La Voz de Galicia publicó el 24 de diciembre de ese año la solicitud al Gobierno de la Comisión de Monumentos lucense
17 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.La Voz de Galicia del 24 de diciembre de 1895 publica una nota en su sección Correo de Galicia que supone la primera vez que se tenga constancia oficial de que se pida al Gobierno que declare la Muralla romana de Lugo como monumento nacional. En esa noticia se puede leer: «La Comisión de Monumentos de Lugo ha pedido al Gobierno que declare aquella muralla monumento nacional, y el Cabildo ha suplicado fondos para desenjalbegar la Catedral».
El historiador lucense Adolfo de Abel Vilela tiene analizado en varios artículos todo el proceso que desembocó en la declaración de la Muralla de Lugo como monumento nacional, el 16 de abril de 1921. Pero aquel episodio de 1895 que reflejó por primera vez un periódico gallego tuvo sus consecuencias, como explica Abel Vilela. La noticia de La Voz de Galicia fue recogida días después en el diario local «El Regional»: «La Comisión de Monumentos ha pedido al Gobierno que declare a nuestra muralla monumento nacional. Por nosotros, que lo declaren. Lo curioso sería saber en que fundan los señores de la Comisión semejante solicitud».
El historiador lucense señala, con cierta ironía, y como reflejo de la división que hubo durante varias décadas en la ciudad al respecto de declarar o no la Muralla como monumento nacional: «Se opinaba así o diario que dirixía o escritor, poeta e historiador Manuel Amor Meilán, que pensarían os demais?».
Un síntoma claro de que había divisiones entre los próceres de la ciudad de finales del siglo XIX e inicios del XX sobre la necesidad de tirar cubos de la muralla para ampliar y modernizar la ciudad o bien proteger y conservar un bien patrimonial. El propio Abel Vilela explica: «A declaración da muralla como Monumento Nacional, non deixa de ser un episodio cómico xa que o expediente iniciouse pola denuncia de cinco veciños que nunca existiron, pero cos seus nomes e apelidos, aos que, para maior xocosidade, déuselles oficialmente as grazas por cumprir co seu deber cidadán».
Y la actitud de estas personas anónimas tuvo mayor impacto final, ya que su denuncia llegó al Consejo de Ministros, y pudo paralizar las ansias de derribos y obras junto a la Muralla que permitió el ilustre alcalde Ángel López Perez. Abel Vilela señala: «A ocultación baixo nomes falsos de persoas preocupadas pola conservación do patrimonio histórico e cultural, demostra o medo que existe nas cidades pequenas a dar a cara por temor a represalias. É moi posible que a denuncia partise de membros da Comisión Provincial de Monumentos, que tiñan amizade co alcalde, algúns amigos, que discrepaban do seu proceder coa muralla».
La denuncia de aquellos vecinos lucense provocó que se movilizasen los medios del Estado para elaborar informes que demostrasen la necesidad de otorgar a la Muralla un marco que la protegiese. Explica Abel Vilela que se envió documento a la Comisión Central de Monumentos que fue utilizado por la Real Academia de San Fernando, que acordara «la conservación de tan preciado monumento, amenazado, como otros de su clase, por el funesto prurito renovador que en las ciudades suelen alentar con menosprecio de la Historia a que deben su existencia».
Abel Vilela recuerda que «de conformidade cos ditames académicos, a Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades aconsellou á superioridade que se negase autorización para pegar á muralla construcións modernas, que da conservación de tan importante monumento se encargasen as autoridades a fin de mantelas exentas, e que baixo ningún pretexto se consentise a súa destrución total ou parcial, considerando tales feitos como un atentado artístico-arqueológico sen xustificación posible».
El famoso caso de usar el muro romano para crear un garaje
La mecha que provocó el hasta aquí basta fue el acuerdo municipal del 5 de mayo de 1920, y que acabó siendo llevado ante el Consejo de Ministros. Sí es cierto que el 24 de enero de 1921 se voló un cubo para abrir la última puerta, la del Hospital, lo que precipitó los acontecimientos, pero la gota que colmó el vaso fue en aquella primavera de 1920 cuando se dio autorización para tirar un cubo de la Muralla para convertirlo en garaje.
Adolfo de Abel Vilela recuerda que se le concedió autorización a José Carreira Traseira para hacer un garaje y la ocupación por un plazo de 50 años «del hueco que existe entre dos cubos de la muralla en la Ronda de Castilla, a continuación de la obra que se halla construyendo el señor Reñones». O sea, como explica el historiador lucense, a la izquierda saliendo de la Puerta de San Pedro a la de Emilio Castelar, «de acordo coas condicións impostas pola Comisión de Facenda e Obras Públicas. Dábanllo por cincuenta anos, pagando por unha vez 3.000 pesetas, e anualmente no mes de agosto, 50 pesetas. Tamén se autorizaba o derribo dun cubo toda vez su estado es muy deficiente, que o faría pola súa conta, como o muro de peche da muralla, baixo a dirección do arquitecto».
Adolfo de Abel Vilela señala que este acuerdo municipal desató todo el proceso, aunque a veces con quejas por su lentitud, para terminar casi un año después en la declaración de la Muralla como monumento nacional: «Tan vergoñoso atentado foi denunciado o día 7 de maio ante o presidente do Consello de Ministros por cinco supostos veciños de Lugo. Vulnerábanse as reais ordes de 13 de xaneiro e 15 de abril de 1913, en que expresamente se prohibía a construción de edificios apegados á muralla. O 23 de xuño de 1920, foi remitida a denuncia ao ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, quen pasou a instancia para informe da Real Academia de Bellas Artes de San Fernando o 22 de xullo».
En enero de 1921 se emitió el informe, publicado el 31 de marzo en el boletín de la Real Academia de Bellas Artes y el 16 de abril se decretó la orden de que la Muralla de Lugo fuese monumento nacional, pasando de esta forma a ser un valor del Estado, a efectos de conservación.
Esta declaración no sentó nada bien al alcalde, que comunicó al gobernador civil que el Ayuntamiento dejaba de encargarse del mantenimiento del monumento: «El Ayuntamiento hace entrega al Estado de la muralla que circunda esta población, cesando por consiguiente en el deber en que, como cosa perteneciente al municipio, estaba hasta ahora de conservarla y protegerla, deseando que el Estado la cuide y atienda con no menos celo que lo verificó el Municipio, de cuyo amparo y tutela se ha logrado sustraerla a instancia de anónimos denunciantes de hechos imaginarios que con ella decían se pretendían realizar, pues son en absoluto desconocidos y no existieron en esta localidad, ni como vecinos ni residentes, esas personas tituladas tan amantes de ese monumento y a quienes reputándoles seres existentes y reales por esa disposición ministerial se les da, por su iniciativa, las gracias».
Ante esta postura municipal, Abel Vilela concluye: «Como se ve o texto é unha mestura de verdades e medias verdades non exento dunha certa amargura. Era verdade que o municipio conservounas e defendeu historicamente na medida das súas escasas posibilidades, pero non era certo que os feitos denunciados fosen imaxinarios».