Los vecinos avisan a los caminantes de que en Galicia los canes están sueltos
03 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.El peregrino que cruza Galicia tiene la oportunidad de conocer de primera mano a los vecinos y trabajadores del campo ya que el Camino limita con numerosas casas y explotaciones ganaderas y agrícolas. La convivencia entre los trabajadores y los peregrinos es agradecida, pero no siempre fácil. Especialmente por un conflicto en particular: los perros que vigilan el ganado se marchan con el peregrino.
En la comarca de Sarria, por donde pasa el Camino Francés, hay numerosas explotaciones familiares limítrofes con la ruta jacobea. En Aguiada, una aldea a 4 kilómetros de Sarria donde confluyen el camino proveniente de Samos y el de San Xil, está la casa natal de Mercedes Vázquez. Tiene una explotación lechera con unas 50 vacas, pero ya no tiene ningún perro que las proteja de los ataques de los lobos. «Aos peregrinos fanlle moita graza os animais, pensan que os cans están abandonados e lévanos», cuenta. Los caminantes se llevaron varios perros de Mercedes porque les respondían a las caricias. Algunas veces con mejor intención que otras: «Unha vez colleron un e intentaron vendelo un pouco máis adiante, menos mal que un veciño o recoñeceu polo colar e mo trouxo de volta». Mercedes desiste en tener más perros porque no quiere pasar por el momento de volver a perderlos.
La misma experiencia es la de Teresa Chousa, dueña de Casa Caxigueiro, en Sabenche. Además de la casa rural, la familia de Teresa cuenta con una explotación ganadera ecológica. Trabaja con ocho vacas rubias y un centenar de ovejas. Los animales están sueltos en una finca bastante amplia, por lo que necesita varios perros. Sus tierras están a unos 200 metros del Camino, no pegados de la ruta. Los peregrinos que se acercan hasta allí tan solo son los que se desvían porque tienen reserva en la casa. A pesar de que son pocos en comparación con el tránsito del camino, en varias ocasiones alguien se ha llevando a sus perros. Teresa solo perdió a uno, pero ha tenido que buscarlos unas seis veces. «Os peregrinos teñen que entender que en Galicia temos aos cans soltos», reclama. Luna es una de sus perras actuales, «é moi cariñosa, vaise con calquera». Los caminantes, al pensar que no tiene dueño, en dos ocasiones la ataron y se la llevaron. «Se non a amarraran non pasaba nada porque ela sabe volver perfectamente, pero é que a atan», explica. Las veces que se llevaron a los perros atados, estuvieron buscándolos durante días por el chip. Una vez tuvieron que ir a rescatarlo hasta Palas de Rei y otra hasta Portomarín.
A pesar de los malentendidos de los peregrinos con los perros, las dos sarrianas agradecen que los caminantes pasen por sus localidades. Mercedes confiesa que es «diferente ao resto de gandeiros» porque a ella le encanta que haya peregrinos. Coinciden en que le dan vida a las aldeas, «senón cada vez somos menos» dice Teresa. «Eu non son moito de saír, agradezo que veña xente de fora ca que poder falar e que se interese polos meus animais, pero que saiba que son meus», bromea Mercedes.
«As trabas de Patrimonio como pedir proxecto para podar árbores»
Las mayores críticas de la convivencia con el Camino se las lleva Patrimonio. Plazos muy largos, trabas, condiciones «sen sentido» o requerimientos son el día a día de los trabajadores que tienen fincas junto a la ruta jacobea, «que pola zona de Samos e Sarria somos o 90%».
Esto lo confirma Patricia, de Sivil, que reclama un trato más cercano y eficiente para sus negocios, a pie del Camino. Tiene una tienda de degustación, una pequeña explotación en la que ahora solo cuenta con dos vacas y un cultivo de forraje. Además tiene un establo, en el que quiso poner unas habitaciones. Patrimonio le pidió forrar la pared de piedra para poder rehabilitar el espacio, lo que requiere una gran inversión. «Eu entendo que temos que coidar o camiño e que o feismo non se pode consentir, pero Patrimonio impón unhas condicións que sempre requiren grandes inversións», cuenta. Este año, con las dificultades propias que trae la pandemia, Patricia se ve incapaz de cumplir los requisitos de Patrimonio, por lo que en algunas ocasiones ya desistió. «Coñezo a moita xente que quere abrir negocios do Camiño, pero coas trabas de Patrimonio se desanima». Patricia, que es técnica superior agrónoma, destaca la ocasión en la que la administración le requirió presentar un proyecto oficial para poder podar los árboles de su finca.