suicidarse estando su madre durmiendo en la habitación de al lado, porque su novio la había dejado. Si hablamos con ellos y trabajamos en esto, podemos evitar no solo el suicidio, sino el sufrimiento de los jóvenes. Si tú hablas con tu hijo o tu hija cuando ves que está cambiando su carácter, cuando lo ves más apagado, cuando se distancia de sus amigos, puedes descubrir qué le está pasando. Y no hay que tener miedo como padres de preguntarles, aunque estén en una edad en la que ellos no escuchan. Sí que nos oyen y nos miran, porque los padres somos lo más importante. Si no les hablamos nosotros de estas cosas, lo hará TikTok.

—¿Qué factores pueden proteger a los jóvenes frente al suicidio?

—Una clave es enseñar a nuestros hijos a tolerar la frustración. Eso se aprende a través de pequeñas frustraciones cotidianas. Si a un niño le das algo a la primera que te lo pide, luego te pedirá más y no valorará las cosas. Va a estar insatisfecho, porque va a pensar que todo lo que desee se le tiene que dar. Entonces, desde pequeños hemos de ayudarles a comprender los límites y a asumir la realidad de la vida. Si sobreprotegemos a los pequeños, los estamos desprotegiendo. Otro factor protector es el control en el uso de las pantallas, que están generando conductas adictivas. Si, cuando tengo una angustia, la calmo con la pantalla que me genera dopamina y me siento bien, no aprendo a aguantar un poquito ese sufrimiento para conseguir algo mejor.

—¿Cuál es el rol de los padres en esta prevención?

—Los padres somos el faro para nuestros hijos, tenemos que ser quienes les diga por dónde van bien y por dónde mal. Tenemos que ser capaces de ayudarles a ser la mejor versión de sí mismos. Pero es importante la aceptación personal. Si mi familia se hubiese empeñado en que yo fuese arquitecto porque todos los demás en la familia lo son, sería mucho más inseguro e inestable. Pero a veces a los padres nos cuesta aceptar ciertos aspectos de nuestros hijos. Si un niño de siete saca un ocho, es espectacular. No esperes un nueve, porque para darlo sacrificará su salud.

—¿Cómo se comparan los suicidios en chicas y en chicos? ¿Qué grupo está en un mayor riesgo?

—La muerte consumada es más frecuente en chicos que en chicas, según estadísticas del INE, son casi cuatro chicos por cada chica. Pero en cambio, el intento de suicidio es mucho más frecuente en chicas que en chicos. Casi un chico por cada diez chicas. Especialmente después de la pandemia, es impresionante lo que han subido los intentos de suicidio en chicas jóvenes. También han aumentado en ellas de forma significativa los trastornos de la conducta alimentaria. Esto nos hace ver que las adolescentes están en una situación de mucho dolor y de crisis. En los chicos no sucede tanto. Puede que ellos estén más enganchados al sexo, pero no es equilibrado. Hoy, las chicas jóvenes lo están pasado mucho peor que los chicos. Y es importante señalar la enorme exigencia que las propias chicas se ponen a sí mismas. La cultura de la autoestima, del tú puedes todo, es dañina. Tampoco hace falta tener resultados de diez en todo. La felicidad no está en el resultado, sino en el camino. Hay que aprender a vivir en gerundio: voy haciendo, ya llegaré.

—Las redes sociales influyen en esto también...

—Sí. Todo el mundo está expuesto en las redes, pero solo expresamos las partes más bonitas de la vida en ellas. Entonces, muchos jóvenes crecen pensando que este es el concepto de felicidad. Que todo el mundo está contento haciendo planes. Las fotos del viaje circulan en redes, pero la caravana en la carretera de vuelta no la ponen. Entonces, esto transmite una idea superficial y falsa de lo que es ser feliz. Luego, si yo siento que tengo que ser feliz porque todos lo son y encima no tengo buenos vínculos, la soledad genera mucha angustia.

—¿Cómo podemos ayudarles a reducir esa presión de ser perfectos?

—Es importante que los padres sepamos explicar a nuestros hijos nuestra propia historia. Ser figuras próximas, no ocultarles nuestro sufrimiento. Si tenemos una crisis de trabajo, podemos compartirlo con la familia. Obviamente, adaptándonos a la edad de nuestro hijo y a sus capacidades en ese momento, pero a veces queremos hacerles creer que nuestra vida es perfecta. No es así. Papá también sufre, también tiene días malos, lo comparte y se esfuerza por mejorarlo.

—¿Qué consejos daría para poder tener estas conversaciones en el día a día?

—El adolescente oye y mira. Si, cuando tiene necesidad de compartir algo, sus padres están trabajando o jugando al golf, no le van a poder escuchar. Uno de los momentos de máxima conexión con mi hija era cuando iba a la discoteca con sus amigas y yo las iba a buscar. Yo iba callado conduciendo pero hablaban entre ellas y yo me enteraba de las cosas que pasaban. También es importante limitar las pantallas. De cero a dos años, nada de pantallas. Después, hasta los seis años, un uso muy puntual. Y hasta los 16, que no tengan un smartphone, para que puedan aprender a conectar con los demás.

—¿Qué señales nos pueden indicar que la salud mental de un chico o una chica está en riesgo?

—Cuando vemos que la persona se va apartando de su vida cotidiana, es una señal. Si un chaval al que le gustaba tocar la guitarra deja de hacerlo, o si una chica que salía a la calle a andar deja de ir, ese aislarse es el primer momento de la carrera suicida. Cuando vemos un cambio conductual, es una señal. También cuando vemos que su estado de ánimo está más bajo o más irritable, con una mecha mucho más corta. Como padres, tenemos que observar y preguntar. Nos dirán que no les pasa nada, pero la comunicación tiene que ser bidireccional. Si nosotros compartimos lo que nos pasa con ellos, ellos también lo harán. Otra señal es que empecemos a ver peleas con compañeros o amigos. También cuando vemos más consumo de alcohol, autolesiones que se hacen para manejar la ansiedad. Todo esto nos hace pensar que la persona está sufriendo y hemos de acercarnos y estar presentes. Si la persona la está pasando muy mal y de repente tiene un momento muy alegre, positivo y abierto, es posible que haya decidido que se va a matar. En estas situaciones no podemos relajarnos. Si vemos que pasa todo esto, hay que acompañarles y buscar ayuda.

—¿Cómo funcionan las líneas de atención para crisis?

—Cuando tú tienes una crisis suicida y estás mal, igual es de madrugada y estás solo con todos tus fantasmas dominándote, tener la facilidad de llamar a algún sitio y pedir ayuda, encontrar a una personas que te escuche, te ayuda a parar ese momento de angustia y simplemente con esto, en muchos casos no se pasa a la acción suicida. Es un momento de crisis y desesperación. Estos no son teléfonos de tratamiento, sino para esos momentos, para frenar esas ideas y derivar, activar servicios. Con gran frecuencia, los jóvenes no quieren morir, sino que quieren dejar de sufrir. Entonces, esas llamadas ayudan mucho a bajar ese sufrimiento en el momento.

—¿Cuáles son algunos mitos sobre el suicidio que deberíamos desterrar?

—Un mito clave es que el que piensa en suicidarse quiere morir. En realidad, el que quiere suicidarse lo que desea es dejar de sufrir. Otro mito es que las personas que se quieren suicidar no lo dicen. No es verdad, la inmensa mayoría de chavales con ideas suicidas lo han dicho y a veces muy explícitamente. Si un joven dice "Me quiero morir", hemos de darle trascendencia. No hay que entender la amenaza de suicidio en un joven como una forma de llamar la atención. Más que llamar la atención, están intentando desesperadamente pedir ayuda. Vamos a ver qué hay detrás de esto, qué sufrimiento hay y qué ocurre. Otra aclaración importante es que cuando hay ideación suicida no siempre existe un trastorno mental detrás. A veces, son situaciones de conflicto que se acumulan en la vida. Me ha dejado mi novia, encima, he suspendido y no me han elegido para el partido de fútbol. Eso, para un joven, es como para mí que me echen del trabajo. Les va la existencia en esas cosas. Como padres, debemos acompañar sin empujar. Cuando te empujan, te caes. Hay que tener una autoridad dialogante, con valores, pero lo importante es transmitirles que la vida es el proceso, no el resultado.

Teléfono de ayuda ante el suicidio, disponible siete días a la semana durante las 24 horas

717 003 717

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.