El hormigón no es eterno, necesita cuidados
PEDRAFITA DO CEBREIRO
Pasé más de tres años de mi vida profesional y personal como jefe de obra del tramo de la A-6 que va de Agüeira a O Cereixal. Fueron unos tiempos difíciles, pero a la vez apasionantes. Ante nosotros se presentaba el reto de cruzar unas montañas emblemáticas por su trascendencia en las comunicaciones de Galicia con la Meseta, pero a la vez primitivas, complejas y traicioneras por sus condiciones geológicas y climáticas.
Cientos de trabajadores gallegos y foráneos transformaron durante unos años el panorama social y laboral de unos pueblos acostumbrados a vivir con el ruido de la circulación discurriendo entre sus casas, recibiendo a cambio una leve actividad económica derivada del trasiego de viajeros.
La triste noticia del colapso del viaducto de O Castro, en Pedrafita, mientras era sometido a labores de mantenimiento permite extraer varias conclusiones. La primera de ellas se refiere a la gran dificultad técnica que supuso conseguir atravesar este puerto de Pedrafita con una autopista. Los requerimientos técnicos relativos a pendientes, anchos y gálibos de la calzada motivaron que se implementasen soluciones nunca utilizadas. Terraplenes de cientos de miles de metros cúbicos con desmontes fabulosos, túneles de tres carriles atravesando macizos rocosos fracturados, con fallas métricas y bajo acuíferos descomunales, viaductos con pilas del tamaño de rascacielos con tipologías innovadoras y soluciones geotécnicas para cimentaciones y contención de taludes que se diseñaron ad hoc pusieron de manifiesto la gran cualificación y capacidad del sector de la construcción español, desde los técnicos de la Administración, proyectistas, ingenierías y constructoras, demostrando una vez que la innovación, la ciencia y el entusiasmo conseguiría domar a la naturaleza en beneficio de la sociedad.
Otra reflexión que podemos hacer es que el hecho de que el viaducto haya colapsado durante unas reparaciones iniciadas hace más de un año indica que las tareas de mantenimiento detectaron problemas antes de que estos fuesen inevitables, lo que sin duda ha eludido consecuencias peores de las ocurridas. Históricamente, los planes de infraestructuras desarrollados por la Administración carecían de un verdadero programa de auscultación y conservación de lo construido, algo que últimamente parece que comienza a cambiar. No obstante, el deplorable estado del firme en muchas de las autovías de la red estatal demuestra las carencias presupuestarias de los últimos años. Debería primar mantener en perfecto estado lo ya ejecutado, antes de acometer nuevas inversiones.
El proceso de investigación de lo sucedido, la toma de decisiones sobre el resto de viaducto existente y su tablero gemelo, además de la materialización de la solución escogida, nos va a retrotraer a los viajes de antaño, cuando ir a Madrid era una verdadera aventura. Estaremos obligados a abandonar la autovía A-6 antes de la entrada del túnel de Pedrafita y cruzar el pueblo a través de la antigua N-VI. Esto originará una demora en el trayecto de más de media hora, lo que acarreará molestias a los conductores y, sobre todo, a los vecinos.
Debemos valorar en su justa medida lo que hemos conseguido con el esfuerzo ciudadano y empeñarnos en conservar el patrimonio económico y social que suponen las infraestructuras que nos ayudan a progresar como sociedad; pero no solo las carreteras, sino también las presas, los abastecimientos, las depuradoras, el ferrocarril y los puertos, entre otras.