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Existe un dato incontestable: la amplia mayoría de la población no es deportista de élite. Y como la mayoría de la gente no tiene como profesión futbolista de Primera División, atleta olímpico o tenista de la ATP,la incidencia de las patologías derivadas de la práctica deportiva ha terminado por desatenderse. Una rodilla rota es una rodilla rota. Y punto. Pero ver cualquier lesión desde una postura tan pragmática, obviando qué hace o deja de hacer el dueño de esa rodilla, trae problemas. Sobre todo en un contexto en el que, con razón, se nos instruye desde todas las instituciones —de las locales a las europeas y, por supuesto, también desde la OMS— sobre la importancia de la práctica deportiva. El deporte es una fuente esencial de salud; prolonga la vida y mejora su calidad. Y ya que nos ponemos prácticos, también ahorra, porque una población activa físicamente disminuye el gasto sanitario. En definitiva, aspiramos a ser deportistas aunque nuestra nómina la pague una empresa de fontanería, un banco o una cadena hostelera. Pero los valores no están casando con los hechos, porque resulta que la medicina deportiva ha desaparecido de la oferta formativa pública para los estudiantes. Como una rodilla rota es siempre una rodilla rota, se ha decidido que en la sociedad que quiere elevar a los altares al deporte, no existan médicos que traten las lesiones provocadas por el deporte. 

«Si te paras a pensarlo, en el sistema sanitario público, al menos en España, el concepto de medicina deportiva no existe. Existe gente que ve a deportistas, que opera a deportistas o que trata patologías que tienen los deportistas. Pero no existe un entramado de medicina deportiva. Ni siquiera de traumatología deportiva. Ser médico o traumatólogo del deporte es mucho más que ver de cuando en cuando a un deportista o que te guste dedicarte a operar rodillas». Quien se expresa de manera tan contundente es Rafael Arriaza, experto en traumatología deportiva del Instituto Médico Arriaza y Asociados en A Coruña. El profesional encadena un argumento tras otro para intentar remarcar la importancia de que el deportista y sus patologías sean entendidos dentro de su contexto (el del deporte). Lo hace todavía con más ímpetu estos días. Acaba de regresar de Mónaco, donde se ha celebrado la Séptima Conferencia Mundial de Prevención de Lesiones en el Deporte. Su voz ha sido protagonista en el principado, ya que se ha encargado de moderar una de las sesiones celebradas, un puesto de privilegio al que ha podido acceder tras tres décadas como presidente de la Comisión Médica de la Federación Mundial de Kárate. Además, aprovechando este encuentro, la comisión médica del COI (Comité Olímpico Internacional), su homónima de los Juegos de París 2024 y las comisiones de algunas federaciones deportivas internacionales se han reunido para ponerse al día con la logística médica y paramédica de la cita olímpica de este verano. Allí estará el coruñés.

Deportistas sin médico

Es evidente que ningún país pretende convertir su atención sanitaria en las clínicas especializadas que se ven en una Villa Olímpica. El doctor Arriaza las conoce bien, las ha visto. Clínicas efímeras que cuentan —así fue en el caso del evento de Tokio 2020— con dos equipos de resonancia magnética exclusivamente para deportistas, dos máquinas de Alter G para poder correr sin gravedad —en toda España hay apenas un puñado de estas máquinas, una de ellas, por cierto, en el Instituto Médico Arriaza y Asociados— y enormes espacios ocupados por bañeras llenas de hielo. «Durante los Juegos del Tokio se usaron 1.600 toneladas de hielo; una inversión de dos millones y medio de euros. Se le compró a la empresa fabricante la producción de seis meses. De hecho, ya se está fabricando hielo para los Juegos de París», comenta Rafael Arriaza. Evidentemente, no se trata de aspirar a esto.

Rafael Arriaza en el escenario de la Conferencia Mundial de Prevención de Lesiones celebrada en Mónaco.
Rafael Arriaza en el escenario de la Conferencia Mundial de Prevención de Lesiones celebrada en Mónaco.

Ahora bien, aunque sea de forma amateur, cada vez más ciudadanos participan en eventos deportivos celebrados alrededor de todo el país. El esfuerzo al que será sometido el corazón de una persona que decida correr los 42 kilómetros que completan una prueba de maratón no es el mismo al que se coloca a un corazón que baja a comprar el pan. La pregunta es, ¿podría el tamiz de la medicina general del sistema público filtrar la existencia de algún tipo de problema que implique un riesgo para la práctica deportiva? Aquí es, según el propio Arriaza, donde la medicina del deporte cobra especial valor. 

«Los centros de tecnificación deportiva, y en Galicia tenemos uno en Pontevedra, son llevados a nivel sanitario por un médico del deporte. Este profesional ejerce un papel similar al de un médico de cabecera, pero además es el que sabe hacer pruebas de esfuerzo dedicadas a detectar patologías, el que sabe cuándo derivar a alguien al cardiólogo. También asiste a los entrenadores para mejorar el rendimiento. Esto va a desaparecer, no va a haber nadie que pueda hacer esto porque esta especialidad ya no existe», se lamenta y explica que aquellos futuros médicos que quieran orientar su carrera hacia el cuidado del deportista tendrán que tomar un camino alejado del circuito público: «La gente se está formando a base de cursos de esto y de aquello, pero no existe una formación estructurada. Tampoco en la traumatología del deporte. Durante el MIR, los residentes no ven patología deportiva. No tienen la oportunidad de acompañar al deportista, de entender cómo es el proceso, no hablan con los entrenadores, no viven un vestuario y no aprenden qué medicación pueden emplear o no. Tampoco las alternativas de tratamiento, porque depende del momento de la temporada en el que se produzca una lesión, habrá unas alternativas terapéuticas u otras».

¿Operar o no operar? Depende del día en el que te lesiones

Cualquier persona que practique deporte de una manera federada sabe que la misma lesión no es igual si se produce en junio que en el mes de marzo. «Puede ser tratada de forma distinta si te pilla a mitad de temporada o en pretemporada. Hoy en día sabemos que una luxación de hombro producida por un deporte de contacto en una persona de menos de 20 años, si no la operamos cuando ocurre, volverá a producirse nueve de cada diez veces. Como generalmente en el sistema público no se atienden este tipo de patologías, se aborda de manera conservadora», comenta el doctor Rafael Arriaza. Lo mismo ocurre con el elevado número de recaídas del ligamento cruzado anterior en pacientes jóvenes, especialmente en mujeres. ¿Pero cómo puede saber un médico un dato tan específico que nunca nadie le ha contado? Y el paciente, ¿conoce los riesgos? 

La decisión de operarse tras una lesión dependerá de muchos factores y un «no» de un traumatólogo ajeno al gremio puede convertirse en una respuesta afirmativa si se le pregunta a un especialista del deporte. Porque detrás de una decisión más conservadora que implique no pasar por el quirófano sobrevuela una pregunta importante: ¿va a querer ese paciente volver a practicar ese deporte o está dispuesto a abandonarlo? «Imaginemos que una persona, que no es futbolista profesional, sufre una lesión de rotura del ligamento cruzado anterior. Su trabajo no le obliga a hacer cambios de dirección o a frenadas bruscas que comprometan ese ligamento. Es posible que con una buena rehabilitación y un buen tono muscular pueda vivir sin operarse, algo imposible para un futbolista. Puede que esta persona que no vive del fútbol, esté dispuesta a renunciar a ciertos tipos de deporte y hacer otros. Puede convertirse en un triatleta fantástico porque en ciclismo, carrera y natación la rodilla tiene una estabilidad rotatoria. Pero esa opción hay que conocerla», comenta el médico explicando la importancia de entender el contexto deportivo de cada individuo.

Del mismo modo, puede suceder lo contrario. Explica Arriaza que muchos pacientes acaban llegando a su consulta después de varias visitas a traumatólogos a los que les explican que, cuando están haciendo el deporte que les apasiona, a partir de determinado punto, empiezan a sufrir dolores. La respuesta ante esos casos suele ser: «Pues si empieza a doler, paras». Y santas pascuas. Donde un traumatólogo general cierra una puerta, el especialista en deporte abre un abanico. «Este tipo de persona necesita a alguien con, si quieres, un punto de locura parecido, que entienda la pasión por el deporte y que le ayude a superar ese punto. Que si le gusta hacer ironman, donde antes llegaba a los sesenta kilómetros, pueda alcanzar los noventa de forma segura. Somos los que podemos entender esa necesidad», explica. 

Cuando un problema de salud viene derivado de la práctica deportiva y repercute en la calidad de vida —porque seguir haciendo el deporte que nos gusta también es calidad de vida—, quizás sea el momento de plantearse lo que puede aportar la medicina deportiva. 

Prevención frente a resignación, lesiones que pueden evitarse

Existe una creencia muy extendida que viene a afirmar que el deporte implica lesiones. Un determinismo biológico que nos advierte de que, si decidimos optar por practicar deporte, nos atengamos a las consecuencias. Algunas lesiones son inevitables y la ciencia no va a lograr que los esguinces desaparezcan de los manuales diagnósticos. Pero lo cierto es que la medicina deportiva ha desarrollado, para prácticamente todas las disciplinas deportivas, programas de prevención. «Y muchos de ellos han mostrado resultados más que respetables», apostilla Arriaza: «Ya no te hablo de la capacidad de prevención frente a la rotura del ligamento cruzado anterior, que en no profesionales tiene un éxito de entre el 50 y el 70 %. Es que en deportes como el rugbi se están empleando sistemas de prevención para las conmociones. Se implantan microacelerómetros en los protectores bucales que envían datos por bluetooth, permitiéndonos saber si un impacto ha provocado una conmoción aunque no haya habido pérdida del conocimiento». Las lesiones existen y existirán, pero sería absurdo cerrar las puertas al conocimiento.

De nuevo, en la prevención, la medicina deportiva juega un papel esencial. Arriaza estima que, de entre la totalidad de las lesiones que se puede encontrar, entre un 30 y un 50 % podrían haberse evitado con prevención. Una reducción drástica que se podrá aplicar a deportes emergentes y que se están volviendo masivos. «Estamos haciendo un estudio sobre los hábitos de prevención de lesiones en pádel, que no se conocen bien pese a ser el deporte que crece con más rapidez en el mundo. Una de las cosas que estamos intentamos averiguar es cuáles son los hábitos de calentamiento adecuado. Necesitamos tomar los datos de manera objetiva, pero si vas a cualquier instalación con pistas de pádel ya ves cómo calienta la gente. Se te caen los dientes al suelo. La gente sigue calentando como les enseñó el que aprendió a calentar del primer profesional que llegó a España haciendo esto. Pero es que la gente no tiene por qué saber de todo, alguien tiene que enseñarles. La figura del profesional de la actividad física no está reservada para el que hace entrenamientos personales o para dar clase en el instituto. Está para enseñar a la población, o al menos debería», reclama.

Basta escucharlo para entender que la población, a excepción de un puñado de deportistas de élite, ha estado desprotegida frente a los riesgos de un deporte mal practicado. De nada sirve la investigación y la recopilación de datos —en definitiva, la ciencia— si luego no existe un profesional que sea capaz de transmitirlo. «Los traumatólogos vivimos de operar a gente que se lesiona y somos nosotros los que estamos reclamando que se dé importancia a la prevención, parece un contrasentido, pero tenemos la convicción de que estamos haciendo lo que hay que hacer», destaca Arriaza. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.