El vecino que da cuerda manualmente al reloj del Concello de Portomarín desde hace diez años

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA PORTOMARÍN / LA VOZ

PORTOMARÍN

ALBERTO LÓPEZ

Manuel Enríquez, taxista de la localidad, se comprometió a mantener en hora a su pueblo

06 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La política puede estar escondida detrás de numerosas acciones. Al final, representar a un pueblo no es más que el compromiso de que todo funcione bien para todos. Así piensa Manuel Enríquez, el vecino de Portomarín que lleva diez años dando cuerda al reloj de la casa consistorial. «Dende que estou eu, non parou nin un solo día».

En las elecciones del 2011, cuando los populares conformaron las listas con Juan Serrano en cabeza, Manuel Enríquez figuró como sexto concejal. «Por sorte, só saíron cinco», bromea. El relojero, de Lugo pero afincado en Portomarín desde hace más de 30 años por su mujer, es uno de los taxistas del pueblo. «Se saíra para conformar a corporación do concello e tivese que acudir aos plenos e aos actos, non podería atender ao meu negocio», cuenta. Y de la política en una localidad como Portomarín, «non se vive». Aunque el taxista finalmente no formó parte del gobierno local, sí asumió una responsabilidad. Cuando Serrano salió elegido alcalde con mayoría absoluta, cargo al que renunció recientemente, le ofreció un cometido a Enríquez: «Díxome se podía encargarme de manter en hora ó reloxo do Concello e aceptei».

Cuerda cada tres días

La casa consistorial de Portomarín no es antigua, es del año 1963, cuando el pueblo viejo quedó anegado y se trasladó adonde se ubica ahora. Desde entonces, se conserva el reloj manual, que no estaba en la antigua casa consistorial de la villa a la orilla del río. «Antes de que comezara eu a facer isto, parou un par de veces, pero agora funciona coma un reloxo», bromea Enríquez. El taxista, que tiene su parada justo enfrente el Concello, tiene que dar cuerda al reloj cada tres o cuatro días. «Aguanta ata seis, pero eu vou con máis frecuencia cando teño tempo», explica.

A pesar de que Enríquez trabaja prácticamente todos los días, en las temporadas en las que no está en Portomarín, deja encargado de su deber a alguien de confianza. Cuando toca atrasar o retrasar la hora, el concejal tiene que modificar manualmente las agujas del reloj, como este pasado fin de semana.

El mecanismo de funcionamiento es simple, por lo que Enríquez no necesitaba ningún conocimiento previo, sino simplemente ponerse manos a la obra. El reloj tiene una manivela de la que cuelga la cuerda con el peso de un péndulo, que baja por una de las esquinas del edificio consistorial. Lo que se debe evitar es que el péndulo baje del todo, así que cada varios días Enríquez gira la manivela para que el objeto pesado vuelva a subir. «O único que se necesita é algo de forza». El aparato requiere mantenimiento constante, que se basa principalmente en engrasar el mecanismo. En estos últimos diez años, además de no parar, el reloj tampoco se estropeó.

Compromiso vecinal

La labor de relojero «non é cansada» y no le supone ninguna molestia Enríquez, sí tiene una importancia y un significado. «Nos sitios pequenos tamén son as achegas dos veciños os que poden cambiar certas cousas», explica. Aunque no es uno de los cinco concejales que está en el Concello, Enríquez va por Portomarín también con visión política: «Se vexo algunha pista ou algunha zona que está mal xa me encargo de avisar para que non faga falta que se movan os concelleiros». Así, y con su labor como relojero, el lucense se siente cerca de la rutina política aunque, de momento, no esté inmerso en ella.