«Parece que non temos dereito a defender as aldeas», se quejan en O Courel
FOLGOSO DO COUREL
Unos pocos vecinos vuelven a sus casas a pesar de la orden de desalojo
20 jul 2022 . Actualizado a las 14:36 h.Folgoso do Courel amaneció este lunes como un municipio fantasma. El humo de los incendios lo llenaba todo y había muy poca gente para verlo. Las fuerzas de seguridad habían cortado todos los accesos posibles. El tercio sur del municipio había sido desalojado el domingo y la amenaza no había desaparecido, porque los incendios que devastan estas montañas desde el jueves de la semana pasada seguían activos en diferentes frentes. Dentro de la zona restringida solo debía haber personal de emergencias. Pero eso no era exactamente así. También había algunos vecinos, no muchos. Por ejemplo, los que se quedaron en Vilamor.
El domingo por la noche circuló por las redes sociales una fotografía estremecedora en la que se veía la aldea de Vilamor a lo lejos, aparentemente a punto de ser engullida por un frente de fuego de centenares de metros de longitud. Pero Vilamor se salvó. ¿Cómo es posible? Los cuatro vecinos que estaban allí para verlo aseguran que fue porque fueron capaces de reaccionar y tenían los medios para hacerlo. Uno de estos vecinos explicaba este lunes, todavía en la aldea, que el fuego empezó a acercarse de forma amenazadora cuando las fuerzas de seguridad llegaron para exigirles que se marchasen. Todo ocurrió muy rápido. «O lume pasou de Froxán e chegou aquí nun suspiro», aseguran en Vilamor. Mientras la mayoría de las 27 personas que en esos momentos estaba en Vilamor preparaba sus cosas y se subía a sus coches para dejar el pueblo, estos cuatro decidieron aprovechar el sistema de emergencias que tenían preparado por si algún día pasaba lo que finalmente ocurrió este domingo.
«Se Vilamor non ardeu foi porque temos desde hai tempo preparadas mangueiras de incendios que nos cubren toda a aldea», dice uno de los vecinos, que prefiere no decir su nombre. Las mangueras estaban preparadas de forma que se podían conectar fácilmente a un depósito de 50.000 litros de agua. Los únicos que estaban allí en ese momento para hacer ese trabajo eran esos cuatro, y lo hicieron. El lunes por la mañana ya no había llamas cerca de Vilamor, pero el rastro de lo que había pasado el día anterior era bien visible. Los alrededores del pueblo están reducidos a cenizas. La negrura llega hasta la base misma de la iglesia, situada al sur y a unos cincuenta metros de distancia de las casas. En el extremo norte, también se ven huellas del fuego en la última casa de la aldea. «Esta casa non ardeu —explica otro de los vecinos que pusieron en marcha este sistema casero contraincendios— por moi pouco, porque lle acudimos a tempo».
Un retén junto al río Lor
En Froxán, el pueblo desde el que avanzó el fuego hacia Vilamor, una familia salía apresuradamente de su casa. Los habían evacuado el domingo pero habían decidido volver un momento, solo para comprobar que todo estaba en su sitio. Ya se marchaban de nuevo fuera del perímetro de acceso restringido. Las cosas aquí también se pusieron muy difíciles el domingo por la tarde, pero un grupo formado por vecinos que trabajan en el servicio de extinción de incendios y, esta vez sí, bomberos forestales de servicio y con un camión cargado de agua como apoyo, lograron mantener las casas a salvo.
El retén seguía este lunes alerta en el fondo del pueblo, una zona junto a la orilla del río Lor que es lo único verde que todavía se ve alrededor de Froxán. Como eso es lo único de todo lo que hay alrededor del pueblo que no había ardido, también es el único sitio por el que todavía puede llegar peligro. Y el lunes por la tarde llegó. Un frente muy activo que avanzaba por las cercanías del pueblo de Castro Portela, al otro lado del río Lor había saltado a esta orilla por un puente situado entre esos dos pueblos y se acercaba peligrosamente a Froxán. A unos cientos de metros de distancia, desde un mirador junto a la carretera que lleva de allí al vecino municipio de A Pobra do Brollón se veía cómo el otro lado de ese frente devoraba un gran pinar plantado monte arriba de Castro Portela, también desalojado. Las casas de esa aldea parecían a merced de cualquier cambio de viento que llevase las llamas hacia allí.
Incluso en Folgoso, la localidad más grande del municipio y donde está la sede del Ayuntamiento, era posible ver vecinos este lunes. No eran muchos y estaban poco dispuestos a hablar. Tenían miedo a las multas porque a los más reacios a marcharse el domingo los amenazaron con denuncias y sanciones.
Animales que atender
Una de las pocas que aceptaban hablar era Matilde Arza. Mientras remojaba con una manguera el terreno alrededor de su casa contaba que ellos se marcharon el domingo cuando se lo pidieron, pero que habían decidido volver después de pasar la noche en un piso de su propiedad en Sarria. «Temos animais e quedounos o can pechado, así que volvimos para ver como estaban», explica. Ella tenía intención de quedarse. Si el fuego volvía a acercarse a Folgoso quería estar allí para tratar de defender su casa.
Cerca de su casa, dos chicas y un chico buscaban herramientas para preparar también su casa. Ellos no querían hacer público su nombre, pero igual que Matilde Arza, pensaban que alguien tenía que quedarse. «Se non hai medios, alguén terá que facelo, parece que non temos dereito a defender as aldeas». Los tres sabían lo que había pasado el domingo por la noche en la aldea de Vilar, no muy lejos de Folgoso. Cuando llegó el fuego no había allí nadie ni nada que lo frenase. El resultado fue que ardieron 13 de las 15 casas de la aldea. Solo dos están habitadas de forma permanente. Una de ellas se salvó, la otra no.
En el municipio de A Pobra do Brollón, donde algunos de los desalojados el domingo pudieron volver a sus casas al día siguiente después de que especialistas de los servicios de extinción comprobasen que ya no había peligro. Sin embargo, en los incendios que ya han quemado miles de hectáreas de monte en Folgoso la situación seguía siendo muy comprometida.
Los evacuados hacían este lunes su segunda noche fuera de casa. A ellos se sumaban cientos de personas más, desalojados el lunes de la zona norte del municipio, que hasta ahora se había salvado de las llamas.