Los «malos malísimos» desaparecen de las películas: ¿es bueno para los niños?

LA TRIBU

Atrás quedaron conocidos villanos como Scar (Rey León), Hades (Hércules), Cruella de Vil (101 Dálmatas), Lady Tremaine (Cenicienta), Maléfica (La bella durmiente) o Úrsula (Sirenita).

Si hace unos años se intentaban transmitir mensajes realistas de hechos complicados, a día de hoy se intentan evitar; sin embargo, los expertos se muestran cautos a la hora de afirmar si esta realidad es más beneficiosa

25 ago 2024 . Actualizado a las 14:40 h.

Los villanos de las películas infantiles ya no son tan malos. Atrás quedaron personalidades manipuladoras y con sed de poder como Scar en El Rey León, el cazador que mata a la madre de Bambi (cuya escena ha hecho derramar tantas lágrimas), o el feroz lobo que acaba devorando a Caperucita. Los últimos taquillazos infantiles no cuentan con personajes tan malvados o por lo menos, se busca intentar explicar las razones que pueden llevarles a ser así. Pero en la vida real, muchas veces no existen explicaciones lógicas a este tipo de comportamientos. ¿Son mejores estos malos que los que figuraban en las películas de generaciones anteriores?

Los expertos en salud mental se muestran cautos ante esta nueva tendencia de la industria. Al final, este tipo de historias ayudan a configurar la identidad y mente de los más pequeños y muchos de estos villanos en peligro de extinción han ayudado a trasladarles mensajes crudos, pero también necesarios, para posibles adversidades de la vida. 

¿Villanos edulcorados?

Diego Padilla, secretario de la sección de Psicología Clínica de la Infancia y Adolescencia de la Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología (Aepcp) y psicólogo clínico en el centro de salud mental infanto-juvenil de Majadahonda, asegura que los villanos de las películas infantiles siguen existiendo, pero son diferentes. Pone como ejemplo Gru, Mi Villano Favorito, cuya cuarta entrega se ha estrenado en la gran pantalla hace unas semanas. Para aquel que no conozca la saga, arrancó en el 2010 y versa sobre los pasos de un hombre malvado que, ayudado por los amarillos y divertidos «minions», planea robar la Luna; pero el camino hacia ella se complica un poco más de lo esperado. «Gru entra dentro de ese villano matizado. Es una maldad muy dulcificada porque el héroe colabora con él. Pero en el mundo hay malos medianos y malos muy malos, como psicópatas narcisistas, a los que también hay que hacer frente», considera el psicólogo.

«Más que versiones edulcoradas, ahora los villanos parece que van acompañados de su historia personal, sus conflictos internos, sus propios traumas. Esto hace que a veces, podamos empatizar más con ellos. Se intenta que el espectador entienda el porqué son malos y que las cosas que hacen pueden responder a alguna razón», apunta Lorena Gascón, psicóloga (más conocida en redes como @lapsicologajaputa). Con todo, matiza: «Obviamente sigue siendo una persona de la que hay que protegerse, pero sí que parece que se dan a entender desde otra perspectiva». 

¿Han influido estos mensajes en generaciones anteriores? En el lenguaje popular, habrá quien los tilde de «traumáticos», si bien Gascón prefiere hablar de limitantes. «Un trauma hace que tu vida se pare ahí y que vuelvas a ese momento continuamente, sin poder avanzar. No es el caso». 

¿Un cambio de la industria que responde a demandas de la sociedad, o al revés?

Padilla cree que estas nuevas narrativas «incluyen nuevos perfiles y avances sociales», pero también que esconden una parte mercantilista. «Existen estudios que señalan que los niños se angustian con algunas películas, lo cual no siempre beneficia. Pero a nivel de psicología, la angustia no siempre es negativa. Una película con dosis de angustia puede ayudar y trabajar con el niño», añade. 

Así, el porqué de este cambio puede responder a varias demandas. «Por parte de las compañías filmográficas, se tienen más en cuenta los estudios de la psicología evolutiva; nos enseñan que la moralidad de los niños va evolucionando conforme cumplen años. Antes se dibujaba a los malos con una moralidad negativa, no atendían tanto a que ellos puede que no llegasen a entender ciertas matizaciones. En cambio, las películas de ahora, sí pintan a los villanos con matices», asegura el psicólogo. Frente a la visión más dicotómica de «lo bueno» y «lo malo», se da un espacio para un punto intermedio. 

«Los buenos también pueden hacer cosas malas y los malos hacer cosas buenas. Creo que las películas ahora mismo son mucho más complejas y fomentan más el pensamiento crítico. En mi generación, la millennial, el malo era malo y había que mandarle lejos. Por un lado puede resultar útil en algunas circunstancias esta idea: me hace daño, no empatizo con esta persona, no entiendo sus motivos, la quiero lejos. Eso también puede ser útil, pero también el hecho de tener pensamiento crítico», comenta Gascón. 

Mensajes duros, pero ¿necesarios?

«A veces pensamos que son adultos en miniatura, pero siguen siendo niños que interpretan las cosas en función de lo que tienen en su cabecita, muy poco. Si tú le dices que cierta cosa es mala, lo será. Y creo que antes no se tenían en cuenta muchas cosas a la hora de hacer películas para los niños. Algunas son historias de generaciones anteriores, cuentos que siguieron manteníendose por el boca a boca. Nadie se ponía a pensar si eran o no 'sanos' o qué fallos podrían tener», considera Gascón. 

Padilla indica que las películas infantiles intentan preparar al niño para la vida adulta, planteando una serie de mensajes para que empiece a ser más consciente de cosas que pueden llegar a suceder. «Por ejemplo, el cuento de Los tres cerditos y la película que versa sobre esa misma historia, prepara para la independencia. Incluso mensajes más duros, como la muerte de una madre que se da en Bambi. Preparan un poco, desde la edad infantil, para la adolescencia». Gascón cree que «el hecho de que se refleje un malo que puede venir a quitarte a tu mamá, puede dejarte fastidiado emocionalmente», pero concuerda con Padilla en que «al final, en la vida también pueden darse ese tipo de experiencias negativas». 

Por esa razón, el miembro de la Aepcp se muestra cauteloso a la hora de evaluar este tipo de cambios: «Desde mi punto de vista personal, se maquilla más la realidad. Creo que antes las películas intentaban transmitir un mensaje realista de hechos complicados, como la muerte de una madre, conectando de lleno con las emociones de los niños. Ahora la idea es no generar muchas emociones angustiantes a los niños para que no sufran». 

Unas emociones que, en cualquier caso, también dependen de la persona (en este caso del niño) que esté visualizando la película. Algunos podrán entender alguna escena de una forma totalmente natural y otros que se angustien. Y como no, también influirán sus circunstancias personales: «Además de lo que ellos vean en la pequeña pantalla existirán unos valores inculcados por parte de su familia, una crianza, un contexto. Unos referentes que podrían explicarle al niño que, por ejemplo, volviendo a la película de Caperucita, sepan que si conocen a una persona desconocida, deban cuidarse y protegerse», remarca la psicóloga. 

Además, Gascón cree que otro tipo de mensajes que también se han modificado sí lo han hecho para bien. Sobre todo, cuando existen tramas de amor entre los personajes. La Sirenita lo dejó todo para tener piernas y poder irse con Eric. Bestia secuestró a Bella para conseguir su amor y Campanilla sentía celos tóxicos por Wendy, portándose mal con ella. «En las historias de ahora ya no solo se busca el amor o un príncipe, a alguien que les salve, sino un desarrollo personal, reencontrarse con ellas mismas y sus valores. En ese sentido sí que se ha hecho muy bien porque yo que veo muchas problemáticas en terapia, ya de adultos, que no digo que solo sea por esas películas que se veían en su día, pero sin duda, han puesto su granito de arena». 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.