Luis Barbazán, de La Habana a ser un fonsagradino más: «En Cuba, mis abuelos ya hacían el caldo gallego»
LUGO
El cubano llegó a Galicia hace 26 años, se casó con una fonsagradina y aquí descubrió su vocación de carpintero
08 may 2021 . Actualizado a las 13:27 h.Luis Barbazán tiene 58 años y habla pausado, con un ligero acento que destapa su lugar de origen, pero con una soltura del gallego que desvela los años que lleva viviendo en A Fonsagrada. Nació en La Habana, pero sus abuelos eran gallegos, oriundos de una aldea de Melide. Estudió en la Academia Naval para oficial de máquinas en la marina mercante cubana, pero su profesión real es, desde hace años, la de carpintero.
—¿Cómo llegó a A Fonsagrada?
—Mi primo vivía en A Fonsagrada. En Cuba era marino mercante, pero deserté. Entonces, él me ofreció trabajo aquí. Así empezó todo, yo tenía 32 años. Vine hace 26, pero durante uno estuve en A Coruña. Allí me acogieron unas monjas y gracias a ellas contacté con mi familia de Melide y después, con mi primo de A Fonsagrada.
—¿Se planteó volver a Cuba?
—No, ahora soy casi opositor, mi país está retrocediendo. Fui un par de veces a visitar a mi familia, pero la situación es mala, están pasando hambre. En el 2019 no se podía comprar aceite o huevos porque aunque tengas dinero, todo está bloqueado.
—¿Tiene familia aquí?
—Tengo primos, pero también en Estados Unidos. Tuve la opción de marcharme a Norteamérica, pero me quedé porque A Fonsagrada siempre fue mi ilusión.
—Se nota que se siente gallego.
—Para mí A Fonsagrada lo ha sido todo, yo me siento de aquí. Trabajé desde el primer día que llegué. Mi primer empleo fue con mi primo, que fue el que me hizo el contrato de trabajo para poder tener la residencia. Después, me casé con una chica de aquí y estuve en la gasolinera. A continuación, fui carpintero porque mi suegro se había jubilado y tenía una carpintería. A día de hoy, ese sigue siendo mi oficio, aunque ahora por las consecuencias económicas de la pandemia está todo muy paralizado, a ver si en verano puedo continuar.
—Así que se enamoró de A Fonsagrada, pero también de una fonsagradina.
—Ella enfermó y falleció. Se fue con 50 años, hace siete. Su padre, mi suegro, vive conmigo y con mi nueva pareja. Él me lo dio todo, me apoyó siempre, está por encima de todos y lo voy a cuidar hasta el final de sus días o de los míos. Somos una familia. Él es mi heredero y yo soy el suyo; es más, con 90 años fue a Cuba conmigo.
—¿Qué recuerda de su infancia en La Habana?
—Que fue muy bonita, pero cuando sales al exterior te das cuenta de que hay otro mundo posible, y que es mejor, por eso me decidí a irme para siempre.
—¿Qué destacaría de su lugar de origen?
—Como curiosidad, los estudios básicos son gratuitos, pero el resto de tu vida trabajas para el gobierno cubano. Te forman, pero luego puedes cobrar el 10 % de lo que aparece en tu nómina, el resto es para el sistema. Hoy, que hay médicos cubanos en el mundo entero, tienen que entregar parte de su dinero al gobierno de allá, no cobran su salario íntegro.
—¿Qué le transmite Galicia?
—Me encanta Galicia. En invierno hay nostalgia, pero tiene el encanto de los cambios de estación. En mi país todo era monocromático, no hay esa transición tan bonita. Además, la cultura es apasionante, hay mucho que ver.
—¿Y qué opina del clima?
—Al principio me costó adaptarme. Entonces, no teníamos ni calefacción aquí y además, de aquella nevaba lo que no nieva ahora. Lo pasé realmente mal, alguna vez me saltaron las lágrimas.
—¿Y de la gastronomía?
—Me gusta el lacón, el cocido, el pulpo. Ya cuando estaba en Cuba, mis abuelos hacían queso y caldo gallego, lo recuerdo bien.
—¿Qué diría como cierre a esta entrevista?
—Resaltaría que en A Fonsagrada me han acogido muy bien desde el primer día. Aquí ha venido gente de fuera conflictiva a la que han dejado de lado, pero yo, que vine a trabajar, me convertí en un vecino más en poco tiempo.