Realmente nadie se imaginaba cómo iba a evolucionar la pesca de túnidos que con tanto ahínco defendimos en la década de los noventa. Pero ahí está que un atónito Cantábrico comprueba que los franceses son los dueños de tal pesquería.
Mucho se ha criminalizado a los pescadores españoles acusándolos de esquilmadores. Sin embargo, existía un arte que fuimos los únicos en mantener a lo largo de la historia: la pesca del bonito a liña, capturándolos uno a uno, con cebo vivo o artificial, como hicieron nuestros padres, abuelos y bisabuelos... Aguantamos además la retahíla machacona de otros países que insistían en que España mantenía una gran flota arrastrera enemiga de fondos marinos y, tras entrar en la UE, prácticamente ha desaparecido. Quedamos en todo el norte una cantidad equivalente a la que hace 30 años tenía un solo puerto como el de A Coruña.
Hoy, la flota artesanal de bonito está amarrada o captura jureles y la arrastrera pelágica francesa -sí han leído bien, arrastrera- es la única que sigue capturando atún blanco en nuestras aguas. Si esto lo vendieran como que hay que proteger el recurso, puede que colase, pero no es un problema de stock, es cuestión de cantidad asignada, que mete a los pescadores del norte en el mismo paquete que los canarios, más asombrados todavía porque no pueden capturar todo el año una especie que campa en sus aguas a causa del reparto de migajas por parte de Bruselas. Así ya se encargan los galos de abastecer un mercado como el nuestro, que tiene la mala praxis de enlatar y comer mucho pescado.
¡Qué gran paso atrás del que tiene recurso y debe cederlo sin derecho a tanteo! ¡Qué atraso que una pesquería temporal deba ser vista desde la barrera mientras hay que hacer verdaderas obras de ingeniería para defender nuestras empresas.
Yo me crie en un pueblo costero del oeste Cantábrico, viendo cómo nuestros vecinos vascos y cántabros entraban en octubre de arribada para preservar el cebo vivo en sus pescas en el Ortegal gallego, admirábamos la flota de los viveros, con chicharrillo o parrocha, escena costumbrista que los chiquillos no volverán a ver, pasado envidiado de un presente con puertos sin barcos. Hoy tenemos que ver cómo pelágicos franceses descargan en nuestros muelles una especie de dudosa presencia sanitaria, mala calidad de tratamiento y nefasto aspecto visual.
Nunca se nos había pasado por la cabeza que esta política de salón tan alejada de la realidad pesquera como Madrid del litoral, iba a ser la causa de la pérdida de una pesquería como es la de túnidos en el oeste gallego. Si quieren sustituir la palabra túnido de este artículo por el de caballa, merluza, sardina o cigala, les aseguro que el resultado no cambia.