No existe país que pueda crecer sin dos factores, trabajo y capital. Parece obvio, pero la realidad es que todos los presidentes autonómicos que hemos tenido, desde Albor hasta Feijoo, han intentado siempre actuar sobre el primero olvidando gran parte de las veces el segundo. Compraron la máxima de que la educación hace grande a un país, lo cual es cierto, pero se olvidaron de que sin empresarios nada vale tener los máximos niveles de capacitación. Ahí está Cuba.
A lo largo de las últimas décadas fortalecimos la universidad, construimos los distintos campus y con mayor o menor acierto creamos unas estructuras académicas que para sí las quisieran muchos países. ¿Y? ¿Llegó el crecimiento? Pues llegó, pero del mismo modo que lo hizo en Asturias, Cantabria, Castilla y León o Extremadura. Hace cuarenta años teníamos una posición relativa en España y hoy tenemos la misma. ¿Esto es normal? ¿Es nuestro sino? Obviamente, si hacemos lo mismo que los demás, nunca seremos diferentes a ellos.
Esta semana, el presidente Feijoo anunció un campus de Formación Profesional en Vigo. La idea me ha parecido brillante, no puedo más que felicitarlo, a él y a su conselleiro de Educación, Román Rodríguez. ¿Pero saben qué es lo que realmente me ha gustado de la idea? Que he visto a la consellería pensar en grande. Estoy por poner una vela a San Caralampio, el santo de la capilla en la que se casó Mariano Rajoy, pidiéndole que no bajen la grandeza de miras. A Mariano le ha ido bien, así que por qué no probar.
En estos momentos, Galicia está en una posición excepcional en crecimiento de cotizantes en el régimen general, sus ratios incluso superan a la media española. Y esto está ocurriendo porque está arrancando la inversión empresarial, es decir, factor capital, pero no se puede decir lo mismo del factor trabajo. Tenemos un déficit espectacular de talento en oficios y carreras tecnológicas, y es de tal magnitud, que existe un riesgo real de que pueda estrangular nuestro crecimiento. La verdad es que no sé si me estoy explicando bien, pero lo que quiero decir es que si la Consellería de Educación no empieza a coordinarse con la de Industria y Economía tenemos un problema, un serio problema. Y obviamente esa labor está en manos de Feijoo.
A mi juicio, lo primero que deberían tener claro tanto el presidente como el conselleiro Rodríguez es que estamos en una fase de transición social, política y económica. Y solo saldremos airosos de ella con flexibilidad y un nuevo marco de colaboración con el sector privado. Hoy por hoy, nuestro sistema universitario adolece de una rigidez enfermiza. ¿Por qué? Por las inmensas cargas de burocracia que le hemos puesto sobre sus hombros. Otra cosa es a quién le interesó llenarla de burocracia, pero eso ya es otro debate.
Creo que en Galicia existe, en términos generales, una buena FP. Pero por muy bueno que sea el sector público en la gestión de este espacio educativo, tiene que reconocer, y esta es su gran debilidad, que le será imposible atender en solitario el nuevo marco de conocimiento. Veremos programas educativos que habrán de cambiarse de año en año. Veremos profesiones que nacerán y morirán en menos de una década. Veremos industrias en zonas donde no había nada, y viceversa. Veremos el reinado de las certificaciones profesionales. Veremos cómo muchos profesores funcionarios se quedan obsoletos a la misma velocidad que su smartphone. Veremos cómo el talento más innovador nunca podrá dar clase porque no encaja en un marco laboral diseñado en el franquismo. Veremos sufrir a la industria. Perdón, no veremos, ya la vemos.