Pablo Vázquez, director de Atalaya Comunicación: «Las dificultades para encontrar trabajadores las sorteamos con buenas condiciones»

María Guntín
María Guntín LUGO / LA VOZ

LUGO

Pablo Vázquez Sande es el fundador y actual director de Atalaya comunicación, una empresa asentada en la ciudad de Lugo
Pablo Vázquez Sande es el fundador y actual director de Atalaya comunicación, una empresa asentada en la ciudad de Lugo OSCAR CELA

Con una filosofía social y laboral muy marcada, la empresa nació en 2017 tras la finalización de un contrato laboral: «Al cabo de un año se incorporó la primera persona»

09 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Pablo Vázquez Sande (Castro de Rei, 1987) tiene claro que «o que conta é como se conta», muy en la línea con el sector al que se dedica, y en el que ha emprendido. Tiene un currículo muy largo. Cuatro carreras universitarias, doctor, tres másteres , un posgrado... Es el fundador y director de Atalaya, una empresa de comunicación asentada en Lugo que pronto cumplirá siete años y que suma un equipo de nueve personas. Con dos nominaciones a los Premios Paraugas, su filosofía pasa por entender la empresa como un ente vivo, que va más allá de ganar dinero y busca dejar el mundo un poco mejor de lo que está. Buenas condiciones para los empleados, una filosofía home made que queda patente al visitar la oficina y hasta luces de neón adornan s sede de la calle Conde.

—¿Cómo empezó esta aventura?

—Fue en el año 2017. Estuve trabajando más de siete años en el Ayuntamiento de Lugo y después pasé unos meses en un periódico. Entonces decidí emprender, aunque he de decir que no soy una persona con ese gen marcado porque creo que formo parte de una generación de perfil funcionario. Atalaya surgió de la finalización de un contrato laboral. Empecé yo solo, con tres clientes. Al cabo de un año se incorporó la primera persona.

—¿Cuál es el secreto de su equipo?

—Para mí el tacto y el cuidar de la gente son pilares fundamentales que requieren de mucho tiempo. Aquí hacemos balances mensuales, apostamos por escuchar. Y la media de nuestro equipo está en los 30 años. En Atalaya el crecimiento fue progresivo hasta hoy y ahora mismo somos nueve personas las que formamos el equipo.

—Háblenos de los perfiles.

—Son muy variados y van desde diseñadores gráficos a periodistas, publicistas o profesionales del audiovisual.

—¿Por qué Atalaya?

—Atalaya es una torre que te da perspectiva y visión. Es decir, nuestra filosofía.

—¿Qué balance hace de estos casi siete años?

—En estos seis años y medio pasaron por aquí unos 140 proyectos. La gente con la que más disfrutamos es la que confía en nuestro criterio y que entiende que la comunicación, a veces, es un medio plazo. Los resultados inmediatos son difíciles en este campo y a nosotros la parte que más nos cuesta es cuando empezamos con un cliente porque el trato con él se basa en la confianza. Entre que entiendes lo que quiere y él se adapta a nuestra forma de trabajar hay un período de adaptación. Es fácil transitar con gente que tiene claro hacia dónde quiere ir y que maneja plazos amplios, con perspectiva.

—En el tiempo que llevan funcionando, ¿cómo cambiaron las demandas de los clientes?

—Sigue habiendo un gran desconocimiento sobre lo que es una agencia de comunicación. Recibimos llamadas de autónomos que quieren que les llevemos las redes sociales del negocio pero también de departamentos de comunicación de empresas grandes que tienen otras demandas mucho más específicas. A raíz de la pandemia la gente es más consciente del papel de las redes sociales, de la web y de tener una presencia online trabajada, por ejemplo.

—¿Le costó encontrar trabajadores?

—Tenemos un equipo del que nos sentimos muy orgullosos, el mejor desde que existe Atalaya. Sí que es cierto que para nosotros, al igual que para otras empresas, resulta complicado. Lo sorteamos con las condiciones que ofrecemos y que incluyen una jornada única de lunes a viernes, salarios por encima del convenio, día de cumpleaños libre, semana de final de vacaciones en Navidad, formación... También trabajamos con una filosofía flexible que enfrasca dos horas. Es decir, la gente puede teletrabajar cuando quiera en un tramo que va de las seis de la mañana a las cuatro de la tarde. Lo único que se pide es que estén disponibles de ocho a una y media. Hay dificultades para captar talento, pero la verdad es que tenemos perfiles que no cambiaríamos por nada, que aguantan la presión del trabajo porque somos una empresa exigente y si el cliente demanda imprevistos o urgencias, hay que responder en tiempo y forma.

—La oficina transmite juventud, pasión y buen rollo.

—Estamos muy contentos en ella y aunque el espacio físico se nos puede quedar algo pequeño, hay mucho tiempo de teletrabajo. Solo coincidimos todos —físicamente— los martes. Tenemos turnos para que siempre haya dos o tres personas en la oficina. Al final, el ambiente de trabajo que se genera es importantísimo para nosotros. Contribuye al rendimiento y sobre todo, al compromiso. La gente te da cuando tú le das y para nosotros tener un espacio de trabajo cómodo es importante.

—Háblenos de los clientes de Atalaya.

—Tenemos un par de clientes internacionales. A veces empezamos con proyectos piloto y después, acabamos renovando año tras año. La experiencia de trabajar con una multinacional es muy enriquecedora porque hay un componente de aprendizaje brutal y ves ritmos de trabajo distintos. Conoces la estructura ya que las decisiones dependen de muchas personas y los circuitos de comunicación interna son distintos. Y esto también repercute en la parte externa.

—¿Cómo llegan las empresas hasta la agencia?

—La principal fuente sigue siendo el boca a boca. Sin embargo, hay multinacionales que nos llamaron directamente después de encontrar nuestra web en internet.

—¿Cuál es el proyecto que más ilusión generó en el equipo?

—El manual contra el suicidio de Tanatorios Serfuja. Empezaron a trabajar con nosotros en 2018, por lo que también fueron de nuestros primeros clientes. Para mí, tanto a nivel personal como profesional, fue uno de los trabajos más enriquecedores, aunque tengo que decir que todos los proyectos que hacemos nos generan ilusión. En el caso concreto de Serfuja hay mucho entendimiento y confianza, dos cosas importantísimas. También seriedad y respeto. Con ellos hicimos este manual, pero también organizamos jornadas de puertas abiertas en un tanatorio, un concurso para niños... Entendemos la empresa desde el mismo punto de vista. Ambos buscamos dejar una huella en la sociedad que va más allá de la rentabilidad económica.

—Esa filosofía social, ¿es difícil de encontrar?

—No necesariamente. Yo creo que la mayor parte de los clientes con los que trabajamos son gente honesta que comparte esa visión. Como sociedad hemos avanzado mucho en la percepción del empresario y del emprendedor. Hace años había más animadversión contra la figura de empresario y desconocimiento sobre la del emprendedor. Se les dio visibilidad a ambos y ahora tienen otro tipo de cabida en la sociedad. También cabe resaltar la labor de la fundación CEL para fomentar el emprendimiento.

«Estoy orgulloso de haber creado una pequeña empresa en el sitio en que nací»

—¿Cómo afronta el futuro?

—El futuro es hoy (ríe). Tenemos propuestas, pero están interiorizadas y se enfocan hacia los próximos años. Ahora mismo no estamos pensando en crecer pero quizás, cuando cumplamos los 10 años, valoremos abrir otra agencia o buscar nuevos mercados. Es algo que tendremos que pensar mucho. Ahora mismo nos centramos, dentro de Galicia, en Lugo y en A Coruña. Nos encanta hacer proyectos aquí y es algo de lo que nos sentimos muy orgullosos. Para mí esto es muy importante porque estamos apostando por retener talento dentro de la provincia, en la propia ciudad. Y precisamente nos encontramos en una comarca que necesita personal cualificado y empleo de calidad.

—¿Usted buscaría trabajo en Atalaya?

—A mí me gustaría trabajar en un sitio así porque creo que la flexibilidad es importante. Teletrabajar es algo que valoro mucho. Si miro atrás estoy muy orgulloso de haber creado una pequeña empresa en la provincia en la que yo nací.

«El proyecto al que dedicamos más recursos es Atalaya»

—Atalaya presume de tener una visión 360, ¿qué es esto?

—Como agencia de comunicación nos diferenciamos en dos cosas. La primera es que entendemos la comunicación como algo muy divulgativo y de valor, y no tanto como algo comercial. La otra son distintas capas que engloban las gestiones de redes sociales, la relación con los medios, las campañas publicitarios... Todo lo que hacemos varía en función de las necesidades del cliente, que intentamos cubrir al máximo y en caso de que falte algo, buscamos apoyo externo. Trabajamos con unos estándares de calidad muy altos y que son también nuestra señal de identidad.

—¿Cómo cuida Atalaya de Atalaya?

—Tenemos una newsletter que enviamos mensualmente, el año pasado empezamos un podcast que ya alcanzó la segunda temporada, cuidamos de nuestras redes, del blog... Todo esto supone un esfuerzo extra. Yo soy mucho de decir eso de que en casa del herrero, cuchillo de hierro. Seguramente el proyecto al que más recursos económicos y humanos destinemos sea a Atalaya, a nuestra difusión externa. Al final es algo en lo que se implica todo el equipo. Es nuestra carta de presentación y nos gusta hacer cosas distintas y escapar de la parte más comercial. Dedicamos muchas publicaciones, por ejemplo, a contar nuestra filosofía de trabajo.