La nieta de un matrimonio cuya casa fue tomada relata una secuencia surrealista
01 jul 2020 . Actualizado a las 14:32 h.«Tenemos miedo», dijeron los okupas a la Policía la noche del día 25, cuando hasta la casa de A Milagrosa se desplazó una nieta del matrimonio propietario de la vivienda, acompañada de otros familiares. Hicieron guardia hasta las 3.00 de la madrugada para evitar que las personas que habían entrado en casa de los señores, de 84 y 91 años, no se llevaran nada. Cuando la Policía los detuvo, al día siguiente, uno de ellos gritó a la familia: «Anda que no hay casas por ahí para venir a esta», en la que habían entrado después de que el matrimonio se trasladara a vivir con un hijo para pasar el confinamiento.
Tomaron todas las medidas de precaución posibles, pero fueron en vano. La nieta explica que cuando decidieron que sus abuelos pasaran la pandemia en casa de su padre avisaron a los vecinos y a conocidos de la zona para que, en el caso de ver algo raro, les llamaran. Además, asegura que se acercaban cada poco para comprobar que todo estaba en orden. De hecho, señala que solo hacía tres días que habían pasado por allí para recoger unos trajes.
La familia, de guardia
Pero ocurrió lo que se temían. El día 25, el padre de una amiga alertó a la nieta de que había visto entrar y salir gente de la casa de sus abuelos. Avisó a la Policía y se fue para allá. En la casa donde el matrimonio había vivido toda la vida permanecía un grupo de personas. Esa noche, la joven, acompañada de otros familiares, hizo guardia hasta las 3.00 de la madrugada frente a la puerta de la casa para evitar que se llevaran algo. «Los okupas llamaron a la Policía para decirles que tenían miedo y la Policía nos llamó para decirnos que nos teníamos que ir de allí. Que me parta un rayo si entiendo algo», lamenta esta joven, que prefiere mantener su nombre en el anonimato.
El desalojo se produce al día siguiente. Cuando la Policía procede a detenerlos, uno de ellos les gritó a los familiares: «¡Anda que no hay casas por ahí para venir a esta!». Los arrestados, dos mujeres y tres hombres de entre 18 y 31 años, fueron acusados de un delito de robo con fuerza.
«Llevaba tiempo sin llorar, pero cuando entré ahí, se me caían las lágrimas»
En apenas tres días, los transcurridos desde la última visita de la nieta al inmueble, los okupas habían cambiado la cerradura y habían causado numerosos destrozos en el bajo y en las dos plantas de las que se compone la casa. «Llevaba tiempo sin llorar, pero cuando entré ahí, se me caían las lágrimas», relata la nieta. Habían descolgado los cuadros, reventado los muebles, roto marcos de fotos y recuerdos y habían metido todo en mantas, como si se lo fueran a llevar.
Además, se encontraron con una gran suciedad. «Había colillas tiradas por el suelo, cagadas de perros... Además de destrozones, guarros», cuenta la joven, quien relata cómo su abuela se siente culpable por lo sucedido. «Tiene un disgusto muy grande. Le robaron miles de euros en efectivo y cree que la culpa fue suya por tener ese dinero en casa». Entre los enseres sustraídos hay figuras de Lladró, un abrigo de piel y «cosas de toda la vida», como las joyas de su bisabuela, traídas desde Cuba.
Una riñonera con llaves sueltas
La nieta del matrimonio en cuya casa entraron a robar en A Milagrosa relata cómo tras el desalojo halló una riñonera que los cinco detenidos se habían dejado atrás. «Dentro había cinco o seis llaves sueltas. Se las entregué a la Policía porque podrían ser de otras viviendas», señala esta joven. Aunque los arrestados aseguraron que habían pasado el confinamiento en el interior del inmueble, dentro solo había «un par de cojines sucios, unas zapatillas, una cajetilla de tabaco y unos mecheros», según la familiar que accedió a la vivienda justo después de que se produjera el desalojo y la detención de los okupas.
«Nunca piensas que te pueda pasar, desconfías, pero yo viví ahí toda la vida, ahí viven todas mis amigas»
«Nunca piensas que te pueda pasar, desconfías, pero yo viví ahí toda la vida, ahí viven todas mis amigas... Y los vecinos no se habían ni enterado. A Milagrosa se está convirtiendo en el peor barrio de Lugo», concluye la nieta, que reside en Madrid, pero justo se había desplazado a Lugo para cuidar de un familiar.
Entre las gestiones que se apresuró a realizar desde que un vecino le alertó de la presencia de extraños en la casa de sus abuelos estaba el corte de la línea de teléfono para que no pudieran utilizarla. «Yo preocupada por si se ponían a hacer llamadas y resulta que cuando llegué no estaba ni el teléfono ni la mesita del teléfono», señala.
También le sorprendió encontrar las fundas vacías de los instrumentos de su abuelo, dos guitarras y un laúd. «Fíjate lo que les interesarán los instrumentos, que se dejaron las fundas ahí», lamenta.