Marta Garín, pediatra: «He visto aberraciones como niños de 4 meses a los que les están poniendo una pantalla»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

La doctora Marta Garín ha recibido el premio Doctoralia como la mejor pediatra de España.

La especialista galardonada con el premio Doctoralia Awards asegura que «estamos utilizando los móviles para anestesiar a los niños»

21 jul 2022 . Actualizado a las 18:13 h.

«Mis hijos andan por aquí, pero se portarán bien», se excusa Marta Garín antes de comenzar a hablar. Ella es, según los Doctoralia Awards, la mejor pediatra de España. Lo vocacional tiene una importancia primordial en la labor de Garín, que se enfoca en la divulgación sobre temas de salud infantil y en el apoyo a los padres.

A partir de su propia experiencia con la maternidad, la pediatra ha llegado a entender lo solitaria que puede ser muchas veces la crianza, una etapa cargada de grandes dudas y atravesada por temores profundos a los que hay que enfrentarse con un arma potente: la información. Con esto en mente, a través de su cuenta de Instagram @dragarinpediatra, la especialista se dedica a despejar dudas y derribar mitos nocivos que son muy prevalentes en lo referido a la salud de los más pequeños.

— ¿Cuáles son los mitos más frecuentes con los que te has encontrado en la consulta?

— Los mitos en pediatría son muchísimos, porque en la crianza al final opina tanta gente... Parece que haber criado niños fuese suficiente para ser autoridad, pero no lo es. Hay que recurrir a fuentes fiables y actualizadas. Hay muchísimos mitos: que no puedes cortar las uñas a un niño menor de 40 días, que no puedes poner pendientes a menores de 40 días, que se puede poner una moneda en el ombligo para evitar la hernia umbilical, que hay que eructar después de cada toma de pecho... Son muchísimos. Y esto solo con bebés. Luego con los niños, que el moco verde requiere antibióticos, por ejemplo. Hay muchísimas cosas que se han ido transmitiendo y que son muy complejas de gestionar en consulta, porque están tan arraigadas en la población, que aun sin tener ningún tipo de fundamento científico, es más, aun enseñándoles a las personas evidencias en sentido contrario, cuesta trabajo que entren en razón. Me parece muy importante que la gente empiece a ver las cosas desde la evidencia científica y no desde lo que se va transmitiendo generacionalmente.

— ¿Cuáles son los temas que más preocupan a los padres hoy?

— A los padres les preocupan muchísimas cosas. A veces hay una sobreinformación y no viene de las mejores fuentes. Hay gente que divulga en las redes sociales y hay gente que simplemente opina, porque no tiene una formación, pero tiene muchos seguidores. Cuando va a parir una madre, la mayoría ya han leído muchísimo, han seguido a influencers, a gente que está formada o no, entonces ya van con un bagaje y eso a veces, lejos de ayudar, las deja un poquito paralizadas, cuando muchas veces, la realidad no responde a lo que tú creías que iba a ser el nacimiento o la crianza. Entonces, veo muchísimos problemas de crianza, de afrontamiento, de lo que te supone un bebé, un cambio de vida, un cambio en tu propio cuerpo. A mí también me gusta acompañar a las mamás desde la experiencia de haber sido madre y haberme visto ahí perdida. No les prestamos atención a las mamás que están recién paridas, con un cuerpo que no reconocen, con una sensación de pérdida importante y encima cuidando de un bebé. Entonces, yo ahí intento acompañar mucho.

Luego, cuando son más grandecitos, acuden mucho por los típicos catarros de guardería, porque encadenan procesos infecciosos y ahí trato de tranquilizar a los padres y hacerles entender que eso va a ser así hasta que llegue la época de primavera/verano y que van a ser así los dos primeros años, hagan lo que hagan. Eso para los padres es duro, pero llega un momento en el que lo afrontan y dejan de ser hiperfrecuentadores de la urgencia, con todo lo que ello supone de beneficio. Porque hiperfrecuentar la urgencia solo puede traer pruebas y tratamientos innecesarios.

— ¿Cuáles son los motivos de consulta que no requieren de atención médica?

— Existen urgencias no urgentes y son el 90 % de las consultas en atención primaria. Por ejemplo, cuando tienen un arañazo, o cuando tienen mocos por tres semanas, o tienen fiebre en la recogida del colegio. Ese tipo de cosas no son urgentes. Es verdad que hay períodos sensibles de la vida. Un menor de 3 meses, evidentemente, es un niño que va a consultar por todo y debe hacerlo. Porque una fiebre en un menor de 3 meses sí me asusta. Ahora, a un niño más grande que tuvo un poco de fiebre en la recogida del colegio hay que mirarlo un poquito y ver cómo evoluciona antes de traerlo. Esa fiebre no hay que atenderla de forma urgente. Golpes y torceduras también son cosas que vemos a diario. Si se torció el tobillo hace tres días y sigue caminando, no puede ser tan grave.

— ¿Cómo gestionas ese miedo de los padres?

— Lo principal es informar. Por eso yo hago tanta divulgación, porque creo de verdad que sirve. Si informo bien a los padres, voy a limitar las visitas a urgencias, voy a calmar la ansiedad de los padres y, seguramente, voy a contribuir a una mejoría en la salud del niño, porque van a medicalizarlo menos. Va a ser un niño que va a recibir menos pinchazos, menos radiografías y menos tratamientos antibióticos innecesarios. La información de fuentes fiables es fundamental. Y a nivel de la consulta, hay que intentar ser empáticos, aun cuando la situación no sea preocupante. Hay gente que viene a hacerle al niño una ITV porque se van de vacaciones, pero hay otra gente que está angustiada de verdad. En esos casos, hay que explicar por qué eso no es tan importante y cómo reaccionar si se vuelven a ver en una situación similar.

— ¿Y los niños sienten ese miedo también?

— La mayoría de mis pacientes no tienen miedo a verme. Saben dónde van, saben quién soy, entran pidiendo su pegatina nada más entrar. Hay una relación de confianza total en la que yo tampoco les miento. Si les tengo que hacer algo que les va a molestar, a los más grandes, se lo digo. Nunca hay que mentirles, porque lo que un niño no perdona es que le mientas. Si les cuentas la verdad, si te pones a su altura para hablarles, normalmente no tendrán miedo.

—¿Cómo está afectando la situación del covid-19 a los niños a nivel de su desarrollo?

— Yo confío mucho en la capacidad de recuperación de los niños. Hay niños que nacen prematuros y luego los ves y son niños normales. Tienen una plasticidad hermosa. Pero es cierto que ahora mismo los niños acusan problemas de origen psicológico. En el confinamiento duro los tuvimos sometidos a noticias continuas, la televisión estaba continuamente encendida en las casas, hablando de muertos. Hay niños que todavía no entienden la muerte o que la están empezando a entender ahora. Entonces, he visto muchos ataques de ansiedad, obsesión por la limpieza, por no contaminarse, en niños muy pequeños. Les hemos robado muchos momentos que deberían haber tenido. Juegos en la calle con sus amigos, cumpleaños... Todo esto tendrán que ir reconquistándolo poco a poco. Por eso me parece crucial que controlemos la pandemia sea como sea. Al final, no hemos pensado tanto en ellos porque pensamos que el virus no les afecta tanto. Pero estamos criando niños con miedo, niños tristes. Entonces, controlar la pandemia es fundamental.

— ¿Qué herramientas podemos usar para mejorar esas ansiedades y angustias en los niños? ¿La meditación puede ayudar?

— Depende de las edades. Los niños utilizan mucho el juego, todo lo que conviertas en juego puede ser útil para ellos. Un niño lo que necesita sobre todo es tener un hogar seguro. El problema es que hemos tenido muchos padres asustados que no han sabido dar ese hogar. Tienen miedo. Entonces, lo fundamental es crear un hogar seguro y ser un ancla para ellos. A partir de allí, puede ayudar la meditación, sobre todo si se plantea a través del juego.

— ¿El uso de la mascarilla les afecta?

— A nivel de salud, no. Vemos alguna dermatitis más, alguna piel atópica más, alguna erupción, pero más allá de eso, no. Ahora, sí que es un rollo. La mascarilla les resta información a los niños que están aprendiendo a hablar. Pierden toda la información de la lectura de los labios, por ejemplo. Sí que es probable que esos niños tengan alguna carencia a la hora de entender algunos gestos o a la hora de vocalizar. Pero todo esto es subsanable, no creo que sea un drama. No creo que haya problemas de salud.

— ¿Cómo se gestionan los berrinches?

— El berrinche es muy frecuente en torno a los 2 a 3 años. Es una edad muy complicada, porque ellos empiezan a explorar los límites, tienen una tolerancia muy baja, empiezan a frustrarse por primera vez y de manera muy explosiva. Ahí hay que aprender a acompañar, pero sin dejar de establecer límites. Si quien cuida de ti no pone límites, al final, el que dirige eres tú, y vas a tener miedo, porque en el fondo sabes que eres pequeño, que tú no deberías dirigir nada, que tienen que cuidar de ti. Entonces, tengo que mostrar que estoy aquí al lado cuando tú me necesites, pero no intervenir hasta que no haya bajado la intensidad del berrinche.

— Un límite al que se resisten mucho los niños es el tiempo de uso de pantallas...

— Lo que ocurre con las pantallas es que estamos recurriendo a ellas para anestesiar completamente a los niños. Es un recurso muy cómodo para cuando estamos comiendo o hablando. Para que no molesten, les damos una pantalla. Y yo he visto aberraciones como niños de 4 meses a los que les están poniendo una pantalla. También hay que diferenciar que una tablet no es lo mismo que tener puesta la tele de fondo. Pero, en general, la tablet o el móvil se usan muchísimo. Entran a urgencias y los padres les ponen los Cantajuegos en el móvil a los niños. Es que no pasa nada si el niño llora. No hay ningún problema en que el niño tenga que pasarlo regular porque tenga miedo. En la vida, tú tienes que estar conectado con lo que sucede a tu alrededor. Aislarte o anestesiarte buscando continuamente una distracción para no enfrentar situaciones cotidianas es absurdo. Amenizar cualquier espera, ponerle una pantalla delante cuando está comiendo, todo ese tipo de cosas creo que son muy negativas. Hay que enfrentar que uno como padre tiene que ponerle un límite al niño y que tiene que aguantarlo, porque la crianza no es cómoda. Si te molesta tu hijo comiendo, pues lo siento, pero has tenido un niño. No me parece bien aplacarlo poniéndole un móvil delante. No, juega con él, dibuja con él, como se hacía antes. Muchas veces preguntan: «¿Y cómo lo hago en el coche?». Pues como lo hacía tu madre contigo. Jugando al veo, veo, a palabras encadenadas, cantando. Lo que sea. No llevando una tablet en el coche.

— ¿Cómo se gestionan en consulta los momentos de transición como dejar los pañales o la lactancia? ¿Hay alguna recomendación?

— Esto va surgiendo de forma natural en las revisiones de niños sanos. Vamos marcando los ritmos o contándoles qué pueden esperar de un niño de esa edad. Todos los niños no son iguales, entonces, dejar el pañal, aunque suele plantearse en torno a los 2 años, dependerá de la madurez del niño. Sin embargo, dejar el chupete debe ser un absoluto: al año y medio el niño no debe tener más tetinas.

La lactancia materna es libre, mientras quieran la mamá y el bebé. La lactancia es un contrato de dos partes. Si una de las dos se cansa, se acabó. Pero nosotros no vamos a poner límites a eso desde fuera. He visto incluso niños que seguían tomando el pecho a los 6 años. La lactancia puede ser prolongada, siempre y cuando la alimentación complementaria sea adecuada. A los 3 años, un niño no puede tomar solo teta, pues tendrá carencias. Los alimentos sólidos se van incorporando a partir de los 6 meses. Se inicia, habitualmente, con gran cantidad de alimentos. Hoy en día, los niños se unen a las comidas como todo el mundo. Se presta atención a los alérgenos, pero se introducen toda clase de alimentos en torno a los 6 meses de edad.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.